El amor es el único sentimiento capaz de traspasar cualquier barrera o prejuicio impuesto por la sociedad, ya sea por diferencia de edad, religión, estatus o clase social, aunque a decir verdad muy pocos son los valientes que deciden dar ese paso de fe y confesarse ante esa persona que considera un imposible.
En esta historia el protagonista descubrirá que su amor no es tan inalcanzable como creía, ya que Lucia lo admira en secreto, porque sabe que a pesar de que Danilo es un soltero empedernido, un conquistador nato que le rehúsa al compromiso con ella es diferente.
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Capítulo N°7
Era cerca del mediodía, cuando Danilo despertó aturdido, tenía una terrible resaca que apenas le permitía abrir sus ojos, pero cuando finalmente lo hizo, se sorprendió de estar en su antiguo cuarto, el cual usaba cuando era un adolescente y que desde entonces le pertenecía. Con lentitud intentó incorporarse, pero fue en vano, se sentía mareado y su cuerpo parecía no obedecer así que volvió a recostarse sobre el suave colchón, y mirando el techo se sintió miserable. Con pereza estiró su brazo y rozó el portarretrato con la foto de Lucia e inmediatamente pequeñas imágenes de la noche anterior vinieron a su mente.
—¿Maldición, ¿qué hice? Dimitrio me va a matar! —exclamó mientras frotaba su frente intentando aliviar el dolor de cabeza que sentía.
A lo lejos, las risas de unos niños se camuflaban con los agudos ladridos de un perro. Danilo, se giró en la cama y cubrió su cabeza con una almohada con la esperanza que todo fuera una horrible pesadilla, un mal sueño, uno más de los tantos que últimamente lo aquejan, sin embargo la voz de Loreta firme y autoritaria retumbó en el pasillo confirmando que todo era real y no estaba soñando.
Al fin decidió levantarse y enfrentar a su amigo de una vez por todas, al fin y al cabo no ganaba nada escondiéndose como un cobarde en su antigua habitación.
Por varios minutos permaneció bajo la ducha, refrescando su cuerpo y aliviando su jaqueca con agua helada, pero entonces golpeó con ira los cerámicos al comprender que estaba acabado, un simple error lo alejó de su pequeña y ahora por confesar sus sentimientos perdería a su familia.
Una vez que se vistió, revisó su celular y descubrió que tenía varias llamadas de su pequeña y al leer su mensaje su corazón se hizo trizas en mil pedazos. Con dedos temblorosos le respondió.
…"De acuerdo pequeña, tienes mi palabra de honor que intentaré arrancarte de mi mente, solo deja que Roberto haga su trabajo y me quedaré tranquilo y no volveré a acercarme a ti, aunque eso me destruya por completo"...
Con lágrimas en sus ojos envió el mensaje, sintiendo un profundo dolor en su pecho al renunciar a lo único que realmente amaba en esta vida.
El mensaje tenía un solo tílde lo que significaba que ella aún no lo recibía y la duda se hizo presente, todavía podía eliminarlo, sin embargo guardo el celular en su bolsillo e intentó calmar su impulso de llamarla, decirle lo que sentía y al fin terminar con esta agonía que lo consumía por dentro. No, no podía cometer más errores como si fuera un adolescente, no debía actuar por impulso y debía calmarse. Solo tomando distancia y aclarando su mente algún día podría tomar un avión a Brasil, para explicarle sus verdaderos motivos y decirle porque se había comportado como un idiota, pero por ahora eso era imposible. Ella merecía ser feliz y aunque le doliera el alma saber que estaba a miles de kilómetros, debía dejarla en paz.
Desahuciado se dirigió al comedor donde sabía que se encontraría a toda la familia reunida alrededor de la gran mesa, almorzando como todos los días. Dimitrio se encontraba sentado en la cabecera como era la tradición; Loreta se sentaba en el otro estreno de frente a su esposo; mientras que los niños se ubican uno a cada lado de la mesa, Noah a su derecha y Liss a su izquierda.
—Buenos días —saludó Danilo sin mucho ánimo y se encontró con la mirada penetrante del dueño de casa.
—Buenos días, Danilo, espero que hayas descansado. Estos niños no dejaban de gritar en el pasillo detrás de su perro —comentó Loreta mirando a sus hijos con reproche.
—No te preocupes, descansé muy bien.
—Toma asiento —ordenó Dimitrio al ver como dudaba.
Danilo obedeció, se sentó junto a Noah y sin dejar de mirar su plato esperó a que le sirvieran la comida.
