Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 21
El sol de media mañana bañaba la cocina de la mansión con una luz suave.
Un niño feliz jugaba en el jardín, hoy Aron no fue al kinder y estaba seriamente pensando en pedirle a su papá un perro, para no jugar solo.
Mientras tanto, Dalila cortaba frutas con destreza sobre una tabla de madera: manzanas, fresas y trozos de piña para su hijo, le encantaba consentir a su pequeño y mantenerlo gordito.
A su lado, la nana, una mujer de rostro amable y manos experimentadas, la observaba con cariño "Hace años que no sentía ente ambiente familiar" comentó la nana, sonriendo "El señor Mars debe estar feliz de tenerla aquí, siempre fue solitario"
Ambas sonrieron con complicidad. Dalila colocó las frutas en un plato, añadió miel y unas hojitas de menta, cuando un murmullo interrumpió la armonía; desde el pasillo, se escuchaban pasos y voces
La nana se asomó a la puerta, curiosa "Señora… creo que tiene visitas"
"¿Visitas?" preguntó Dalila, extrañada "¿Quién podría…?" No alcanzó a terminar la frase.
En ese momento, una de las empleadas apareció en la entrada, agitada "Disculpe, señora, pero… la están esperando en la sala"
"¿Esperándome?" repitió Dalila, limpiándose las manos en el delantal. Con paso inseguro, Dalila se quitó el delantal y caminó hacia el vestíbulo.
Al entrar en la sala principal, se detuvo en seco, frente a ella, al menos cinco personas: dos mujeres, un hombre y un par de asistentes estaban rodeados de percheros con ropa, cajas abiertas, zapatos, accesorios y estuches completos de maquillaje.
La escena parecía sacada de una revista de modas "¡Buenos días, señora Mars!" saludó una de las mujeres, sonriente "El señor Mars nos pidió que le mostremos algunas opciones para usted, esperemos que encuentre de su agrado"
Dalila se quedó inmóvil, los ojos muy abiertos "¿Entre todo esto?" repitió, sin saber si reír o esconderse.
Antes de poder negarse, una de las asistentes desplegó un vestido sobre su brazo y otra extendió un par de zapatos de tacón.
Todo empezó a moverse a su alrededor como si estuviera en una pasarela improvisada, los colores, las telas, los perfumes.
Dalila apenas atinaba a mirar, muy apenada "De verdad, no hay necesidad de tanto" intentó decir, pero nadie parecía escucharla.
Los diseñadores se turnaban para mostrarle conjuntos, joyas, bolsos; cada prenda más elegante que la anterior, a ratos se sorprendía sonriendo, otras veces simplemente se llevaba la mano al pecho, abrumada.
Cuando la última asistente le mostró un vestido blanco de tela ligera, Dalila suspiró "Está bien… me quedaré con algunas cosas, no necesito tanto. Muchas gracias por su tiempo"
Los rostros frente a ella se iluminaron de inmediato, agradecidos por la amabilidad de la señora y felices por la gran venta que hicieron, no todos los días se tiene estas oportunidades.
El tiempo paso rápido, Dalila, algo abrumada por el desfile de modistas y asesores, subió finalmente a la habitación de Julio con la ayuda de tres empleadas domésticas que le ayudaban a cargar todas las compras y luego a ordenarlas al costado de las cosas de su esposo.
Dalila llena de gratitud, despidió a las mujeres "Gracias, chicas. Con eso está bien" las mujeres sonrieron y salieron con una reverencia.
Ella se dejó caer sobre la cómoda y espaciosa cama, tomó el teléfono y, sin pensarlo mucho, marcó el número de Julio.
La llamada tardó en contestar, y del otro lado se escuchó un murmullo de voces y teclados "¿Sí, cariño, ya me extrañas?" respondió él, con tono bajo.
Dalila se sonrojó de vergüenza, aun no estaba acostumbrada a estos afectos y más viniendo del hombre del que ella amaba en silencio.
"¿Estás ocupado?" preguntó con temor a interrumpir su apretada agenda.
"En una reunión, pero eso es lo de menos" La voz de Julio sonó despreocupada, casi traviesa "No hay en el mundo que sea más primordial que tú y nuestro hijo"
Un silencio breve, seguido de algunas risas contenidas, se filtró por el auricular.
Dalila frunció el ceño "¿Te estás burlando de mí frente a tus trabajadores?"
"Claro que no" respondió sin disimulo, provocando nuevas risas en la sala de juntas.
Un carraspeo educado se escuchó, seguido de un murmullo "Eh… señor Mars, ¿continuamos con la proyección?"
Julio sonrió "Denme cinco minutos. Mi esposa está en línea"
Dalila no pudo evitar reír "Solo llamaba para agradecerte por la ropa. No tenías por qué hacerlo"
"Tenía todas las razones del mundo" Su tono se suavizó, más cálido "Quiero que tengas lo que mereces, Dalila"
Hubo unos segundos de silencio cargado de ternura antes de que Dalila hablara de nuevo.
