En un mundo de monstruos, Acara emerge como una rosa de hierro en el árido desierto. La cenicienta oscura, la llaman los medios de comunicación. Esposa, le dice su Marido con suavidad, Rosa Negra le susurra al oído el hombre ardiente que controla sus deseos.
¿Cómo puede ella luchar en este mundo?
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Cap. 23 Tú elegiste a Mauricio
El despacho del comandante olía a pólvora y mentiras pasadas de moda. Víctor Larrea se acomodó en el sillón de cuero como si fuera suyo, jugueteando con un abrecartas de plata (regalo de Malick por su cumpleaños número 18).
—Rojas está cavando su propia tumba, comandante, —dijo, mirando la foto del hombre con su esposa e hijos en el escritorio.
—Y usted sabe cómo terminan las tumbas en esta ciudad.—
El comandante Palacios sudaba bajo el uniforme. Recordaba demasiado bien:
El video de 47 minutos que Malick le envió después del incidente del mafioso. 47 minutos de un hombre siendo desarmado en vivo, mientras su cuñado (su querido cuñado) suplicaba por su vida.
Las facturas del hospital psiquiátrico que pagó para su hermana. La viuda que nunca superó encontrar a su esposo en la bañera... sin piel.
—¡No puedo simplemente eliminar a un inspector! —gritó, derrotado.
Víctor se inclinó hacia adelante, mostrando los dientes en una sonrisa que no llegaba a sus ojos azules:
—Claro que no. Pero un traslado a la frontera... un accidente durante un allanamiento... —Dejó caer un sobre con fotos del comandante en posesión muy comprometedoras con una menor de edad.
—Todos tenemos opciones.
Lo que el comandante no sabía (pero Víctor sí):
La "adopción" de Víctor por la tía materna de Logan, fue idea de Malick. Él ya los vigilaba desde el orfanato, seleccionando a los más fuertes (Luis, el elegante asesino; Héctor, la montaña que podía destrozar cráneos con las manos).
La noche que los Lombardi padres murieron, Malick no solo despertó... reclutó. Víctor tenía 12 años cuando ayudó a enterrar los cuchillos ensangrentados.
El cuñado del comandante no fue el primero. Solo el primero que dejaron encontrar.
—Rojas será reasignado —escupió el comandante, temblando. Pero si Malick sigue matando...—
Víctor lo interrumpió, colocando su teléfono sobre el escritorio. En la pantalla: una transmisión en vivo de la hija menor del comandante, saliendo del colegio.
—Mi jefe es compasivo. Le dio 48 horas a ese mafioso para huir... y a usted? Le daré *24*.
Cuando Víctor salió, el comandante rompió en llanto sobre los informes de Rojas. Sabía lo que venía:
O traicionaba a uno de los suyos... o Malick le mostraría cuánto duele perder una familia.
*_*
El Arrepentimiento de Elvira
Elvira Altamira miraba los extractos bancarios esparcidos sobre la mesa de café, cada número rojo más grande que el anterior. Su manicura perfecta arañaba el papel como si pudiera borrar la realidad.
—Debí casar a Danna con Logan — murmuró por centésima vez, mirando con asco a Rogelio, quien bebía su tercer whisky del día sin aportar ni una idea útil. "Al menos ese imbécil tenía dinero."
Rogelio lanzó una risa amarga:
—¿Y qué? ¿Crees que ese loco hubiera aceptado? Acara lo tiene hipnotizado.
El nombre de su hijastra le quemó el pecho. Acara, la "pobre" que ahora reinaba. Acara, la que se llevó al último Lombardi sano.
En el piso de arriba, Danna Altamira lloriqueaba frente al espejo, probándose un vestido que ya no podía pagar. Sus tarjetas estaban sobre giradas. Sus amigas de la alta sociedad se burlaban de ella y su intento de estar a la moda.
—¡Mamá! ¡Necesito diez mil más para la fiesta de los Santillán! —gritó, ignorando que el banco había congelado sus tarjetas esa mañana.