El almuerzo transcurrió entre risas, conversaciones sin sentido y alguna que otra broma entre hermanos, sin embargo la nostalgia invadía el corazón de Danilo al mirar al frente y ver la silla vacía que habitualmente ocupaba Lucia. Sin probar ni un bocado levantó la vista hacia Loreta, ella parecía no estar enfadada y al girar el rostro hacia su amigo obtuvo la misma impresión. Quizás era cierto y todo fue un mal sueño pensó, entonces se relajó por un instante hasta que escuchó a Loreta hablar de su hermana.
—Cariño, estoy preocupada y te juro que voy a matar a Lucia cuando la tenga en frente de mis narices, la muy ingrata me prometió que me llamaría apenas ponga un pie en tierra firme y no lo hizo. Juega con mis nervios y eso no se lo voy a perdonar.
—Tranquila amor, recuerda que está en un lugar inhóspito y sin comunicación.
—Lo sé y eso es lo que realmente me preocupa.
Danilo estaba en silencio, hasta que finalmente intervino en la conversación para darle tranquilidad a su mejor amiga.
—Ella está bien, de mal humor pero bien—dijo al fin.
—¿Cómo lo sabes?—inquirió Dimitrio.
—Me envió un mensaje cuando llegó a Brasil.
— ¿Por qué te escribió a ti y no a mí que soy su hermana? —preguntó Loreta sintiéndose ofendida.
—Solo me mandó al carajo al descubrir que le puse seguridad privada —confesó encogiéndose de hombros e inclinando su espalda contra el respaldo.
Loreta estaba a punto de darle un bocado a la carne cuando detuvo su tenedor a mitad de camino, entonces lo apoyó sobre el plato y luego mirando a sus hijos ordenó
—Niños, vayan a alimentar a su perro y no regresen hasta el postre o hasta que le hayan puesto un nombre.
—Sí —gritaron los pequeños emocionados y salieron corriendo del comedor.
Loreta comenzó a golpear la mesa con sus largas uñas perfectamente esculpidas y mirando a ambos hombres, conteniendo la furia que sentía por estar en esta situación preguntó
—Danilo, ¿por qué mi hermana tiene custodia? Lucia quería vivir una experiencia alejada de todo el mundo de la mafia. Quería sentirse libre de hacer lo que quisiera y yo le di mi palabra que lo haría.
—Eso es una tontería y lo sabes, ella no puede estar desprotegida, tu esposo tiene nuevos aliados en Latinoamérica y por ende también nuevos enemigos, ¿qué crees que pasaría si saben que la cuñada de Dimitrio O’Connor se encuentra sola en medio de la selva?—preguntó levantando una ceja.
—Debiste consultarme, ella es mi hermana, mi responsabilidad, no la tuya y lo sabes —protestó.
Dimitrio quería evitar más desacuerdos entre los amigos, así que mirando a su esposa habló con claridad.
—Loreta, por más que no nos guste lo que hizo Danilo, él tiene razón. Lucia es un blanco débil y fácil y lo pueden usar en nuestra contra —luego dirigiéndose a su mano derecha preguntó—. ¿Cuántos hombres la están custodiando y quién está a cargo de la misión?
Danilo se sorprendió de que Dimitrio lo apoyara en este asunto, entonces mirando al líder de la mafia respondió.
—En total son doscientos hombres, treinta se encuentran en el campamento junto a su jefe y para no levantar sospecha entre la pequeña comunidad, se hacen pasar por pasantes de otras universidades y becados. El resto están en la ciudad en varias casas de seguridad, ellos son los encargados de vigilar con drones y cámaras de seguridad el perímetro, en espera de algún posible ataque —explicó con la misma eficiencia que siempre lo caracterizaba—. El líder de la misión es Roberto, un hombre de mi absoluta confianza.
—Muy bien, me parece perfecto, solo asegúrate que Lucia se comunique una vez por semana y quiero un reporte de su estado cada tres días —ordenó Dimitrio cortando su filete.
—De acuerdo, hablaré con Roberto y le daré tus instrucciones—dijo y se puso de pie—. Ahora si me disculpan, tengo que regresar a mi casa.
—No tan rápido, aún debemos hablar sobre algo que pasó anoche o mejor dicho esta mañana —habló Dimitrio y le guiño un ojo a su esposa buscando complicidad.
Danilo sintió como la voz gélida de su amigo le calaba lo más profundo de su alma, sin embargo lo miró directo a los ojos, sabía que había llegado el momento que tanto estaba evitando pero que ya no podía negar, así que asintió con un movimiento de cabeza, tomó asiento nuevamente y esperó a que su jefe terminará de almorzar.
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