No todo puede ser color de rosa, ¿O si?
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¿Rival?
Decir que Camila estaba furiosa era poco, insultó a Alexander de todas las formas posibles, más a él no le importó. Ella trató de seducirlo de todas las maneras que conocía, pero tampoco sirvió de nada.
Alexander hizo su maleta nuevamente y pronto se fue al aeropuerto. Dejando a Camila con Lucas, pues ella no quería irse aún, y él ya no iba a perder el tiempo con ella.
Él, ahora mismo, sólo podía pensar en su familia, en lo injusto y cruel que había sido. En lo idiota que fue por haber ido a por una amante, cuando en casa tenía una esposa amorosa, la misma que siempre ha estado a su lado, aquella con quién atravesó la adversidad. Y también tenían a su pequeña bebé, la misma niña con la que él había sido muy malo recientemente.
Alexander sabía que tendría que suplicar de rodillas, sabía que no sería nada fácil recuperar a su familia. Pero también sabía algo más, sabía que no quería perderlas por nada ni nadie.
—Sólo esperen, mí reina, mí princesa... Estoy de regreso.
Pero él jamás hubiera imaginado, que mientras se subía al avión para regresar a su hogar con su familia, Camila estaría preparando su venganza.
Pues la mujer ahora no sólo tenía el ego herido, también tenía su corazón roto, porque se había enamorado de Alexander y creyó torpemente que el sentimiento era recíproco. Pensó que él la escogería a ella, porque seamos honestos, ¿Quién querría volver a casa con una mujer gorda, aburrida y desalineada? Eso era lo que Camila pensaba y se negaba a aceptar.
Pensaba que la belleza lo era todo, por eso para ella perder no era una opción, se vengaría, eso es seguro. Y le daría dónde más le duele, en su familia.
Luego de un largo vuelo, Alexander finalmente llegó a Manhattan y, aunque sentía felicidad de poder estar de regreso, la incomodidad y culpa se intensificaban con cada paso que daba.
Él había cometido un error, el peor error para un matrimonio. Se dejó llevar por la lujuria y el placer, pues es lo que le sacaba de la monotonía aburrida. Se sentía un canalla, y lo era.
Necesitaba consejos antes de ir a ver a su familia, entonces, decidió llamar al hombre con quién debió haber hablado desde un principio; llamó a su padre.
—¿Ya pensaste bien qué hacer? –la voz fría de su padre lo hizo cerrar los ojos con vergüenza–.
—Sí papá, lo hice... Ya estoy en Manhattan.
—Me alegra que hayas recapacitado, más no te digo que será fácil convencer a tu mujer de que se quede contigo. Porque, según lo que he visto y oído recientemente, tu rival amoroso es muy formidable.
Eso fue una bofetada en la cara para Alexander, ¿Rival amoroso? ¿Acaso había alguien interesado en su esposa? Él comenzó a sentir una horrible sensación de celos e incomodidad, como si quisiera vomitar pero sin hacerlo.
¿Acaso Victoria también había sentido esa sensación horrible? Ahora no podía dejar de pensar en ella, mucho menos en su nuevo candidato, pues, ¿Quién era ese hombre?
—¿Rival? ¿Qué estás diciendo, papá? Victoria no es ese tipo de mujer –el hecho de que insinuara que tal vez mí esposa tuviera alguna relación aparte de mí, me llenaba de rabia–.
—Pues yo pensaba que tú no eras ese tipo de hombre, y aquí estamos –sin duda, para Alexander, su papá siempre sabía cómo dar golpes bajos–. Sólo te diré una cosa, no pretendas hacerte ahora el "esposo y padre perfecto" porque no lo eres. Si quieres recuperar a tu esposa, hazlo bien.
—Si papá.
—Y no quiero volverte a ver con esa asistente, vas a despedirla y de ahora en más sólo trabajarás con hombres. Porque apenas vas empezando en esto, pero yo tengo maestría en infidelidad y ella buscará todos los métodos posibles para poder arruinar tu matrimonio ahora que elegiste a tu esposa.
Sus palabras eran duras y por nada en el mundo debería sentirse conmovido por eso, pero al menos, se sentía bien saber que su papá lo apoyaba en un momento como éste.
Alexander es uno de los mejores abogados de Manhattan y tiene contactos en todo el mundo, su padre es juez, está demás decir que si Victoria quiere el divorcio, no le será tan fácil como ella cree.
—Si papá, me iré ahora, adiós.
Se subió a un taxi y se detuvo en la primera florería que vió, su pequeña princesa amaba los girasoles y su reina amaba los jazmines. Compró un ramo para cada una, y comenzó a sonreír, pues sabía que a ellas les encantaría.
Regresó al taxi y se dirigió finalmente a su hogar, estaba emocionado y aterrado, pues, ¿Qué explicación le daría a esposa e hija? Tenía mucho por compensar.
Mientras caminaba hacia la puerta principal, se detuvo al oír risas fuertes provenientes de la casa, él conocía ese sonido, era su princesa y su esposa. Sonrió, creyó que estaban jugando juntas, entonces decidió acercarse a uno de los ventanales para poder verlas mejor.
Su sonrisa se borró al instante en que las vió, pues ellas no estaban solas, estaban jugando con Cédric. Su princesa estaba en la espalda de su hermano, y el muy bastardo tenía el brazo al rededor de la cintura de su esposa, eso le hizo hervir la sangre, ¿A eso se refería su padre? ¿Su rival amoroso era su propio hermano? No, no podía permitirlo.
Era hipócrita de su parte y lo sabía, pues el infiel aquí fue él. Más la sola idea de perder a su familia no podía soportarlo.
siempre se sale adelante 🫣🫢🤫👋🇵🇦
no te conviene siendo el mejor abogado con todo lo que tu zorra le mando a Victoria tiene las de ganar y tu que eras embarrado