Mi madre tenía una extraña obsesión: la vida después de la muerte. Y yo, que la amaba con locura, vivía aterrorizada por sus historias. Su amor incondicional por mí y por mi padre era nuestro universo, un refugio perfecto donde todo giraba en torno a la familia.
Mi padre, un hombre que se desvivía por nosotros, era la definición de lo que era una familia normal, hasta que ella hablaba. Hasta que llegaban esos días en los que, sin aviso, rompía la normalidad con sus historias sobre reencarnación y un destino que, según ella, ya estaba escrito. En esos momentos, nuestra vida perfecta se sentía como una frágil mentira, a punto de romperse.
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Capitulo XXIV El ataque
Punto de vista de Ethan
Decidí alejarme de la casa de la abuela, sintiendo la tensión en el aire. No era el tipo de tensión a la que estaba acostumbrado, como la que precede a una batalla. Esta era diferente: una mezcla de sospecha, miedo y el amor de una familia por su hija. Aún podía sentir sus miradas sobre mí, llenas de desconfianza, como si yo fuera un lobo vestido de cordero. Y, en cierto modo, no estaban equivocados. Por mi naturaleza traicionera, tampoco confiaría en mí.
Aria me había defendido. Había enfrentado a su propia familia para proteger un pacto que habíamos hecho, un pacto que ella no sabía que era parte de un plan mucho más grande. La honestidad en sus ojos, la forma en que su voz temblaba, pero se mantenía firme cuando les dijo que éramos amigos... me hizo sentir algo que no había sentido en mucho tiempo. Culpa.
Mi misión era clara: acercarme a ella, entender la fuente de su poder, protegerla, cuidarla de ese ser maligno que desea su alma. Pero después de verla luchar, de sentir la calidez de su mano en la mía cuando nos acercamos a su casa, de ver el brillo dorado en sus ojos, me di cuenta de que ella era muy valiosa y que si la llegan a capturar estaríamos todos perdidos. Ella era Aria. Era fuerte, valiente, y una luz que incluso la oscuridad más profunda no podía apagar.
Caminé por el bosque, el silencio de la noche era un bálsamo para mi mente, que se sentía más desordenada que nunca. ¿Cómo podía continuar con mi misión sabiendo que estaba traicionando a los míos? El destino me había puesto a Aria en mi camino, y yo había aceptado el desafío con la intención de cumplir mi deber. Pero ahora, me encontraba en una encrucijada. Si continuaba con el plan, la destruiría, y con ella, esa parte de mí que estaba empezando a sentir. Si la protegía, me enfrentaría a mi propio mundo.
Me detuve en un claro, mirando hacia el cielo, donde la luna creciente brillaba con una luz plateada. ¿Era esta una prueba de los dioses, una lección de humildad para un demonio que creía que todo estaba bajo su control? O tal vez, solo era el universo diciéndome que no todo es blanco o negro, que incluso en la guerra entre la luz y la oscuridad, hay matices de gris.
Pensé en Aria. Su determinación, su fuerza, su pura bondad. Y luego pensé en que mi verdadero yo pudiera lastimarla. Y la culpa me golpeó de nuevo, esta vez con más fuerza.
Escuché la voz de Caleb en mi cabeza, estaba buscándome, pero preferí no contestar, no podía dejar que él se acercara a Aria. Si eso pasaba, ella no estaría a salvo.
Continué mi caminata nocturna debatiéndome entre el deber y el sentimiento. El deber: destruir a Aria antes de que ella nos acabe a nosotros o dejarme llevar por este sentimiento que nació en mí y con cada segundo que pasa se hace más fuerte.
El sol empezó a salir por el horizonte, era hora de volver a la casa de la abuela de Aria. La verdad no quería seguir en medio de ese drama familiar, pero no tenía opción, debía mantenerme cerca de Aria y tratar de aclarar mis pensamientos.
Al llegar me encontré con la familia reunida en la sala.
—¡Ethan! Por fin regresas —Aria se acercó a mí con preocupación.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué te ves tan angustiada? —Pregunté mientras acariciaba su rostro.
—Sentí algo muy malo acercándose a nosotros, no sé cómo describirlo, pero eso viene en busca de mí.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sabía que tarde o temprano nos encontrarían, aunque pensé que teníamos más tiempo.
—No te preocupes, bonita, yo te protegeré de lo que sea. —La abracé fuertemente a mi cuerpo olvidando a su familia, quienes tenían sus miradas puestas en mí.
—¿Cómo sabemos que no fuiste tú quien atrajo a esas fuerzas del mal? —Preguntó Alma con una mirada acusadora.
—Ya basta, mamá, Ethan no me lastimaría. —Volvió a defenderme Aria.
—¿Cómo lo sabes? Entiende, hija, es un demonio que quiere arrebatarte la vida. No puedes confiar en él. —Alma arremetió contra mí de la manera más cruel.
—No, no es así. Yo nunca lastimaría a su hija, porque... — Hice silencio antes de cometer un error.
—¿Antes de qué? Eres un ser sin alma, capaz de quitarle la vida a un país entero si así se te place. No vengas ahora a pedir que confiemos en ti.
—Tiene razón, soy un ser sin alma, que con solo pensarlo podría destruir lo que desee, pero nunca lastimaría a la única persona en este mundo que ha sido capaz de hacerme tener sentimientos... —Hice silencio, sabiendo que me había mostrado mi vulnerabilidad.
El eco del silencio retumbó en mis oídos, los padres de Aria me miraron con asombro, mientras que Aria se veía confundida. La única que sonrió fue Patricia, como si fuera la noticia que estuviera esperando.
—¿Hablas en serio? —Preguntó Aria tomándome de la mano.
Mantuve mi postura fría volviendo a verla.
—Creo que mejor me voy. Esto no puede ser. —El dolor se instaló en mi pecho.
—No te puedes ir. Eres quien me está ayudando a controlar mis dones y si te vas no podré hacerlo sola. —Lágrimas amenazaban con salir de sus hermosos ojos azules.
—No llores, princesa, eres más fuerte de lo que crees. Solo debes confiar en ti.
De repente, escuchamos aplausos que provenían de la cocina.
—¡Bravo, bravo, bravo! — dijo el intruso al son de sus palmas.
—¡Caleb! ¿Cómo nos encontraste? —Pregunté nervioso.
—Eres tan básico, sabía que esta humana era la que estábamos buscando, solo fue cuestión de tiempo para encontrar ese delicioso olor. — Dijo mirando a Aria de manera lasciva.
—No te atrevas a tocarla. — Advertí protegiéndola con mi cuerpo.
—No es mi intención lastimar a mi futura reina, y viéndola bien es hermosa. — Sus ojos no se apartaron de ella.
—¿Piensas traicionar a tu padre? —Pregunté confundido.
—No sería una traición, él tendrá lo que quiere, mientras yo me quedo con la recompensa.
—Solo sobre mi cuerpo inerte lo lograrás. — Mi voz era firme y determinada. Defendería a Aria con mi vida.
—Será un placer.
Caleb se lanzó encima de mí llevándose por el camino a los padres de Aria. Sabía que este no era un buen escenario para librar una batalla, así que abrí un portal por el que envié a la familia de Aria. Luego, la tomé a ella entre mis brazos y a toda velocidad entramos al espiral. Esto era solo temporal, pues Caleb me rastrearía y me encontraría, por lo que había que actuar rápido.