El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?
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Capítulo 23
Yo no lo sabía pero Rub cortaba todos los diarios de mis entrevistas, fotografías y noticias mías. También tenía en su laptop una carpeta con todos los videos que conseguía del internet. ¡¡¡Él era mi fan número uno y yo lo ignoraba!!! Ya saben que mi enamorado se ponía furioso cuando le hablaba de las carreras de autos, me decía que era un deporte muy peligroso y que detestaba viéndome manejar a gran velocidad, sin embargo, en secreto, almacenaba todos los videos que encontraba en la web y recortada los reportajes, entrevistas e informaciones que hallaba en los diarios y los pegaba en un álbum que se había hecho, recortando cartulinas y cartones.
Rub me había invitado a almorzar en su casa. Yo entrené toda la mañana en el autódromo de Bill y estaba con un gran apetito. Les mandé un mensaje a mis padres, informándoles que estaría con mi enamorado. Me puse muy linda, llevaba una camiseta blanca sin mangas, un jean súper pegadito y zapatillas rosadas. Como me había duchado después de la intensa práctica, dejé mis pelos resbalando sobre mis hombros como largas cascadas. Fui en mi auto hasta su casa y él ya me esperaba en la puerta con una amplia sonrisa. Me dio un gran besote en al boca. -Cada día estás hermosa, Marcela-, me dijo muy acaramelado, saboreando mis labios, deleitándose con mis besos. Sus manos, incluso, muy atrevidas, resbalaron abajito de la espalda. -Y tú cada vez estás más faltoso-, le llamé la atención, sin embargo, riéndome.
Rub ya había empezado a cocinar. -Compré todo lo que te gusta, será un opíparo almuerzo-, me dijo muy entusiasmado. Rub es buen cocinero. Siempre le encantó el arte culinario, aprendiendo de su madre que era fantástica en la cocina. Yo lo alentaba para que estudiara para chef, sin embargo él decía que la cocina era un trabajo muy esclavizante. -Prefiero hacerlo, simplemente, como un hobby-, me decía.
Siempre que me cocinó Rub yo terminaba hecha una tinaja. Tragaba, literalmente, hasta los platos y repetía no una sino tres veces y terminaba con mi barriguita inflada igual a un gran globo. Rub, muy curioso, tomaba debida nota de mis gustos y por eso en toda ocasión me hacía mis platos predilectos, con muchas frituras de diferentes sabores, una sopa de bastantes verduras y gelatina de postre. Esa tarde no fue la excepción. Apenas percibí el olor quedé eclipsada je je je, adivinando la gran comilona que me iba a dar.
-¿Y qué tal el trabajo?-, quise saber, después de colgar mi chaqueta y dejar mi cartera en su sofá. Rub es ingeniero de sistemas. Como es un hombre súper curioso se interesó en ese mundo tan complejo de la informática, el hardware y el software.
-Más o menos, los amigos están fastidiando a cada momento de que corras en la Fórmula Uno, ya sabes, es la categoría grande de los carros, es igual que el Mundial de fútbol-, me contó Rub desde la cocina.
-No les hagas caso-, le dije, mirando y admirando los cuadros grandes que tiene Rub colgados en las paredes. A él le encantan los paisajes, la naturaleza, los animales y adornó su casa con pinturas muy bonitas.
-Eso trato pero es difícil, me dicen que "tu novia es mejor piloto que tú", "ella es quien lleva los pantalones en tu relación", "con razón tú manejas bicicleta" y esas cosas-, me relató desilusionado. Rub no tiene carro, nunca aprendió a manejar y como bien imaginan, detesta la velocidad. A mí me gustó él porque su familia al igual que la mía son sencillos, humildes, modestos. su padre era albañil y pasaron muchas carencias igual que nosotros. Estudiamos juntos en la misma escuela y nos ayudábamos en las tareas, compartiendo libros porque no les alcanzaba el dinero a nuestros padres. Es otra de las razones por las que adoro a ese hombre, porque es igual que yo.
