Bertha

Por fortuna la tabla se atoró en la rama de un árbol.

Lo que aprovechó Marco para alcanzar la orilla con su hermano.

Se recostaron en la orilla tratando de recuperar fuerzas.

Poco después, Marco reía a carcajadas, por poco y nos vamos al infierno...

Cállate, no digas eso. Luis sintió miedo de las palabras de Marco.

No te preocupes, es broma, vamos a regresar por la ropa.

Ambos chicos se fueron caminando río arriba.

Por fortuna se habían salvado.

Tiempo después, tengo hambre, Marco.

Yo también, Marcó observó todo el panorama.

Espérame en aquella banca, en un rato te alcanzo, y, por favor, no te muevas de ahí.

Luis obedeció, y rato después llegó Marco con comida.

Órale, y, ¿de dónde sacaste tanta comida?

No preguntes, come y ya.

Ambos chicos saciaron su hambre, Luis puso la basura en su lugar.

Luego, siguieron caminando en busca de un refugio.

Cerca de ahí había una iglesia que ayudaba a los indigentes y les proporcionaba alimentos y techo.

Marco y Luis fueron bien recibidos. Esa noche durmieron calientitos.

Lo bueno de allí es que no hacían ninguna pregunta, solo ayudaban a los más necesitados.

Al día siguiente desayunaron muy rico.

Marco decidió que pasarían unos días allí. Ellos ayudaban en lo que podían.

Tenían ropa limpia, techo y comida.

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Bertha ya iba por el cuarto hijo, tenía dos varones y una niña, y el que venía era niña.

Jonás de 8, Isaac de 6, Berenice de 3.

Eran una pareja de enamorados, los hijos crecían sanos.

Félix los iba a llevar a la feria que se había puesto cerca de ahí.

Los niños iban felices, aunque Berenice solo tenía tres años se sentía feliz de caminar de la mano de sus padres.

Bertha amaba a su esposo e hijos, pero sentía que le faltaba chispa. De pronto, su matrimonio había caído en la monotonía. Félix no se daba cuenta porque se iba a trabajar diariamente.

Y cuando llegaba, su esposa le daba sexo a morir. Él se dormía plácido, pero ella sentía que ya no era lo mismo.

Su esposo ya no la complacía como antes.

Así pasaron dos meses más. La monotonía ya tenía fastidiada a Bertha.

Faltaban escasos días para que diera a luz. Pero ese día se le rompió la fuente.

Rápido le habló a su esposo.

Él se despertó, ¿qué pasa?

Ya viene la bebé.

Te llevaré al hospital.

Félix agarró las maletas, tanto de Bertha como de Cristina (así se llamaría).

Poco después daba a luz a una hermosa niña.

Y ese mismo día se operó para ya no tener más niños.

La vida seguía, los hijos iban creciendo, los dos mayores estaban en la primaria, Berenice estaba en el kínder, Cristina solo tenía dos años.

Félix seguía creciendo en el trabajo.

Dos días después, recibieron la noticia de que don Gumaro, el padre de Félix había muerto de un infarto fulminante. Y de que la madre no pudo soportar tal dolor que partió también.

Fue un dolor inmenso para Félix, pero por fortuna su esposa lo acompañó en todo momento.

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Marco decidió que era el momento de partir, así que se fue con su hermano.

Ahí en la iglesia los enseñaron a leer y escribir, Marco buscó alguna casa abandonada y se metió ahí.

Luis seguía a su hermano, lo admiraba por ser tan intrépido.

Marco se la pasaba robando comida y ropa para él y su hermano, nunca lo pescaban, se las ingeniaba para escapar siempre.

Marco y Luis no tenían una casa propia, siempre andaban como los nómadas de aquí para allá, se quedaban un tiempo en casas abandonadas, albergues, refugios, etc.

Oye Luis, ¿te gustaría tener una familia?

Tú eres mi única familia, contestó Luis sin pensarlo dos veces.

Yo lo sé, hermano, pero, ¿no te gustaría tener una mamá, un papá, una casa donde puedas seguir estudiando, y un futuro prometedor?

¿Me piensas abandonar?

Por supuesto que no, hermano, pero estoy tratando de que tu porvenir sea mucho mejor que el mío, no quiero que sigas vagando por las calles.

Yo no quiero ir a ningún otro lado quiero estar contigo, por favor, no me metas a ningún orfanatorio yo te puedo seguir siempre.

Entiende, hermano, la vida es difícil para una persona sola vagando, imagínate dos.

Yo te ayudaré en lo que sea, pero no me abandones.

Marco no tuvo palabras para describir lo que sintió al ver a su hermano así.

Ven acá, chaparro. Está bien, solamente te hice una pregunta. Vamos a comer, aquí cerca hay un convento donde las madres dan de comer todos los días.

Así fue. Al poco rato ya estaban comiendo arroz y unos huevos en torta a la mexicana.

Marco pidió unos refrescos.

Le pidieron permiso a la madre superiora de bañarse y ella les dijo que sí, los llevó a unos cuartos atrás del convento.

Ahí se bañaron y se cambiaron de ropa que las mismas madres les habían proporcionado.

En ese cuarto se quedaron tres días, comieron se bañaron y decidieron partir otra vez.

Llevaban dos mochilas con ropa y otros accesorios personales.

¿Ya viste cómo se portaron tan bien las monjas?

Sí, nos hubiéramos quedado ahí.

Hermano, si nos hubiéramos quedado ahí nos hubieran mandado a un orfanato.

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Félix tuvo que hacer un viaje de negocios.

No sé cuánto me tarde en el extranjero, mi amor, pero te llamaré todos los días.

Está bien, amor, cuídate mucho. Espero tus llamadas. Aunque no quisiera que tuvieras que hacer ese viaje.

Es necesario, amor, tengo que arreglar algunos problemas que no me están gustando para nada, ya que los proveedores están haciendo huelga. No sé qué es lo que piden, para eso tengo que estar presente.

Las empresas de Félix se extendían hasta el extranjero. Fue la herencia que le dejó su padre. Tenía que hacerle frente si no quería que se vinieran abajo.

Bertha le preparó dos maletas.

Espero que arregles los problemas y que regreses pronto.

Gracias, amor, te prometo que haré hasta lo imposible por regresar a tiempo para tu cumpleaños.

Gracias, amor, ten un buen viaje.

Ya llegó el taxi que me llevará al aeropuerto. Nos vemos, amor.

Félix le dio un beso y salió.

Iba con toda la actitud de resolver los problemas satisfactoriamente.