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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:720
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El puente roto

La madrugada se sentía distinta, cargada de un silencio demasiado denso, como si la isla misma contuviera la respiración.

El reloj del pasillo marcaba las tres y media cuando Thomas abrió la puerta de la habitación de Aiden con un chirrido áspero. No encendió la luz.

Su silueta apenas se distinguía en la penumbra, pero la voz dura que lo acompañaba no dejaba lugar a dudas.

—Levántate. Es hora.

Aiden, que apenas había conciliado el sueño después de horas de insomnio, se incorporó sobresaltado.

El frío de la noche le mordía los huesos.

Miró a su padre con un desconcierto mezclado con miedo.

—¿Hora de qué?— preguntó, con un hilo de voz.

Thomas no respondió de inmediato.

Se acercó, arrancó las cobijas de golpe y arrojó una mochila vieja sobre la cama.

—Vístete. Nos vamos de aquí.

El tono seco, autoritario, le erizó la piel.

Aiden apretó las manos contra las sábanas, temblando.

Algo dentro de él gritaba que aquello no estaba bien, que esa huida a medianoche no podía traer nada bueno.

Pero su cuerpo parecía no responderle; la confusión lo dominaba.

Mientras tanto, en la otra punta de la isla, Leo avanzaba por un sendero sinuoso que conducía a la colina.

El anciano del pueblo le había descrito la casa, una mole de madera gris que sobresalía contra el cielo oscuro.

El viento azotaba los árboles, y cada crujido de rama le sonaba como un presagio.

Llevaba el corazón en la garganta, los dedos apretados alrededor de la linterna que apenas iluminaba el camino.

“Estoy cerca”, se repetía. “Muy cerca.”

No sabía qué encontraría: tal vez solo un silencio vacío, tal vez la confirmación de su peor temor. Pero la certeza de que Aiden estaba allí lo empujaba hacia adelante.

En la habitación, Aiden apenas alcanzó a ponerse una camiseta y unos pantalones antes de que Thomas lo jalara del brazo.

—Rápido— gruñó el hombre, con una mirada que no admitía réplica.

—No entiendo— balbuceó Aiden, intentando frenarse.

—¿Por qué de noche? ¿Por qué no me dices a dónde vamos?

El bofetón llegó seco, inesperado, rompiendo la débil resistencia.

Aiden cayó contra la pared, con los ojos abiertos de par en par, la mejilla ardiendo.

—Deja de hacer preguntas. Harás lo que te diga— escupió Thomas, alzándolo de nuevo de un tirón.

Con el miedo apretándole la garganta, Aiden obedeció.

Los pasos resonaban en los tablones de madera de la casa como martillazos. Cada crujido parecía anunciar algo inevitable.

Afuera, el aire estaba helado.

El corpulento hombre que había visto en otras ocasiones esperaba junto a un vehículo antiguo, con el motor encendido.

La luz de los faroles apenas iluminaba el patio de tierra.

Aiden sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Algo le decía que si subía a ese auto, no habría vuelta atrás.

En ese instante, entre la espesura del camino, Leo divisó la escena.

La casa se recortaba contra la oscuridad, y frente a ella, una figura delgada forcejeaba con otra más alta.

Reconoció el andar, la manera de moverse, incluso a la distancia: era él.

—¡Aiden!— gritó, sin pensarlo, rompiendo el silencio de la madrugada.

El eco del nombre se expandió como un disparo en el aire inmóvil.

Aiden giró la cabeza con brusquedad.

Sus ojos se abrieron aún más al ver a aquel extraño que lo llamaba.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. No lo reconocía, y sin embargo, algo en su pecho respondió con un golpe seco, como un recuerdo enterrado que quería salir.

—¿Quién…?— alcanzó a murmurar, antes de que Thomas lo empujara hacia el auto.

Leo corrió hacia ellos, la linterna tambaleándose en su mano.

—¡Suéltalo! ¡No te atrevas a tocarlo!— rugió, con una furia que no sabía que tenía.

Thomas se giró con una mirada asesina, sorprendido pero rápido en reaccionar.

—¡Tú otra vez!— escupió, como si supiera quién era.

Hizo una seña al corpulento hombre

—¡Deténlo!

El gigante avanzó de inmediato, bloqueando el camino de Leo.

El golpe llegó sin aviso: un puño directo al rostro. La linterna cayó, la luz rodó por el suelo iluminando fragmentos de tierra y botas.

Leo retrocedió tambaleante, pero contraatacó con la rabia acumulada de los últimos meses.

Se lanzó contra el hombre, lo empujó con el hombro, forcejeó.

Los dos rodaron por el suelo húmedo, entre gritos y golpes sordos.

Aiden intentó apartarse del auto, pero Thomas lo sostuvo con fuerza brutal.

—No lo mires— le ordenó, apretándole el brazo hasta casi dislocarlo.

—Ese hombre no significa nada.

Pero los ojos de Aiden estaban fijos en Leo, en ese desconocido que lo llamaba con una voz cargada de desesperación, como si lo hubiera esperado toda la vida.

Leo logró zafarse un instante del corpulento, y gritó con todas sus fuerzas:

—¡Aiden, soy yo! ¡No lo escuches, no le creas! ¡Eres libre, no tienes que irte con él!

El corazón de Aiden dio un vuelco.

El nombre en labios de aquel hombre sonaba distinto, lleno de una ternura y una urgencia que no podía comprender.

Thomas, con el rostro deformado por la rabia, abrió la puerta trasera del auto y empujó a Aiden adentro.

—¡Basta!— gritó Leo, intentando correr hacia ellos, pero el corpulento volvió a derribarlo de un empujón brutal.

El aire se le escapó de los pulmones.

El motor rugió.

Las llantas levantaron tierra húmeda mientras el vehículo comenzaba a alejarse.

Aiden, desde la ventana, se aferró al marco con los nudillos blancos.

Por un instante, sus ojos se encontraron con los de Leo, que forcejeaba desesperado en el suelo.

No sabía quién era aquel hombre, no sabía por qué verlo le dolía tanto y a la vez le daba un extraño respiro.

Solo alcanzó a susurrar, con los labios temblando:

—¿Quién eres…?

Leo estiró la mano hacia él, inútilmente, mientras el auto desaparecía en la oscuridad.

—¡Aiden!— su grito desgarró la madrugada, se quebró en un eco que se perdió entre los árboles.

El corpulento lo empujó contra el suelo y lo dejó jadeando, con la cara ensangrentada y el pecho ardiendo de impotencia.

La linterna quedó a un lado, aún encendida, iluminando la huella de las llantas frescas que se alejaban cuesta abajo.

Leo golpeó el suelo con el puño, la rabia y la desesperación mezclándose en su garganta.

Por primera vez desde que inició su búsqueda, había estado lo suficientemente cerca como para tocarlo… y lo había perdido otra vez.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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