-Yo lo que pienso es que tus amigos te tienen celos de tener una novia tan linda je je je-, le dije dándole ánimos.
-¡¡¡Linda y tragona!!!-, me gritó desde la cocina. Hummmmmm los platillos no dejaban de oler deliciosos.
No quería contarle nada de lo que me había pasado en las pistas, de los celos de Brown, de que iría a correr a España y que ya había dominado el nuevo bólido preparado por Robert, tampoco de la publicidad que recibía de importantes auspiciadores. No quería hacerlo sentir mal tampoco.
-Están dando una buena película en el cine, "Enamorada de un asesino", es sobre una chica que está muy acaramelada de un hombre que resulta siendo un gran asesino y además es súper celoso porque mata a todos los que intentan seducir a ella, a su novia-, le conté a Rub.
-¿No pensarás que yo soy un asesino?-, quiso ser él gracioso.
-No eres un asesino, pero sí eres muy celoso-, le seguí el juguete.
-Vamos el sábado, entonces-, se alborozó, entonces.
Vi la puerta del estudio de Rub abierta. Como mi enamorado estaba muy entretenido cocinando, fui de puntitas a su pequeño refugio que tenía en un rinconcito muy iluminado. Allí contaba con su pequeña biblioteca, con muchos libros de informática, redes y sistemas, un escritorio y una silla, además de una laptop donde hacía parte de sus trabajos, sus programaciones y diseños.
De pura curiosa me puse a abrir los cajones de su escritorio y descubrí, entonces, el álbum que me hacía, incluso desde cuando corría en el kartismo, siendo tan solo una pequeñita. Yo participé en mi primera competencia cuando tenía apenas nueve años, ganando a chicos más grandes y que tenían mejores carros que yo.
-Te haré un estofado de pollo que hasta te chuparás los dedos, también te cocinaré un bistec muy jugoso y por supuestos muchísimas papas fritas-, me anunció desde la cocina, Rub, sin saber que estaba curioseando en sus cosas. -Te sacas del refrigerador la mostaza, la mayonesa-, me pidió.
-¡¡¡Ya lo estoy oliendo mi amor!!!-, le dije para que no sospechara nada. Yo estaba sorprendida de mi hallazgo. Todo lo había recortado mi enamorado, entrevistas, reportajes, comentarios, opiniones hasta los chismes faranduleros vinculándome sentimentalmente con artistas de la televisión y el teatro, hasta con el propio Brown, cuando en realidad ese sujeto no me quería ver ni en pintura. A Rub no le importaba eso porque sabía que yo lo amaba y mucho, de que no había otro hombre en mi vida más que él. También recortó con mucho cuidado el reportaje que me hicieron en "El Fisgón" el mismo día que me anunciaron como piloto de Fórmula Uno. Emocionada me tapé la boca y sentí mi corazón rebotando frenético en las paredes de mi busto. Las lágrimas, además, se me amontonaron en los ojos.
Abrí su laptop y como les cuento, allí estaba una carpeta con todos los videos que había conseguido en el internet, con el detalle de mis carreras y mis declaraciones, muy nerviosa, sin hilvanar bien las palabras, temblando, refugiada siempre en los brazos de mi padre. Todo estaba allí. Rub me había dicho muchas veces que odiaba que yo compitiera, sin embargo él era mi fanático número uno tanto que se había preocupado en recopilar todas las informaciones que encontraba sobre mí. Llorando, ya, sin poder contenerme, cerré su ordenador, guardé el álbum con mucho cuidado y dando brincos corrí a la cocina donde mi enamorado se afanaba para sazonar bien la cena y me colgué de su cuello. -Te amo, te amo. te amo-, le repetí mil veces como un disco rayado, emocionada y feliz por descubrir a mi mejor fan.
-Si me vas a besar tanto, entonces, te cocinaré más seguido je je je-, estaba él muy contento por mi euforia.