Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Detective
Esa mañana, la luz entraba por el gran ventanal, recordándome un día menos para que mi bebé nazca. Mi madre, antes de ir a la cafetería, dejo prendida la ducha. Me quite lentamente la ropa y me puse la bata; fui al baño. Descubrí mi cuerpo pálido y débil, deje caer la bata para someter mi cuerpo bajo el agua que corría. De pronto, sentí que alguien me espiaba.
—Mamá... ¿Sos vos?— apenas grité.
Detrás de la puerta mi esposo con mucha transparencia derramaba un par de lágrimas. No sabía como esconder ese dolor, no sabía como curar toda esa enfermedad que de a poco me llevaba y me arrastraba consumiendo mi cuerpo.
Volví a ponerme la bata y salí. Mi esposo estaba apoyado en la pared, sentado en el suelo, intentando calmar su llanto.
—¿Por qué no me dijiste que estabas enferma?— me dijo, mirándome directamente a los ojos y secando sus lágrimas.
No podía contestarle, no estaba preparada para este momento.
Se puso de pie parándose frente a mí —¿Qué mierda haces aquí?— gritó.
—¡No me grites!...— le respondí derramando lágrimas de mis ojos.
Aidan me envolvió entre sus brazos. El rubor volvió a mi rostro, no sabía que tipo de sensación era esta, pero estaba segura de que no quería apartarme de su lado. Por un periodo breve quería sentir lo que todas las mujeres sentían cuando estaban con el hombre que amaban. Le robé un beso, un beso que tanto había anhelado, este beso tendría capítulo, y su capítulo sería amor.
Un impulso me obligó a apartarme de él.
—¿Estás bien?— me pregunto con una voz dulce.
Al mismo tiempo alguien tocaba la puerta.
—Buenos días. Soy el detective Dante, me gustaría hacerle algunas preguntas a la señora— dijo el detective, cuando Aidan abrió la puerta.
Era consciente de que esto pasaría en cualquier momento. Era tiempo de que Aidan supiera con quién estaba casada en realidad.
—Pase detective, puede preguntarme lo que usted desee— le dije haciéndole pasar.
—Lamento mucho venir en estas circunstancias, pero lo que encontramos en el edificio donde vivía, es terrorífico.
—Siéntese por favor.
No podía ir detenida, mi hijo aún no había nacido. Tenía que inventar una historia creíble.
—¿Usted era la esposa de Axel Correa?
—Si— conteste firmemente.
—¿Sabía que lo encontraron muerto y cortado en pedazos con una amoladora?
—¡Qué es lo que está diciendo, detective!— dije con gran asombro. —Muchas veces quise que Axel estuviera muerto, pero no de esta manera— continué tomándome la cara para calmar mi llanto fingido.
—¿Por qué quería que estuviera muerto?
—Porque no era un buen esposo. Desde que me case con él, solo sufrí maltratos y violaciones.
—¿Por qué no le denunció?
—Por qué tenía miedo. Tengo perdida de memoria a causa de mi tumor cerebral y algunos problemas mentales. Siempre me trató de loca y me decía que si yo hacía algo contra él, me internaría en un hospital psiquiátrico. No quería estar en medio de más personas como yo. Quería estar en mi casa y ver a mis padres.
—¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
—Hace siete meses más o menos.
—¿Qué pasó ese día?
—Ese día estaba violando a Martina, la hija de mi jefe del trabajo, enloquecí y lo golpeé con un florero el salió corriendo y luego no lo vi más.
—¿Por qué no puso la denuncia?
—Como le dije, tengo perdida de memoria, lo que le esté contado en este momento puede ser real o no. O quizás una alucinación mía. Como le dije, tengo problemas mentales. ¿Usted puede decirme como puedo ayudarlo?
—Tengo entendido que el señor Axel era dueño del edificio.
—Así es.
—Actualmente, usted sería la dueña de ese edificio, podría autorizar a los de seguridad si podrían facilitarnos las grabaciones.
—Claro. El encargado del edificio le ayudará con eso.
—Si tenemos alguna duda, ¿podremos venir a molestarla?
—Si es que mi tumor no me mata antes. Claro.
Aidan estaba presenciando el episodio más oscuro de su vida. Su mente no captaba todo lo que había escuchado. Me miró con mucha atención, mientras yo cerraba la puerta después de despedir al detective. Me senté a su lado.
—¿Te da miedo estar a mi lado?— le pregunté tomando su mano.
—¿Desde hace cuanto tienes problemas metales?— respondió con otra pregunta.
—Estoy a un paso de la muerte. Todos los días por las noches la muerte respira a mi lado. Le pedí que me diera un poco más de tiempo, porque quiero que nuestro bebé nazca bien.
—Irina, dime desde cuándo estás enferma.
—Desde siempre. Toda mi vida vengo luchando con esta maldita enfermedad. Esa mañana que me entregue a vos, pensé que eras André. Te confundí.
—¿Hubiese preferido que fuera él?
—A través de mi demencia te conocí, y no, no cambiaría por nada esa mañana.
—¿Quién mató a Axel?
—No quiero hablar de eso.
—Si quieres proteger a nuestro hijo, necesito la verdad.
—¿No vas a huir?
—No. Solo quiero cuidarte.
—¿Por qué quieres cuidarme?
—Porque te amo Irina. Quiero que de una vez por todas lo entiendas. No me importa si me olvidas, porque yo siempre haré que me recuerdes.
Nunca había sentido el amor tan de cerca. No existía la perfección; pero con Aidan, ahí a mi lado todo era perfecto.
—Aidan, perdóname. Quise que me odiaras para no arrastrarte a toda mi mierda, pero lo único que hice fue lastimarte. Perdóname mi amor.
—Te perdono, pero prométeme que vas a luchar contra esta enfermedad y vas a vivir.