Volviste A Mi

Hace más de un año no venía a la compañía, por lo que muchos empleados se quedaron sorprendidos al verme. Algunos mostraron cierto interés y curiosidad, sobre todo aquellos que desde hace poco trabajan allí.

El asistente de la gerente de la compañía me guió hasta la sala de juntas donde Dante y la señora Celia se encontraban hablando plácidamente. En cuánto me vieron, hicieron silencio, pero fue ella la que se apresuró a ponerse de pie y extenderme su mano con gran educación, dándome un efusivo saludo tal como lo hizo la última vez que estuve aquí.

—Señorita West, es un placer volverla a tener por aquí. Desde que el señor Dante se hizo cargo de esta sucursal no la veía—

—¿A qué se refiere?— observé a Dante y él se mantuvo estoico y en silencio. —¿Desde cuándo se está haciendo cargo de esta sucursal? No lo sabia—

—Desde hace más de un año, cuando...—

—Hoy hemos venido a otros fines, no hablar sobre desde cuando estoy a cargo de esta sucursal— habló por primera vez desde que llegué, y lo dijo con tal seriedad que me hizo mirarlo detenidamente. —Ademas, como te venía diciendo hace un instante, Celia, ahora Ela y yo estaremos a cargo de toda la compañía, por lo que los dos debemos estar presente en cada una de las reuniones que se lleven a cabo—

—Claro que si, entiendo— se vio reflejado en el rostro de la mujer una sonrisa forzada, junto con una mirada apenada. —Por favor siéntense, voy por los ejecutivos para iniciar la reunión lo antes posible— sin decir nada más salió de la sala paso rápido, posiblemente huyendo de la atención que se formó en el ambiente de un momento a otro.

Aclaro, desde que llegué.

—Tu padre nunca me dijo que estabas a cargo de esta sucursal, mi padre tampoco lo hizo—

—Eso ya no tiene importancia alguna— dice tomando la carpeta con documentos y poniéndose a revisarla ignorando por completo mi presencia.

Lo miré con una punzada en el pecho y un inmenso nudo en la garganta que no me permitía ni siquiera moverme de mi lugar o decir palabra alguna. Le pedí distancia a toda costa, qué será de cuenta que no había sucedido nada entre nosotros, pero su indiferencia ahora mismo duele mucho más, que cuando se marchó sin pedirme una oportunidad aunque fuese a distancia.

Puedo decirle que desde que conozco a Dante él siempre ha sido hablador, insistente y fastidioso.

Lograba sacar de quicio a cualquiera, siempre lo hacía conmigo.

Recuerdo que cuando éramos niños él siempre buscaba la forma de ir a mi casa a jugar, de incordiar mis días incluso cuando estaba estudiando tenía un mal día.

El siempre logró hacerme reír en esos momentos tristes y oscuros con sus estúpidos y característicos malintencionados comentarios.

Siempre me brindó su hombro y me dio su apoyo hasta que entramos a la universidad. Ahí nos alejamos un poco, Pero él siempre trataba de estar ahí, fue esa voz de aliento cuando sentía que ya no podía continuar, y fue en esos momentos cuando mi corazón empezó a latir de una forma que nunca había imaginado y mis ojos lo empezaron a ver de manera distinta.

En ese entonces me enamoré perdidamente de él sin premeditar ni verlo venir. Quizás fueron sus constantes detalles, su compañía, su amistad, su cariño por mí, su forma de tratarme y mirarme, tanto así que fue mi corazón quien lo leyó como el único en su mundo.

Cuando me invitó a salir, me confesó sus sentimientos y me besó de esa manera tan aniquiladora, mi mundo y mi mente quedaron en blanco.

En cuestión de segundos me idealicé un amor bonito y perfecto.

Pero todo eso se fue a la basura cuando él se marchó de mi lado unos días después.

Fue muy difícil para mí desacostumbrarme a él, buenas noches enteras llorando ante su ausencia, preguntándome por qué se había ido y me había dejado después de habernos confesado lo que sentíamos.

La pida se me hizo tan cruel, pero esa misma me enseñó a que debía seguir avanzando.

Pasaron los días y así mis llantos, dejé de extrañar su voz y toda su presencia hasta creer que ya no existía.

Me obligué de todas las maneras hacerlo.

No había en ese momento cabida en mi corazón para él.

Necesitaba desterrarlo, y lo había logrado.

A veces sentía haberlo erradicado de mi mente y de mi corazón, Pero él supo quedarse adherido a mí.

Cuando me enteré que regresó fue un golpe duro.

Sentí que todos mis esfuerzos y todos el tiempo que demoré para poder olvidarlo fue tiempo perdido.

Porque cuando regresó sentí que todo volvió a ser como antes, todos esos sentimientos que se habían marchado volvieron.

Todos fluyeron a mí como un torrente de sentimientos y pasión.

Nuevamente mi corazón la tía a ese ritmo que solía hacerlo la primera vez.

Pero a la vez estaba ese sentimiento de odio, tristeza, desesperación y angustia.

Todos estos han creado una barrera protectora para él, para todo lo que conlleva el que él esté de vuelta.

Siempre me gustó el Dante malicioso, pervertido, divertido y sarcástico que siempre ha sido, ese que me sacaba de quicio con tan solo darme una mirada llena de desafío y cargada de diversión.

Esa única forma que él tiene de enloquecerme y sacar lo peor de mí, porque eso sí. No hay nadie como él, que me haga hervir de furia y deseo al mismo tiempo.

Ahora, su estúpida indiferencia me está matando más que cuando se marchó y mi corazón se hizo añicos tras su partida.

Durante estos días que hemos estado aquí únicamente me ha dirigido la palabra para decir algo referente al trabajo, de una forma tan formal, distante y fría que me hacía sentir una incomodidad desagradable.

Ese trato hacía conmigo no me gustaba.

Durante el vuelo de regreso del único que reinaba era ese silencio sepulcral.

Nos encontrábamos frente a frente, pero por más que trataba de buscar su mirada, él estaba completamente concentrado en su computadora ignorando por completo mi presencia, y haciendo de cuenta que yo no era más que su compañera de trabajo.

Una parte de mí ansiaba arrancarle de las manos ese aparato y enfrentarlo, preguntarle si ese supuesto amor que decía sentir por mí era cierto Y por qué no lo seguía intentando si estaba tan cerca de mí.

Necesitaba y pedía a gritos sentir su voz, sentir la calidez y suavidad de sus labios, la ternura y la pasión de sus manos a recorrer mi piel junto con el intenso calor que emana toda su presencia.

Desee dejar de sentir ese miedo y esa inseguridad que me tenía atrapada, algo dentro de mí no permitía dar ese paso, ya no sé si es el resentimiento o que sentía miedo a que todo fuese tan perfecto y de nuevo se marchara, Pero esta vez para siempre de mi lado...