La vida de Camila en Florencia se convierte en una pesadilla cuando es víctima de un secuestro y un brutal asalto. Dos semanas después, vive atrapada por el terror y el silencio junto a su flamante esposo, Diego Bianchi, el poderoso CEO de una de las dinastías más acaudaladas de Italia. Para proteger la estabilidad de su nueva vida, Camila le oculta a Diego la verdad más oscura de aquella noche, catalogada oficialmente como un "secuestro normal".
Diego, un hombre que la sacó de su humilde vida como camarera, la ama con una posesividad controladora, pero al mismo tiempo la avergüenza por su origen, viéndola más como un trofeo que como una esposa. Esta mentira es el cimiento quebradizo de su matrimonio.
La tensión explota en la cena familiar de los Bianchi, donde Diego presenta a Camila sorpresivamente como su prometida. En medio de la fría y juzgadora élite, la belleza de Camila impacta profundamente al hermano menor de Diego, Alejandro, quien queda irremisiblemente atónito.
A medi
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Dispuesto A Todo.
_ Cincuenta de los grandes... ¿qué le parece?_ Le responde finalmente Vitali con un tono que mezclaba la firmeza con un deje de desafío calculado.
_ ¡Ja! ¿Me está hablando en serio? No vine hasta aquí para escuchar chistes de mal gusto Responde fríamente Diego, su voz cortando el aire con una indignación apenas contenida.
Vitali lo mira fijamente por unos segundos, un brillo helado en sus ojos. Luego, de manera igualmente fría y tajante, le contesta:
_ No es una broma. ¿Acaso no sabe que hay un nuevo proveedor? Él tiene la misma mercancía por un precio más bajo. Pero... yo soy un hombre de costumbres, por eso decidí contactarlo a usted; siempre ha sido el proveedor de nuestras corporaciones.
_ ¿Y por eso pretende pagarme de manera miserable?_ Responde Diego, clavando su mirada en los ojos de Vitali, sin titubear siquiera. La ira le hervía bajo la piel.
Mientras tanto, Alejandro seguía absorto en sus pensamientos sobre Camila, una mezcla de deseo y astucia plasmada en su rostro, pero una llamada interrumpe bruscamente su cavilación.
_ ¿Hola?_ Responde con un tono de voz que revelaba su impaciencia.
_ El negocio de su hermano está a punto de caerse. Le ofrecieron cincuenta de los grandes, pero se sintió ofendido. ¿Qué hago?
Alejandro sonríe de manera satisfecha, con esa mueca de depredador que tan bien conocía.
_ Haz una propuesta: cuarenta de los grandes. La misma cantidad, la misma calidad. Será irresistible para un hombre tan ambicioso como Vitali. Ahh... también dale garantía; con eso le ponemos un bello moño a nuestro regalo.
Alejandro cuelga la llamada, sintiendo la dulce victoria, y luego se sirve otra copa de vodka, el fuego líquido calmando su mente calculadora.
Mientras tanto, Camila se sentía ahogándose en su propia ansiedad. Caminaba de un lado a otro en su habitación, un torbellino de emociones agitando su pecho. Tenía muchas ansias por ver a Alejandro, pero luchaba con desesperación contra la tentación de caer nuevamente en sus brazos.
El día pasó lentamente, arrastrando las horas para Camila. Por fin llegó la noche, y con ella una profunda soledad que la hacía sentirse triste y melancólica.
Había podido resistir la necesidad de verlo todo el día, pero su fuerza de voluntad se había agotado. No podía más. Se puso un abrigo acogedor, buscando consuelo en su calidez, y salió de la casa, rumbo al departamento de Alejandro.
Al mismo tiempo, Alejandro recibe una visita totalmente inesperada.
_ ¿Samara? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo conseguiste mi dirección?_ Pregunta con una hostilidad evidente.
_ Lo lamento, Alejandro. No quise venir sin avisar. Yo sé tu dirección desde hace mucho tiempo. Recuerda que fui la amante de tu hermano; una se da sus mañas_ Le dice Samara, con una pizca de orgullo en su voz.
_ ¿Qué quieres? Dejamos muy claro el trato esta mañana, ¿no es así?
_ Sí... Pero tengo una duda. ¡Vamos! Déjame pasar, por favor_ Le dice Samara, juntando sus manos en un gesto de súplica teatral.
Alejandro lo piensa unos segundos, su molestia creciendo. No le gustaba que nadie sin ser invitado entrara a su departamento, pero era peor que la vieran merodeando en el pasillo.
_ Pasa_ Le dice secamente, sin un atisbo de calidez.
_ Gracias... ¡Wow! Esto es fascinante, cuánto lujo hay aquí_ Le dice ella, deslumbrada por la opulencia que veía, intentando desviar la tensión.
_ ¿Cuál es tu duda?_ Pregunta Alejandro, su voz un látigo que la devolvía a la realidad.
_ ¿No me ofreces una copa?_ Le pregunta ella, tratando de recuperar un poco de su antigua influencia.
Alejandro la mira con impaciencia palpable, y luego le responde.
_ Samara, no me gustan los juegos. Fui muy claro contigo esta mañana, no me interesas. ¿Qué quieres?
_ Está bien... no te enojes_ Susurra, su frustración ahora visible.
Samara estaba acostumbrada a tratar con hombres como Alejandro; había sido la amante de Diego por mucho tiempo, y sabía que la persistencia a veces era la única herramienta que funcionaba.
mendigo infiel
son fuego