Que pasa cuando la rivalidad y los problemas empieza por una herencia? Fabián pensaba casarse con Tania pero está huye un día antes de la boda no quedandole otra alternativa que tomar a la hermana de Tiana. Diana una chiquilla que tenía muchos planes pero en ningúna de ellas estaba casarse con un CEO cruel y calculador, poco a poco se va dando cuenta que su hermana no era lo que ella creía, hay solución? claro que sí, un hijo esa en la condición para que ella pueda ser libre antes del año, pero todo toma un giro inesperado.Esta novela no es para todo público, sobre todo leerla como lo que es UNA NOVELA.
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Alguien diferente
FABIAN
Estoy sentado en mi oficina y mi padre está frente a mí.
—Sé que Tania fue la única mujer con la que te vi diferente. Tu madre y yo estábamos felices por ti —dice.
No respondo. Solo observo el lapicero entre mis dedos.
—Cuando ganes, podrías casarte con Tania, si eso es lo que quieres —añade antes de salir.
El chofer me informa de todo lo que hace Diana. Ahora está en su trabajo y luego irá a la plaza con sus compañeras, aunque no suele tardar.
Me avisan que ya regresó al departamento. Guardo mis cosas y salgo. Estoy a punto de subir a mi carro en el estacionamiento cuando alguien me habla. De inmediato, mi guardaespaldas se pone alerta. Generalmente, cuando estoy en la empresa, solo uno me acompaña; los demás vigilan desde lejos.
—Si querías hacerme sentir mal, lo lograste —me dice Tania, con los ojos hinchados y un moño mal hecho—. No he podido dormir. Solo pienso en ti, en lo que hiciste anoche delante de todos. Para que yo te diera un beso, me llevó años... ¡Y anoche besas a ella como si nada! Si querías verme mal, mírame… así estoy.
La observo. Me siento incómodo al verla así.
—Dime que la besaste pensando en mí. Sé que cuando estás con ella, me imaginas a mí. Por eso es más fácil para ti, por el parecido que tenemos. Te amo, Fabián. Te esperé hoy en nuestro departamento…
Subo a mi carro y me quito la corbata. El chofer espera mi orden.
—Al departamento de Tania —le indico.
Cuando llego, entro y me sirvo un whisky. Dejo mi chaqueta sobre el sillón y me siento. La observo entrar. Cuando me ve, se alegra.
—Iré a bañarme y me arreglaré para ti —dice antes de correr al baño.
Me niego a aceptar que me gusta estar con Diana. Una chiquilla que, cuando nos divorciemos, se irá con otro y le mostrará todo lo que aprendió conmigo en la cama. Solo imaginarlo me enoja. ¿Qué mierda hago pensando en ella?
Tania baja con un vestido corto. Se pone frente a mí y baila. Me encantaba cuando hacía eso. No me imagino a Diana haciendo algo así por mí, y menos vestida de esa manera.
Tania intenta besarme, pero no lo permito. Se agacha, baja el cierre de mi pantalón, saca mi miembro y empieza a chuparlo. Lo mismo le hará a Lucas, pienso. La observo mientras lo hace. A pesar del parecido con su hermana, Diana tiene los ojos de una chiquilla sin idea de nada, y eso me provoca aún más deseo. Imaginar cómo llora cuando está por venirse me hace cerrar los ojos. La sujeto con fuerza y termino en su boca. Me levanto y me acomodo el pantalón.
—¿No hay un premio? —pregunta acercándose a mí como una cachorra buscando caricias. Me abraza y besa mi cuello. La alejo.
—Tengo cosas que hacer —le digo, y salgo del departamento.
Subo al carro. Ya adentro, cierro los ojos. Me duele la cabeza. Diana es mía. Puedo hacer con ella lo que quiera, y aun así, estoy con su hermana solo para quitarme las ganas de lo que realmente quiero hacerle a ella. Pensar en Diana me jode. No quería encapricharme… pero ya está en mi cabeza. Solo será un año. Si queda embarazada antes, dejará de ser mía más pronto.