"Ve a trabajar" Cortó la llamada, aunque en su rostro seguía brillando una sonrisa imposible de ocultar.
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La brisa de la noche soplaba contra el cuerpo de Dalila, la mujer estaba perdida en sus pensamientos, no podía mentirse, tenia un miedo horrible que no funcionen las cosas con Julio, su pobre corazón que anhelo por mucho tiempo esta oportunidad, no lo soportaría.
La puerta del dormitorio se abrió sin previo aviso, Julio entró en silencio y se detuvo a observarla: Dalila, de pie junto a la ventana, contemplaba el horizonte con una expresión suave, perdida entre pensamientos.
Se acercó muy despacio, posó sus manos en la cintura de ella, cálidas y firmes "¿En qué estás pensando?" murmuró en su oído.
Dalila dio un pequeño salto y giró rápidamente, al ver de frente a su esposo, tan cerca y tan imponente, sintió cómo la sangre le subía al rostro.
Julio sonrió para sí mismo “Qué adorable es mi mujer…” pensó mientras la miraba a los ojos.
:Hola… estaba… solo pensando" susurró ella, con las palmas húmedas del nerviosismo.
Julio la atrajo un poco más hacia él, inclinó la cabeza y mordió suavemente el lóbulo de su oreja, provocando que ella contuviera el aliento, llena de vergüenza ante tales demostraciones.
Bajo su rostro por un instante, Julio levanto con su mano el mentón y la besó impulsivamente, un beso cálido, posesivo, casi adictivo "Acostúmbrate a esto, cariño. Y deja de avergonzarte… somos esposos" susurro sobre los labios rojos de Dalila por la fricción.
Ella apenas alcanzó a respirar; estaba a punto de responder cuando la puerta se abrió de golpe.
"¿Qué hacen?" preguntó Aron, entrando a la habitación como un torbellino, interrumpiendo el momento amoroso de sus padres.
Julio cerró los ojos y suspiró con dramatismo, lo miró con disgusto fingido, amaba a su hijo, pero eso no significaba que no podía corregir.
"Hijo, debes aprender a tocar la puerta antes de entrar, es de mala educación ingresar así" reprendió Julio.
Aron, con los brazos cruzados, frunció el ceño, estaba celoso; antes tenía a su madre solo para él y ahora tenia que compartirla con su padre.
"Está bien, papá…" dijo, pero su mirada se dirigió inmediatamente a Dalila "¿Y por qué mamá está toda roja? ¿Está enferma? … ¿O tú la estás molestando?" pregunto con inocencia, poniendo en aprietos a la pareja.
Julio tosió, disimuladamente sin saber que decirle a su hijo, en cuanto a Dalila abrió los ojos como platos, deseando desaparecer del fas de la tierra.
Aron los miraba sospechoso y entonces llego a la conclusión "Papá es un aprovechado..." pensó.
Dalila, tratando de desviar la atención de su pequeño, le tomo la mano "Salgamos de aquí hijo, papa necesita bañarse" dijo con voz temblorosa por la vergüenza.
Miro a su esposo que la miraba con sospecha "Te esperamos abajo"
Julio soltó una carcajada profunda en cuanto ellos salieron, su hijo era un pillo… y su esposa, una ternura que lo volvía loco.
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Dalila y Aron jugaban con legos en la sala, el pequeño estaba feliz por su madre. Por primera vez veía esos ojos hermosos claros, llenos de vida, brillosos, una sonrisa leve y ese aire tímido.
Julio después de bañarse y colocarse ropa casual, bajo en busca de su familia, cualquier otro hombre se vería normal… pero él tenía esa presencia que llenaba la habitación con solo caminar.
Dalila sintió la presencia de su esposo, levanto la mirada sus ojos se perdieron en él como si fueran imanes, no podía negar lo enamorada que estaba de Julio, era un hombre guapo y encantador, aunque un poco gruñón.
Aron ladeó la cabeza, divertido… y lanzó su bomba "Oye, mamá… papá no es un muslo de pollo. No tienes que mirarlo como si te lo fueras a comer"
Julio con mucha avaricia se carcajeo con la ocurrencia de su hijo.
Dalila se reprocho internamente por estar babeando por ese hombre, para recuperar su dignidad, amenazo "Muy chistosos los dos, creo que en mi tropa faltan dos para completar filas ¿No querrán unirse a las filas del ejército?" dijo pensativa.
Las risas murieron al instante, Aron abrazo y beso a su madre, mientras pedía disculpas, él sabía cómo convencer a su madre.
Mientras que Julio no sabia como salir de esta, por lo que mejor propuso ir a cenar.
En el portón de la mansión, un auto familiar negro, impecable y lujoso, esperaba con el chofer de pie junto a la puerta trasera. Su carrocería reflejaba la casa como un espejo.
Dalila se detuvo abruptamente, con el ceño fruncido "Julio…" susurró, aun tomándole la mano a Aron "Ese auto… no es necesario, podemos ir en otro más sencillo"
Julio sonrió, divertido, abrazo a su esposa por los hombros.
