Narra las dos vidas de Elina, una mujer rica y poderosa; en sus dos vida conocerá Noah, un hombre con el que posee una conexión extraña un villano que no es tan villano.
La protagonista de esta historia es una diva empoderada; no se arrastra ante ningún hombre, es firme y vengará a la Elena original. No es la típica protagonista: es ambiciosa, sensual, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, también tiene su lado dulce y tierno.
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22 Juntos
Noah me pidió que me cambiara.
—« Cámbiate, Elena, quiero salir contigo. »
Me fui a cambiarme y me puse un vestido rojo elegante.
Noah besó mi mano.
—« ¡Estás hermosa, mi amor! »
—« Tú también estás bien, Noah. »
Nos fuimos.
Los niños siguen desapareciendo misteriosamente.
Lucas está en casa de Lorena.
Lucas salió a tomar un poco de aire; unos matones intentaron secuestrarlo. Lorena sacó su arma y disparó; la bala hirió el dedo del líder.
—« Suértenlo, ho no respondo. »
Los matones huyeron, Lorena limpió los labios de Lucas,los matones le hicieron una pequeña herida en el labio.
—« Eres un princeso, típico de un niño rico, » susurró Lorena.
—« Y tú eres una marimacha. »
—« Te salvé la vida, niñito; me debes dos favores. ¿Cómo me lo vas a pagar, guapo? »
—« Te pagaré todo con intereses. Me he quedado en tu casa porque no quiero ver a mi familia. »
—« Eres muy guapo; págame con tu cuerpo, te esperaré en la cama. »
—« Lorena, eres una mujer vulgar y lasciva; las mujeres deben conservarse. »
—« Lucas, tienes 32 años. ¿Eres virgen? Un hombre de 32 años y virgen, no lo puedo creer; con razón la hermana de Elena te montó los cuernos. Ven, que te voy a enseñar algo rico. »
Lucas corrió a la casa con vergüenza.
—« Lucas, no te vas a escapar; te voy a atrapar. Como me llamo, Lorena, voy a comerte todo, virgen y tímido. ¡Qué lindo! »
Mike fue a visitarme y no me encontró; Luke estaba solo, sin camisa.
—« Perdóname, yo no sabía que estabas así, » gritó Mike, sorprendida.
—« No te preocupes, Mike, tomemos un poco. »
Mike y Luke tomaron varias copas y se dejaron llevar por la borrachera.
El mundo era un remolino de colores borrosos y sonidos ahogados. Luke chocó contra la pared, un suspiro caliente escapándose de sus labios. Mike, tambaleándose, se acercó, sus ojos entrecerrados pero fijos en él.
«Creo… creo que necesito un abrazo. O quizás… quizás a ti», balbuceó, extendiendo una mano temblorosa. Luke la atrapó, la jaló hacia sí con una fuerza inesperada. Sus bocas se encontraron, no con pasión refinada, sino con una necesidad desesperada, un choque de labios húmedos y respiraciones entrecortadas. Las caricias fueron torpes, buscando el calor, la certeza en medio del caos.
«No… no sé lo que hago», murmuró Mike contra el cuello, de Luke él solo pudo responder con un gemido, aferrándose a Mike como si fuera un salvavidas en un mar de alcohol.
Lorena entró a la casa y se dispuso a seducir a Lucas.
Su mano se posó en el pecho de Lucas, sintiendo el latido frenético bajo la tela. No dijo nada, solo lo miró con una intensidad que prometía olvido. Deslizó sus dedos hasta el botón de su camisa, desabrochándolo con una lentitud deliberada que aceleró el pulso de ambos. El aroma de su piel, una mezcla de colonia y deseo crudo, la envolvió. Se inclinó, no para besarlo primero, sino para rozar su nariz contra la de él, una caricia que era un mapa de sus intenciones.
«Ya no puedo esperar», susurró Lucas, y su voz fue una promesa rota a la moderación. Entonces, sin pedir permiso, sus labios encontraron los suyos, no con la suavidad de un amante tímido, sino con la ferocidad de un hombre consumido por el deseo.
Noah me llevó a una cena con unos accionistas que estaban dispuestos a cooperar con la compañía Díaz; él quería que yo aportara ideas.
La puerta de caoba giró suavemente, pero el sonido del bronce contra el metal resonó como un disparo en el restaurante silencioso. Todos los ojos, antes fijos en un menú, se volvieron hacia la entrada. Ahí estábamos yo y Noah, mi vestido de seda rojo que parecía absorber la luz, caminaba como si la alfombra roja se extendiera solo para mí. Noah me tomó de la mano con delicadeza; mi melena oscura, una corona contra el fondo gris. Noah, a mi lado, impecable en un traje a medida, su presencia exhalaba una calma peligrosa. No saludamos; solo avanzamos, cada paso un golpe de tambor en la tensa expectativa. La junta directiva, acostumbrada a su propia grandilocuencia, se sintió de repente pequeña y descolorida, como si la verdadera reunión hubiera comenzado solo en ese instante, con nuestra llegada.
Elena:
Noah: