𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.
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Capítulo 24
Con cada día que pasaba, notaba cómo el hospital parecía contener un secreto en cada esquina.
A diferencia del día, donde todo estaba estructurado y bajo control, la oscuridad de la noche desdibuja los límites. Transformaba los pasillos en caminos inciertos y las habitaciones en sombras vivientes.
Estaba aprendiendo a moverme en ese mundo, donde las reglas se volvían maleables, donde la tensión y la calma se mezclaban en un equilibrio precario.
Y ésa noche, había elegido a mi próxima víctima para acompañarme en el recorrido.
Lo encontré en su habitación, recostado en su cama con la mirada perdida en el techo, un brazo descansando detrás de su cabeza y la otra mano tamborileando con impaciencia sobre la sábana.
—Ethan —llamé suavemente desde la puerta.
Él giró la cabeza lentamente y arqueó una ceja al verme allí de pie, esperándolo.
—¿Qué te trae por aquí a estas horas, Kang? —preguntó con un tono que sugería más interés del que pretendía.
Me recargué levemente en el marco de la puerta, cruzándome de brazos.
—Voy a dar un paseo por el hospital... Pensé que tal vez te gustaría acompañarme.
Hubo un silencio breve y luego, la sonrisa de Ethan se extendió con una mezcla de sorpresa y algo más... Algo peligroso.
—¿No debería ser yo el que te invite a una cita, Kang? —tenía esa cadencia seductora, perezosa, como si estuviera probando el peso de sus palabras antes de lanzarlas.
Rodé los ojos, pero no aparté mi atención de él.
—Te estoy invitando a caminar —le reproché — ¿vienes o no?
El pelirrojo dejó escapar una pequeña risa antes de incorporarse con calma.
—Eso es una lástima —murmuró —, porque si fuera una cita, sería mucho más interesante.
Se acercó con movimientos fluidos hasta quedar a un paso de la puerta. No invadió mi espacio del todo, pero se aseguró de que sintiera su presencia.
—Vamos —dije, sin ceder terreno —, antes de que cambie de opinión.
Ethan sonrió, divertido, y me hizo un gesto para que lo guiara.
—Después de ti, enfermera.
Nuestros pasos resonaron suavemente contra el suelo pulido, un eco solitario en el silencio del hospital.
A diferencia de Jay, que caminaba con un aire relajado pero vigilante, Ethan se movía con una perezosa despreocupación, como si cada paso que daba fuera calculado para transmitir que nada realmente le importaba.
Pero sabía que eso no era cierto.
Lee observaba todo.
Cada sombra, cada reflejo en los ventanales oscuros, cada leve movimiento en la periferia de su visión.
Y sobre todo, la observaba a ella.
—No esperaba que me eligieras para esto —comentó de repente, rompiendo el silencio con un tono tranquilo.
—¿Por qué? —giré la cabeza hacia él.
—Porque sé que no confías del todo en mí.
Tardé un segundo en responder.
—Confío lo suficiente...
Soltó una risa baja.
—¿Y qué significa "lo suficiente"?
—Significa que sé que no harás nada estúpido —sonreí — no eres tan estúpido.
Me miró con una expresión indescifrable antes de negar suavemente con la cabeza.
—No sé si debería sentirme halagado o insultado.
Me encogí de hombros con una leve sonrisa.
—Tómalo como quieras.
Caminamos en silencio por un rato más, hasta que Ethan se detuvo frente a una de las ventanas del pasillo.
Se quedó mirando su reflejo, pero más que eso, se quedó mirando mi reflejo a su lado.
—¿Te has sentido atrapada aquí? —preguntó, su voz más baja esta vez.
Me crucé de brazos y observé mi propio reflejo en el vidrio.
—¿Por qué lo preguntas?
Ethan ladeó la cabeza, evaluando a través del reflejo.
—Porque eres la única persona que está aquí por voluntad propia.
Lo miré.
No, no estaba allí por voluntad propia, sentía que en cierta manera estaba obligada.
Debía estar allí, la vida de Kai depende de mí.
Debía estar allí... Ellos también dependían de mí.
—¿Y tú? ¿Te sientes atrapado?
Él sonrió, pero no respondió de inmediato.
—He estado atrapado toda mi vida —murmuró finalmente — pero eso no significa que quiera salir.
—¿Por qué no? —fruncí levemente el ceño.
Ethan inclinó la cabeza y giró el cuerpo lo suficiente para verme directamente.
—Porque algunas jaulas son más seguras que la libertad.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
...«Joder de tantos escalofríos me va a dar Parkinson»...
Pero en lugar de demostrarlo, sólo sostuve su mirada.
—¿Y crees que este lugar es seguro?
Sonrió lentamente.
—Para mí, tal vez... Pero para ti, no tanto.
El silencio se hizo más pesado.
No era una amenaza, pero tampoco era una mentira.
—Sigamos caminando.
El pelirrojo me siguió sin protestar, aunque su sonrisa no desapareció del todo.
Después de un rato, decidí hacerle una pregunta diferente.
—Si pudieras estar en cualquier otro lugar en este momento... ¿Dónde sería?
Sé qué fingió pensarlo.
—Eso es fácil —respondió con una sonrisa lenta — en cualquier lugar donde estés tú.
Solté una risa irónica.
—Eso es una respuesta vaga.
—Es una respuesta sincera.
Negué con la cabeza, pero no insistí.
—¿Y tú? —preguntó Ethan — ¿dónde estarías si no estuvieras aquí?
Me silencié por un momento antes de responder.
—En casa... Con mi hermano.
Lee arqueó una ceja.
—Eso tampoco es una respuesta muy específica.
—¿Desde cuándo eres tan exigente con las respuestas?
Él sonrió.
—Desde que me interesan.
Hubo algo en su tono que me hizo sentir como si estuviera pisando un terreno inestable.
Pero antes de que pudiera responder, Ethan se detuvo de nuevo, esta vez en medio del pasillo.
—¿Sabes qué es lo curioso?
Esperé.
—Que podríamos seguir caminando toda la noche, y aún así, este hospital nunca se sentiría más pequeño.
—¿A qué te refieres?
Inclinó la cabeza, evaluándome con esa mirada indescifrable suya.
—A que en este lugar los espacios son irrelevantes.
—¿Por qué? —entrecerré los ojos.
—Porque lo que importa no es dónde estamos, es quién está con nosotros —sonrió lentamente.
Sentí mi corazón latir un poco más fuerte, pero no dejé que eso se me reflejara en el rostro.
—¿Eso significa que te gusta mi compañía?
Ethan dejó escapar una risa baja.
—¿Y si te dijera que sí?
Sostuve su mirada.
—Entonces tal vez esta caminata no fue una mala idea.
Sonrió, pero esta vez, había algo más en su expresión.
Algo que no estaba seguro de si quería ocultar o hacerme notar.
—Oh, Aerin... —murmuró con una voz que rozaba lo íntimo — creo que empiezas a entender.
Pero no respondí, y él no volvió a hablar en lo que restó del recorrido.