Elvira apretó los puños. Recordó:
La humillación en el club, cuando las "amigas" de Danna se rieron de su bolso de temporada pasada.
Las fotos de Acara en la portada de Forbes, sonriendo junto a Logan en la inauguración de su torre corporativa.
El rumor de que Malick había ajustado cuentas con tres socios que intentaron estafarlos... y que esos hombres ahora eran solo fotos en archivos policiales.
—Tú elegiste a Mauricio —le escupió Rogelio, borracho y resentido. "Por su apellido. Y mira cómo terminó."
Elvira no respondió. Porque sabía que era cierto.
Se habían equivocado en todo:
Subestimaron a Logan, creyendo que era solo un tonto útil. Ignoraron a Acara, pensando que jamás sobreviviría en la corte de hienas Lombardi.
No calcularon a Malick, la sombra que protegía a ambos.
Ahora, Mauricio estaba al borde de la bancarrota, Danna era un hazmerreír, y ellos... pronto no tendrían ni para el alquiler.
Entre las lágrimas de rabia, Elvira tomó una decisión. Sacó un teléfono quemado y marcó el único número que le quedaba:
—Necesito que me consigas algo... especial —susurró a la voz al otro lado. Algo que duela tanto como lo que ella nos hizo. Tanto como la quiebra total.
No importaba si Acara era ahora intocable.
No importaba si Malick vigilaba.
Ella haría que su hijastra recordara de dónde vino... aunque fuera la última cosa que hiciera.
Cuando los orgullosos caen... arrastran a todo lo que puedan al infierno con ellos.
*_*
La mansión Lombardi, normalmente un laberinto de secretos y sombras, se transformaba cuando Acara cruzaba la puerta. El aroma a carbonada recién hecha (¡sin sal en exceso, por fin!) envolvía el vestíbulo, mezclándose con el sonido de Logan tarareando una canción infantil mientras revolvía la olla con concentración de chef estrella.
Acara dejó caer su bolso y los tacones en la entrada, dejando atrás el peso del mundo.
—¡Esposa! —Logan giró, manchado de salsa, con ese brillo en los ojos que solo aparecía para ella.
—Hoy sí me quedó bien. ¡Prueba!
Le ofreció un trozo de pan empapado en el guiso, sosteniéndolo con dedos temblorosos, como si temiera quemarla. Acara mordió el bocado, exagerando un éxtasis que no era del todo falso.
—Es perfecto, mintió, estaba algo salado, pero ¿quién era ella para romper esa sonrisa?
Logan se veía como si fuera un adorable Golden Retriever de nuevo, alegre, entusiasmado y adorablemente torpe.
Mientras comían, Logan derramando vino tinto sobre el mantel blanco, como siempre, Acara observó:
Las ojeras de él habían desaparecido. ¿O era solo la luz de las velas? Ningún sirviente se acercó. Sabían que esta hora era sagrada. Que Logan necesitaba sentirse útil.
En la ventana, el reflejo del mayordomo asintió hacia ella. Malick no aparecería hoy.
—¿Y lo de... el inspector? —preguntó Logan de pronto, jugando con su tenedor.
Acara tensó los hombros, pero Logan continuó, inusualmente sereno:
—No quiero que te preocupes. Yo puedo hablar con él. Soy bueno... con la gente.
Ella casi atragantó con el vino. ¿Había dicho eso Logan... o Malick asomándose?
*_*
Más tarde, acurrucados en el sofá (Logan con un libro de pastelería francesa abierto sobre su regazo), Acara dejó que el ritmo de su respiración la hipnotizara.
—"Te amo", murmuró él, como si fuera un secreto.
Ella no respondió. No hacía falta.
Por ahora, el mundo puede esperar. Por ahora, solo existen los dos.
*_*
Y en la ciudad, Elvira Altamira sellaba un trato con un hombre que olía a gasolina y mentiras.