Llego al departamento. Suspiro antes de entrar. Es la 1 de la mañana. Entro a la habitación y ahí está ella, dormida. Me meto a bañar. Recibo un mensaje: mi abuelo quiere que lleve a Diana al mediodía.
Me acuesto a su lado y la acomodo como siempre.
Al despertar, estoy solo en la cama. Voy al baño y luego bajo. Escucho su voz en la cocina:
—Ahorita lo despierto —dice.
Llego al comedor. Ahí está mi abuelo.
—Ven, pequeño Fabi —me dice.
—No me digas así —respondo entre dientes, sentándome a su lado.
—Te llamo como siempre te he llamado.
—Cuando tenía cinco años —le contesto.
Diana me sirve café. La miro, pero ella evita mi mirada.
—¿No tienes empleadas? Si es así, ya ganaste, porque se nota que necesitas dinero —dice mi abuelo riendo. Diana lo mira sin entender.
—Hoy es mi día de descanso. No tengo clases, así que le di libre a la cocinera —responde ella.
—Sí que necesitas dinero. Mira nada más, poner a trabajar a tu esposa —insiste, y yo la miro molesto.
—¿Qué haces aquí? —le digo.
—Te mandé mensaje y no respondiste.
—Pudiste llamar —respondo.
—Entonces… ¿irán?
—Sí —le digo.
Se levanta.
—Gracias, Diana. Los veo allá. Ahora iré a ver a Lucas y Tania, ayer los vi mal. ¿Tienen casa aparte o viven con sus padres?
—Fabián lo puede acompañar, él sabe dónde encontrar a mi hermana —dice Diana. La miro, molesto.
—Me imagino que sí. Antes fueron novios, investigué todo —agrega mi abuelo. Y se despide—. En fin, ya me voy.
Lo acompaño a la salida. Diana sube rápido las escaleras. Yo observo cuando el carro de mi abuelo sale y el portón se cierra.
Ella pasa a mi lado con su bolso, intentando irse. La sujeto del brazo.
—Nos vemos al mediodía en casa de tus abuelos —me dice.
—Yo creo que no —le digo.
La hago entrar. Se resiste, pero no la suelto. Cierro la puerta.
—¿Qué mierda fue eso de “Fabián la puede acompañar” y no sé qué más? —le reclamo.
—Solo dije la verdad —responde, conteniendo la risa. Muerde su labio.
—¿Estás celosa? —le pregunto.
—Ya quisieras —dice.
Me acerco. Ella desvía la mirada, pero la sujeto para que me vea.
—Dime que no tienes celos de tu hermana. Dime que no te molesta que se me acerque.
Entonces reacciona y se me lanza encima. Me besa. Estoy agachado y ella acaricia mi abdomen. Me pongo recto y la cargo para quedar a su altura. Su espalda queda contra la pared, sus piernas alrededor de mi cintura. Sus labios no dejan de besarme. Me froto contra ella para que note cómo me puso. Me encantan sus labios y su cuerpo. No me pienso cohibir. Si quiero tenerla en mi cama todo el día, así será. Al fin y al cabo, se supone que es mi esposa.
Subo con ella sin soltarla. Ya en la cama, intenta que me acueste, pero no lo permito. Siempre soy yo quien está arriba.
Lleva una falda corta y un top sin brasier.
—¿A dónde ibas así? —le digo.
Meto los dedos bajo su falda. Lleva una tanga diminuta.
—Responde, ¿a dónde ibas así vestida?
—Solo me puse eso a las carreras —responde.
—Más vale que estés diciendo la verdad.
Nunca imaginé que usaría ropa así.
—¿Usabas ropa así en tu casa? ¿Ya habías usado algo así antes? —le pregunto con la voz ronca.
—No. Fui con mis amigas del trabajo a una tienda y me gustó. Nunca había usado algo así —responde.
Yo no suelo hacerle sexo oral a las mujeres con las que he estado. Ellas me hacen terminar y yo les devuelvo los orgasmos. A Tania solo le permitía los besos. Fueron contadas las veces que la dejé subirse.