"¿Sencillo cariño?" repitió, alzando una ceja "Bien, escoge entonces tú esposa mía" Chasqueó los dedos y, casi al instante, otro auto apareció desde el garaje, luego otro y otro más.
Un desfile de vehículos de lujo se fue deteniendo frente a ella: deportivos elegantes, camionetas blindadas, autos de edición limitada y uno que brillaba como si hubiera sido pulido con oro.
Dalila dio un paso atrás, horrorizada, este hombre compraba autos como si fuese juguetes.
"¿Esto es una broma?" dijo, llevándose la mano a la frente.
Julio negó, completamente serio "Claro que no, puedes elegir el que quieras, todos están disponibles para nosotros"
Dalila negó con la cabeza, este hombre la volverá loca, primero fue la ropa, ahora los carros "¡Pero todos son ridículamente caros!, ¡¿Y para qué quieres tantos autos?!"
Cerro los ojos por un instante, respiró profundo y murmuró resignada "Mejor vamos en el primero. Antes de que aparezca un helicóptero o un jet"
Julio fingió pensar, causando que Dalila se quiera infartar "No sería mala idea…"
Pero su esposa lo miro con reproche "Está bien, está bien, vamos ya"
Los tres se acomodaron en el interior, Dalila junto a la ventana, Aron en el medio con su sonrisa inocente, y Julio a su lado, orgulloso de tenerlos juntos, el motor arrancó suavemente.
Detrás de ellos, tres camionetas negras con guardaespaldas encendieron sus motores. El convoy se puso en marcha, iluminando la salida de la mansión como si se tratara del movimiento de una familia presidencial.
Dalila apretó los labios y pensó “Esto es demasiado”, sintió la mano de su hijo apretando a la suya y sonrió, su pequeño ya se había acostumbrado a esto.
El convoy se detuvo frente al restaurante más exclusivo de la ciudad, un lugar famoso por recibir a embajadores, artistas y a la élite más reservada.
Las luces cálidas de la entrada iluminaban la fachada moderna, mientras el reflejo del agua de una fuente lateral llenaba el ambiente de serenidad.
Apenas el auto familiar se detuvo, Julio fue el primero en bajar, se giró para extender la mano hacia Dalila y ella bajó con elegancia tímida, sosteniendo a Aron por la mano.
Al ingresar, las miradas se posaron en ellos, cuchicheaos y asombro genuino se formó en el restaurante.
Dalila, que no estaba acostumbrada a ese mundo, tragó saliva, su espalda se tensó al sentir tantos ojos encima.
Julio lo noto, sin darle oportunidad de que incomodará mas, la rodeó con un brazo por la cintura, un gesto firme y protector, la atrajo suavemente hacia él.
"Tranquila... Estoy contigo" murmuró en su oído, lo suficientemente bajo para que solo ella lo escuchara.
Dalila sintió cómo el pecho se le llenaba de calor, ese hombre sabía exactamente cómo desarmar sus miedos.
El gerente del restaurante ya los esperaba, los saludo con reverencia "Señores Mars… bienvenidos, joven Aron... Es un honor atenderlos"
Dalila se sonrojó. No estaba acostumbrada a que la llamaran “señora”, mientras que Julio, orgulloso, apretó un poco más su cintura.
"Gracias, me permites por favor. Mi esposa e hijo tenemos hambre" Su tono fue suave, pero con esa autoridad que hacía que todos alrededor se enderezaran automáticamente.
El gerente los guio hasta la mesa con vista panorámica a la ciudad, la mesa estaba decorada con velas suaves y un arreglo floral discreto.
Julio saco la silla todo caballeroso con su esposa, luego acomodo a su hijo, para después sentarse él.
Los tres estaban revisando la carta, discutiendo entre risas si Aron podría o no pedir postre antes del plato fuerte, cuando una voz femenina, aguda y llena de emoción, rompió la armonía del salón privado.
"¡Julio!" Una joven preciosa, de sonrisa brillante y ojos traviesos, corrió directamente hacia él como un torbellino, el sonido de sus tacones retumbó en la madera del piso mientras se lanzaba a sus brazos.
Julio se levantó sobresaltado… y la abrazó con fuerza, levantándola apenas del suelo.
"¿Qué haces aquí, pequeña?" preguntó él, emocionado "¡Pensé que estabas en el extranjero! ¿sabe tu familia que estás aquí?"
Mientras Julio hablaba con Antonella, no percibió tampoco cómo Dalila y Aron, sentados frente a él, se pusieron de pie lentamente.
Dalila sintió el estómago caerle de golpe, tomó la mano de su hijo y, con una sonrisa muy pequeña, murmuró "Vamos, mi amor. Dejemos que tu papá… termine, creo que estará ocupado"
Aron apretó su mano con fuerza, tenía los ojos llenos de molestia. Un niño tan pequeño… pero con el corazón lo suficientemente maduro para detectar el dolor de su madre.
"Está bien, mamá" susurró él y con una sonrisa para alegrarla.
Ambos dieron media vuelta y se alejaron discretamente.
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