+18 años.
susana una joven estudiante de enfermería, se verá envuelta en una lucha de poder entre la familia de su difunto padre y el amor entre Mario de La Fuente, uno de los más grandes mafiosos de Toda Colombia.
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23
La revelación en la penumbra del "Éxtasis" había creado un lazo invisible pero fuerte entre Mario y Susana.
La sorpresa inicial dio paso a una mezcla de torpeza divertida y una creciente sensación de conexión que trascendía la formalidad de su relación laboral. La noche continuó con una nueva dinámica, donde las miradas cómplices y las sonrisas tímidas llenaban los silencios.
Al salir del club, la brisa fresca de la madrugada los envolvió. Mario se ofreció a llevar a Susana a casa, y durante el trayecto en coche, la conversación fluyó con una naturalidad que no habían experimentado antes.
Hablaron de sus vidas, de sus pasiones, de los sueños que aún guardaban en secreto. Para Susana, Mario dejó de ser solo su jefe para convertirse en un hombre vulnerable y genuino. Para Mario, Susana dejó de ser solo la niñera de su hija para transformarse en una mujer intrigante y con una calidez que iluminaba su oscuridad.
Al llegar a casa de Susana, Mario se estacionó frente a la puerta. Un silencio expectante se instaló entre ellos.
"Gracias por la noche, Mario," dijo Susana con una sonrisa suave. "A pesar de la sorpresa inicial, lo pasé muy bien."
"El placer fue mío, Susana," respondió Mario, su mirada fija en los ojos de ella. "Y lamento mucho no haber recordado nuestro primer encuentro. La verdad es que esa noche... no estaba en mi mejor momento."
"No se preocupe," repitió Susana con un ligero rubor en sus mejillas. "Lo importante es que lo recuerdas ahora."
Mario extendió una mano y acarició suavemente la de Susana que descansaba sobre su regazo. "Sí. Y ahora que lo recuerdo... esa noche sentí algo. Una conexión extraña, aunque mi mente estuviera nublada. Ahora entiendo por qué."
Susana sintió una punzada en el corazón. La sinceridad en los ojos de Mario era innegable.
"Yo también sentí algo," confesó Susana en un susurro.
Un silencio cargado de una nueva intensidad se apoderó del coche. Mario se inclinó ligeramente, acortando la distancia entre sus rostros. Susana contuvo la respiración, sintiendo una mezcla de nerviosismo y una anticipación dulce.
En ese momento, el sonido de un mensaje entrante en el teléfono de Mario rompió la magia del instante. Con una disculpa silenciosa, Mario sacó el teléfono y leyó el mensaje. Su expresión se ensombreció ligeramente.
"Es Daniel," explicó Mario, guardando el teléfono. "Parece que hay algo que quiere hablar conmigo."
La tensión del momento se disipó, reemplazada por una ligera preocupación. "Todo bien?" preguntó Susana.
"No lo sé," respondió Mario con un suspiro. "Daniel ha estado un poco extraño últimamente.
Supongo que lo sabré mañana."
Se despidieron con una promesa tácita de continuar su conversación y una mirada que hablaba de sentimientos que comenzaban a florecer. Al entrar en su casa, Susana sintió una alegría incipiente, una esperanza de que algo hermoso podría estar surgiendo entre ella y Mario.
El fin de semana transcurrió con una nueva complicidad entre ellos en la mansión. Las miradas furtivas, las sonrisas compartidas y las conversaciones que se extendían más allá de lo estrictamente necesario para el cuidado de Marina se volvieron habituales. La pequeña parecía percibir la atmósfera más ligera y respondía con risas y balbuceos aún más entusiastas.
Una tarde, mientras Susana jugaba con Marina en el jardín, Mario se acercó y se sentó a su lado en el césped.
"He estado pensando mucho en lo que pasó en el club," comenzó Mario, su voz suave. "Y en lo que me dijiste... que sentiste algo esa noche."
Susana lo miró, su corazón latiendo un poco más rápido.
"Sí," respondió ella con sinceridad. "Fue... inesperado. Pero había algo en usted que me atraía, incluso cuando se que estaba bajos efectos del alcohol "
Mario tomó su mano y la entrelazó con la suya. "Yo también sentí esa atracción, Susana. Incluso bajo los efectos del alcohol. Ahora que te conozco mejor... esa atracción solo ha crecido."
La sinceridad en sus palabras y la calidez de su mano hicieron que el corazón de Susana se acelerara. Por primera vez desde la muerte de su esposo, Mario permitía que alguien entrara en su corazón.
"Mario..." susurró Susana, sus ojos llenos de una emoción creciente.
"Susana," respondió él, acercándose lentamente. "Desde que llegaste a nuestras vidas, todo ha cambiado. Marina está más feliz, la casa se siente más viva... y yo... yo me siento diferente."
Sus rostros se acercaron, y sus labios se encontraron en un beso suave y tierno, cargado de una conexión que había nacido en la oscuridad de una pista de baile y florecido bajo la luz del cuidado y la comprensión mutua.
Era un beso que prometía un nuevo comienzo, una oportunidad para sanar heridas y construir un futuro juntos.
A partir de ese momento, la relación entre Mario y Susana comenzó a transformarse. La formalidad dio paso a la cercanía, el respeto al afecto y la preocupación mutua a un amor naciente. Compartían más tiempo juntos, hablando de sus sueños y sus miedos, encontrando consuelo y apoyo el uno en el otro.
Marina, ajena a la creciente intimidad entre su padre y su niñera, parecía florecer bajo el afecto compartido. Buscaba los brazos de ambos con igual entusiasmo, creando un lazo familiar incipiente y lleno de amor.
La madre de Mario observaba este florecimiento con una alegría discreta. Ver a su hijo sonreír de nuevo, encontrar consuelo y felicidad en la compañía de Susana, llenaba su corazón de esperanza. Sabía que el camino por delante no estaría exento de desafíos, pero la conexión genuina que veía entre ellos le daba la certeza de que estaban construyendo algo hermoso y duradero.
La danza accidental en la oscuridad del "Éxtasis" había resultado ser el inicio de un nuevo ritmo en sus vidas, una melodía de amor y esperanza que comenzaba a sonar con fuerza en sus corazones. El pasado aún proyectaba sombras, pero la luz del presente y la promesa de un futuro juntos comenzaban a disiparlas.