📚¡UN CEO! ¿DE PADRASTRO?
Él guarda una venganza.
Ella, un pasado que no la deja en paz.
Valentina es madre soltera y ha aprendido a sobrevivir en silencio.
De noche baila bajo luces artificiales de un club, ocultando su nombre, identidad y su dolor.
Todo su mundo se pone de cabeza cuando empieza a trabajar como secretaria del CEO más reconocido del país, mientras lucha por salvar a su hija enferma.
El amor es un lujo que no puede permitirse... o eso creía.
Armando Garza, frío, calculador y poderoso, tiene un solo objetivo: una venganza .
Pero su mundo perfectamente controlado se tambalea cuando una pequeña empieza a llamarlo “papá”...
Y cuando sus días se entrelazan con los de Valentina, la mujer que nunca debió cruzarse en su camino.
El deseo será inevitable.
El peligro, constante.
Y el pasado... letal.
¿Podrán amarse entre secretos, traiciones y mentiras?
¿Podrán forjar otra historia o su futuro ya está escrito?
Una novela con temas sensibles. No apta para todo público.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Dudas.
NARRADO POR ARMANDO
Estoy en mi Penthouse. Valentina y su hija se han ido hace apenas unos minutos y el silencio que queda me pesa. El encargado interrumpe mi concentración.
—El señor Julián está afuera.
—Dele acceso, por favor —ordeno sin levantar la vista de mi escritorio.
No tarda en entrar, con su paso seguro y esa sonrisa de quien sabe demasiado.
—Quise entrar con mis llaves pero ya no pude, voy a requerir una copia de tus nuevas llaves —me dice y lo ignoro deliberadamente.
—Me costó librarme de tus padres, me hicieron mil preguntas —añade, inclinándose un poco hacia mí.
—Solo tenías que decirles que me lo pregunten a mí —respondo, serio.
—Vi salir a Valentina… iba muy molesta.
—¿Ajá? ¿Y luego? —pregunto, cruzando los brazos, intentando mantener la calma.
Niega con la cabeza, y luego dice, con esa voz que me irrita y a la vez no puedo ignorar:
—¿Te gusta, no es verdad?
—Solo quiero que entienda que conmigo no puede ni podrá —respondo frío, firme, sin mostrarme afectado.
—Como digas —dice, sacando su celular, frunciendo el ceño. Luego, en un tono más serio—. La hija de Valentina está en una clínica.
Mi corazón se detiene por un instante. ¿Qué ocurrió? Si se fue bien de aquí…
—¿Cómo supiste? —pregunto, levantándome de inmediato y poniéndome el saco.
—Ya sabes, uno que tiene contactos —se burla.
—Me hice amigo de la niñera —añade mientras llegamos a la clínica.
Veo en la sala de espera a la tía y a Trini, llorando. La visión me aprieta el pecho; Valentina está claramente afectada, y no por lo físico, sino por sus ojos, que reflejan miedo y desesperación.
—Entra —me indica Julián, señalando la puerta.
Observo a Emma en la camilla, somnolienta. Al verme, me sonríe:
—Hola, papi —dice con su voz diminuta, pero llena de fuerza.
—Hola, pequeña —le respondo, sintiendo un calor extraño en el pecho.
—Me parezco mucho a usted —agrega con inocencia.
—De eso no hay duda —respondo, intentando mantener la compostura.
El doctor entra, me mira de reojo con algo de extrañeza.
—Hola doctor, él es mi papi y vino a verme —dice Emma con total naturalidad, como si nada fuera extraño en la situación.
El doctor me hace tensarme; su familiaridad con la niña me irrita, pero no puedo negar que me preocupa.
—Piensa en lo que te dije, Valentina —le dice, y no puedo contener la tensión que me recorre el cuerpo. ¿Qué le dijo? ¿Que debe “pensar” en algo relacionado conmigo?
—Todo bien —me pregunta Julián, percibiendo mi enojo mientras Valentina y su hija salen de la clínica.
—¿Te ayudó? —interroga Julián, pero la pequeña me mira y me dice:
—Quiero que me cargue mi papi.
Sin dudarlo, la tomo de los brazos de su madre y salimos del hospital. Su peso es ligero, pero la responsabilidad que siento me aplasta.
—Tómate mañana —le digo a Valentina, intentando mantener la autoridad.
No dice nada, pero su silencio lo dice todo.
—Hey, mañana quédate con tu hija —insisto, tomando su mentón suavemente para que me vea.
—Se dice “quédate con nuestra hija” —corrige Emma, somnolienta, y sé que ella y Julián ya tramaron algo.
Las acompaño hasta su carro y las veo irse. Julián me da un golpe en la espalda y suspira:
—Esa niña está grave.
—Mándame su expediente —le digo, tratando de controlar la inquietud.
—¿De dónde lo saco? ¿Me meto y lo robo o qué? —responde serio.
—Siempre andas de chismoso, arréglatelas —replico mientras avanzo hacia mi carro, conduciendo directo a casa de mis padres.
Al llegar, la primera que sale es mi madre.
—Para solo ir a dejar a tu secretaria tardaste mucho —dice, con ese tono de juicio que nunca desaparece.
—Madre, buenas noches —respondo, frío y calculador.
Paso directo al jardín, donde mi padre suele estar.
—¿Qué crees que haces? —me increpa.
—No es de su incumbencia —respondo, serio, sin mirar atrás.
—Paseándote con esa mujer que conoces hace unos días y con la hija de quién sabe quién —continúa, la tensión en su voz palpable.
—Nunca he tenido que pedir permiso ni a ti ni a nadie. Soy libre de hacer lo que quiera —respondo firme.
—Me prometiste algo —agrega, levantándose y acercándose.
—Y lo cumpliré —digo, manteniéndome firme.
—Lo sé, sé que tienes palabra —me dice, poniendo su mano en mi hombro—. Sé que lo cumplirás porque sufriste en ese internado, sufriste conmigo en la cárcel, sufriste al ver a tu madre humillada… esas lágrimas que nuestra familia derramó haremos que las de ellos sean infinitas. Esa familia pagará por lo que nos hicieron. En esta vida, estamos aquí solo por venganza; después, podrás hacer lo que quieras. Ahora te quiero enfocado en esto, y para eso no quiero distracciones. Despide a esa secretaria que te consiguió Julián.
Coloco mi mano sobre la suya, viéndolo a los ojos, el mismo azul que heredé de él.
—No lo haré. Descansen.
Le doy la espalda y camino hacia la salida.
Mi madre me llama:
—¿Quiénes son ellas? ¿Por qué dijo la niña que éramos sus abuelos? Estoy tranquila porque sé que no tienes una hija, ¿verdad? Y además, te casarás con Alexa, ¿verdad?
—¿No serías padrastro, verdad? —me pregunta, dudosa, al ver que camino hacia mi carro.
Abro la puerta y subo.
—Armando, ¿nunca lo serías, verdad? Responde —insiste.
Ella se queda con la duda, y eso es suficiente. No soy un crío al que le digan qué hacer; nunca lo he sido, nunca lo seré.
Pero a mi mente vuelve la imagen de Emma en ese hospital, somnolienta y débil, y la de Valentina, con los ojos llenos de miedo… y algo dentro de mí se tensa.
Ahora se le va a complicar la vida a Valentina.
Y tan chismoso, si claro ella está viajando ? /Awkward//Awkward/