Dos mundos, dos almas, un destino entrelazado a través de los siglos. En esta historia de fantasía atemporal, un eco del pasado resuena en el presente, uniendo realidades paralelas. Nuestros personajes principales se encontrarán atrapados en un círculo lleno de romance prohibido, misterio, rivalidades familiares y secretos milenarios que convergen en una trama donde sus vidas se conectan de forma inesperada e inquebrantable. Encuentros emotivos, contrastes entre inocencia y sorpresa, darán intesidad, capturando la magía de cada momento. Mientras una profecía ancestral juega alterando el curso de la historia, viejos lazos, nuevos misterios, deberán navegar entre el amor y la sed de venganza que amenaza con consumirlos para decidir si su conexión perdurará por siempre o se desvanecerá en el tiempo
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Capítulo 3… El inicio de un Amor
Una imagen que se desvanece, un sueño que no lo es... en el umbral del tiempo, donde las sombras bailan con la luz, inicia esta historia.
Diez años han pasado desde que Al-Mad y Sargón firmaron el tratado de paz. Sin embargo, la calma era solo aparente y muy frágil.
En un jardín donde las flores agonizaban y las hojas de los árboles anunciaban un otoño inminente, las desgastadas paredes de un gris castillo reflejaban impaciencia y miedo.
En medio de esta sombría quietud, resonaba la risa de una pequeña niña. Su sonrisa iluminaba el ambiente, pero el miedo en el interior de quienes la rodeaban les impedía bajar la guardia. Vigilaban cada uno de sus movimientos, atentos a sus rizos oscuros que danzaban con el aire. Su mirada, brillante, angelical e inocente, parecía alejar cualquier mal, pero la seguridad seguía siendo la máxima prioridad.
.- Ven vamos a recorrer el lugar.- Invita la pequeña a su compañera o mejor dicho su cuidadora.
.- Quiero ver algo diferente, que no sean estas feas paredes grises.- Insiste la pequeña mientras corre de un lado a otro, siempre curiosa.
.- Recuerde que debe practicar sus clases de piano y bordado. - Le indica la nodriza.
.- ¡Ay! Me siento como ave sin libertad. - Suspira pesadamente la pequeña. La nodriza ríe casi en una mueca, sabía que la niña estaba creciendo y su curiosidad también.
.- Solo tomaré un poco de aire. - Termina por decir la joven casi resignada.
.- ¡Princesa! No se aleje, solo donde pueda verla. Por favor...- Le responde la mujer, al final casi un toque de súplica sabiendo que es ignorada.
Con una pequeña sonrisa de triunfo en los labios, la niña pelinegra se alejó del jardín permitido. Se adentró en el bosque, persiguiendo a un pequeño insecto de colores brillantes que parecía llamarla con el batir de sus alas diminutas. De repente, se encontró en una colina, rodeada de árboles frondosos y con una pequeña cascada a unos pasos de distancia. El ambiente, diferente y lleno de vida, transmitía una profunda paz.
Cerró los ojos e inhaló la fragancia de la naturaleza. Sus oídos captaron el trinar de las aves, el suave sonido del agua corriendo y el pastar tranquilo de los ciervos. Las gotas de rocío en su rostro la conectaron con ese lugar. Era un rincón de primavera en medio de un otoño melancólico, un cambio radical, sin embargo ella se dejó envolver por esa inmensa tranquilidad y la calma del momento.
¿Acaso era un sueño? Así lo quiso pensar. Se pellizcó la mano con la esperanza de despertar, de volver al gris castillo. Pero el dolor era real y la paz que la rodeaba, también. Se sintió como si hubiera cruzado un umbral, como si un velo se hubiera descorrido para mostrarle un mundo que solo existía en los cuentos de hadas.
Un relincho de caballo atrajo la atención de la pequeña. Sus ojos se abrieron, asombrados, y giró rápidamente. A pocos metros, un joven de unos 15 años, de cabellos cobrizos y ojos grisáceos con toques azules, montaba un majestuoso caballo blanco cuya crin resplandecía con los rayos del sol.
Las miradas de ambos se encontraron. Ella, con casi diez años, le dedicó una sonrisa inocente y encantadora. Él sintió cómo su corazón se aceleraba, cautivado por la belleza de la niña. No podía apartar la vista de su rostro, observando sus cabellos negros como el ébano, su expresión infantil llena de ternura y sus inconfundibles ojos color ámbar. Por unos segundos, se perdió en ese brillo, embelesado por la conexión que sentía.
El joven sacudió la cabeza, cerró los ojos por un instante y pensó: "Solo es una niña". Parpadeó varias veces, como si quisiera deshacerse de una molestia en la vista, pero la imagen de la pequeña pelinegra, que lo miraba con total ingenuidad, permanecía.
— ¿Estás perdida? —preguntó con amabilidad, mientras su mirada recorría los alrededores. Por la delicadeza de su vestimenta, supuso que la niña era de la nobleza.
— Estoy bien, creo —respondió ella con su voz angelical, sus ojos brillando con una sonrisa.
De pronto, se escuchó el eco de una voz ansiosa a lo lejos: "¡Princesa, princesa!". La nodriza se acercaba, llamándola con urgencia. El sonido de sus pasos apurados se acercaba rápidamente.
— Debo irme —dijo la niña, e inclinó la cabeza en una reverencia antes de despedirse con un gesto de la mano.
— ¿Te puedo volver a ver? —preguntó el joven, pero la pregunta se perdió en el aire. La hermosa niña ya se había desvanecido entre los árboles.