La Villana Desea Decir Adiós

...PERSPECTIVA DE TERCERA PERSONA...

—La Guillotina es el Final de los criminales más viles que no merecen el perdón. Un merecido Final al cual incluso consideraran su dolor.— Exclamó la mujer ya mayor de edad.

Diminutas gotas de sudor se deslizaban por la frente y cuello de una niña. Una pequeña joven de cabellos plateados sudaba frío mientras sus ojos titubeaban preguntándose en dónde se encontraba. Su rostro palideció y sus labios se tornaron morados, tenía un aspecto terrible ¿Qué le pasaba a la lamentable niña? ¿Tanto le afectaban esas simples palabras?

—Las víctimas y los que aborrecen la maldad, sienten regocijo cuando el verdugo levanta la cabeza cortada del pecador. El ser despreciable pierde su título, su nombre y su humanidad, únicamente lo reconocerán como "Criminal"...— Prosiguió leyendo la docente.

Una pálida mano se alza hacia arriba, llamando la atención de los alumnos y de la profesora. Era la pequeña villana que llamó su atención; se notaba que estaba a punto de perder su racionalidad.

—¿Me permite salir un momento?— Exigió la deplorable villana al borde del colapso.

La profesora notando su palidez, asintió sin poder negarse. La vulnerable niña rápidamente salió del aula con esfuerzo.

—"Maldita sea... ¿Por qué? No quiero esto."— Se quejaba mientras se sentía cada vez peor.

Su cuerpo tambaleaba y lentamente empezó a perder la poca conciencia que le quedaba. Había perdido la cordura ante el miedo y el dolor que de pronto la invadieron con recuerdos tormentosos, fueron tantos que empezó a alucinar y a temer por su vida.

Su cuerpo quería sobrevivir. Empezó a correr para alejarse de la muerte que la perseguía con cuchillas filosas que resplandecían en la oscuridad. Corría aterrorizada entre la multitud que le abucheaba con odio. Mientras huía, rostros conocidos miró entre ellos, pero no se detuvo a pedir su socorro.

De pronto, en medio de su agonía. Alguien entre la multitud la haló hacia él, la escondió entre sus brazos y trató con persistencia tranquilizarla.

—Tranquila...— Susurró para la villana.

La villana se rehusó a permanecer así. Forcejeaba para poder salir, pero gradualmente dejó de resistirse. Se dejó ayudar por aquella persona desconocida que la ocultó de su pesadilla.

El rostro de la pequeña y lamentable villana, empezó a tomar color. Su tonalidad empezó a volver y su respiración se escuchaba más tranquila. El pequeño cuerpo dejó de temblar y al pasar el tiempo, comenzó a recuperar la cordura; retomó el control de su cuerpo.

—"¿Qué pasa, qué hago aquí?"— Se cuestionaba Anya al observar su situación.

Estaba sentada en el suelo, en una posición incomoda. Agarrando unos brazos que la abrazaban fuertemente por detrás. Estaba desconcertada por lo que estaba pasando.

—"¿Arian?"— Se preguntó frunciendo su ceño al observar cabello negro azabache de reojo.

—¿Ya te encuentras bien, princesa?— Preguntó una voz inusualmente familiar.

Anya rápidamente volteó a ver de quién se trataba. Y unos ojos rosados llamaron de inmediato su atención. —"¿Ojos rosados...?"—

—Señorita Vertron.— Pronunció el joven de ojos rosados mientras sonreía.

Anya se alejó apresuradamente al percatarse de lo cerca que estaban. El joven se sorprendió por su acción, pero luego empezó a reírse.

—Discúlpeme si la incomode, Señorita.— Se disculpó levantándose y brindándole ayuda a la joven que aún yacía sentada en el suelo.

Anya frunció ligeramente su ceño y se levantó sin su ayuda. Aún parecía desorientada por la situación.

—"Oh, es el joven que se presentó solo con su nombre. No recuerdo su nombre..."— Pensó observando aquellos ojos rosados que también la observaban con atención.

El sonido del timbre se escuchó a lo lejos. El tiempo había pasado extrañamente rápido para la anonadada villana que lo único que tenía bastante claro era de que ya se había hecho tarde y que debía irse ya.

—Ya debería irme. Me retiro... adiós.— Se despidió la villana para luego retirarse con prisa.

—Sí... nos vemos pronto, princesa...— Musitó el joven.

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El traqueteo del carruaje se escucha. Anya iba camino al ducado de Vertron pensado en los sucesos confusos que le sucedieron en este día que pensó que sería agradable.

—El rosado no me gusta... sin embargo, sus ojos...— Balbuceó casi como un susurro.

De repente, el carruaje se detiene bruscamente. —Lo siento Señorita, hay un insignificante problema en el camino. Resolveré rápidamente esto, Señorita Anya.— Exclama el chófer bajándose.

Anya suspira agotada, siguen pasando cosas que la desean molestar, pero no esta preocupado pues esta acompañada de su caballero en quien confía plenamente. Ella no moriría tan rápidamente si se tratara de un asesinato por medio de armas que no sean veneno.

Suspira nuevamente al notar que ha pasado un tiempo, y ese "insignificante" problema no se ha resuelto.

Se baja del carruaje y el chófer al percatarse de su presencia, nervioso la intenta detener, pero Hans lo quita del camino de su Señorita.

—Así que este es el "insignificante problema".— Dice observando a dos pequeños niños vestidos pobremente, repletos de heridas y de suciedad.

—Señorita...— Escucha decir Anya por detrás, sabiendo perfectamente que el chófer pensaba que ella no tendría piedad de los lamentables niños. La veía como una Verdadera Tirana.

—¿Están mendigando?— Cuestiona mientras sonríe fríamente.

Monedas de oro caen en sus penosas ropas y los ojos de los niños se abren de sorpresa. —Ahora, largo de aquí. — Exclamó con frialdad. No le agradaba verlos, la palabra "Mendigar" la detestaba.

Anya se dirigió al carruaje y Hans la ayudaba a subir. —¡No queremos tu sucio DINERO!— Gritó enfurecida la niña tirando el dinero.

—¿Ah, si?— Sonrió Anya observándolos. —Prosigamos rápidamente, chófer.— Ordenó Anya desafiando a los pequeños niños que la observaban con odio y molestia.

El Chófer los miró con lástima y acató las órdenes rápidamente. Los niños no tuvieron opción, más que quitarse de en medio.

—Aunque no eran mendigos, eh.— Susurró sonriendo la pequeña villana.