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Mi Querida Gema

Mi Querida Gema

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Mafia / Amor a primera vista / Mi novio es un famoso / Transmigración antigua a moderna
Popularitas:4.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Cuando Légolas, un alma humilde del siglo XVII, muere tras ser brutalmente torturado, jamás imaginó despertar en el cuerpo de Rubí, un modelo famoso, rico, caprichoso… y recién suicidado. Con recuerdos fragmentados y un mundo moderno que le resulta ajeno, Légolas lucha por entender su nueva vida, marcada por escándalos, lujos y un pasado que no le pertenece.

Pero todo cambia cuando conoce a Leo Yueshen Sang, un letal y enigmático mafioso chino de cabello dorado y ojos verdes que lo observa como si pudiera ver más allá de su nueva piel. Herido tras un enfrentamiento, Leo se siente peligrosamente atraído por la belleza frágil y la dulzura que esconde Rubí bajo su máscara.

Entre balas, secretos, pasados rotos y deseo contenido, una historia de redención, amor prohibido y segundas oportunidades comienza a florecer. Porque a veces, para brillar

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Descubriendo la falsa.

Rubí regresó a su apartamento con toda la dignidad que podía reunir después de la última embestida emocional (y física) que fue convivir unos dias con Leo. Detrás de él venían Lina, su maquillista personal con ordenes exactas de Leo de no quitarle la vista ni para pestañear, Kimberly, su sirvienta con lengua afilada y mirada de "algo está pasando aquí ", y John, su asistente que ya parecía parte del mobiliario humano del apartamento porque nadie le ha e caso.

—¡Rubí, por el amor a Chanel! —exclamó Lina nada más verlo entrar—. ¡Tienes cara de sombi! ¿Qué demonios pasó allá?

(como si no supiera la clase de jefe que tiene)

—No se habla de Vietnam en la mesa —respondió Rubí con dramatismo, dejándose caer en el sofá como una estrella de cine en su última escena.

Kimberly levantó una ceja mientras le pasaba una taza de té de tilo.

—¿Tan malo fue?, ¿ah? John nos dijo que fue a atender a su vecino que resultó ser su enamorado.

John dejó las llaves sobre la mesita de entrada y comentó en tono monocorde:

—Yo ya tengo el número del fisioterapeuta en marcación rápida. Por si acaso. Y si quiere huir...ya es tarde.

Rubí puso los ojos en blanco, pero no replicó. Todavía sentía que si tocía fuerte, iba a expulsar purpurina y feromonas de lo cargado que estaba emocionalmente. Leo le había dado amor, risas, múltiples orgasmos y contracturas en lugares que ni sabía que podían doler.

Los días siguientes intentó recuperar su rutina, con Lina aplicándole mascarillas faciales mientras se quejaba de que su piel había perdido colágeno por "exceso de fricción", Kimberly lavando sábanas con expresión de "yo maté en otra vida para merecer esto", y John manejando la avalancha de flores, cajas y notas de amor que Leo enviaba religiosamente cada mañana.

Un día recibió una caja que decía: "Para cuando extrañes mis manos". Dentro había aceites de masaje, una nota con tinta dorada y... una foto de Leo en bata media abierta, donde se notaba debajo el monstruo del lago nes que le llegaba a media pierna disque frio. Sin nada debajo. Rubí se atragantó con su café mientras Kimberly gritaba desde la cocina:

—¡Si eso lo ve la señora del 502, te demanda por ataque al corazón!

La verdad era que, por mucho que intentara negarlo, extrañaba a Leo. Lo extrañaba cuando no estaba, cuando sí estaba, y hasta cuando soñaba que era un pastel y Leo lo devoraba lentamente. Lo peor es que no era metáfora. Literalmente soñó que Leo lo comía con tenedor.

Una tarde, mientras Rubí organizaba su closet por décima vez para no responder los mensajes de Leo, y con las cortinas corridas para que no lo vea, alguien tocó la puerta. Lina asomó la cabeza del baño donde estaba se lavando el pelo.

—Si es Leo, dile que se ponga camisa. El portero ya está preguntando si es actor de películas para adultos. Lo ve en el balcón de su casa siempre en toalla.

Rubí abrió y, efectivamente, ahí estaba Leo. Con una flor en la mano y una sonrisa que decía: "Hoy vengo con malas intenciones".

—Hola, cielo —dijo con esa voz que podía derretir hasta el esmalte de uñas de Lina.

—Si entras, juro que gritaré —dijo Rubí, con la voz ya medio rendida.

—No vengo a devorarte. Bueno, no aún. Vengo a pedirte algo más difícil —dijo, entrando sin permiso.

Rubí rodó los ojos y caminó hacia el sofá, Leo lo siguió, y se arrodilló frente a él. Kimberly apareció desde la cocina con el trapeador en la mano.

—¿Otra vez poniéndose romántico? ¿Voy pidiendo una ambulancia desde ya o todavía no?

Leo le lanzó una sonrisa a Kimberly, que la recibió como quien ve a un tiburón coquetearle a una foca.

—Rubí... —dijo Leo, con voz seria ahora—. Quiero que vivas conmigo.

El silencio fue tan espeso que hasta la cafetera dejó de burbujear.

—¿Viv... vivir contigo? —Rubí lo miró como si acabara de pedirle que se mudara a Marte.

—Sí. Quiero que estés en mi cama cada mañana. Quiero que pelees por el control remoto. Quiero que uses mi shampoo y me robes camisetas. Quiero verte con cara de sueño mientras desayunamos, aunque me lances el sartén si no hay café.

—¡Eso último sí va a pasar! —gritó Lina desde el baño.

Rubí lo pensó por un momento. Lo cierto era que ya se sentía a medio vivir sin Leo. Como si estuviera comiendo pastel sin crema.

—Déjame pensarlo.

—Te doy un minuto—Saca un anillo de diamantes y en la otra mano sostiene la caja donde está el collar de diamantes que le regaló al principio cuando él se encapricha con que se lo diera cuando era el verdadero rubí y luego se lo devolvió siendo Légolas pensando que así sería libre..

—Está bien. Pero con reglas. Nada de embestidas sorpresivas. Y tienes que prometer que si grito "¡basta!", significa BASTA. No "más rápido"—susurra.

—Hecho —dijo Leo, sellando el trato con un beso.

Lina gritó:

—¡SE MUDAN! ¡Diganme que tendré mis vacaciones!

Kimberly murmuró:

—Ahora sí, este edificio se va al infierno.

John simplemente anotó la fecha en su agenda: "Día en que mi jefe se condenó voluntariamente."

Un par de días después, Rubí empacaba sus cosas. O más bien, supervisaba mientras Lina embalaba el maquillaje como si fuera oro, Kimberly organizaba los cajones con expresión de "esto es brujería", y John preparaba las maletas con precisión militar.

Cuando llegaron al nuevo hogar de Leo, Rubí se sorprendió. Habían muebles nuevos y una cama extra grande.

—¿Planeabas esto desde antes? —preguntó Rubí.

—Desde que me di cuenta que eres adictivo —respondió Leo, tomándolo de la cintura.

Rubí soltó una risita nerviosa.

—Y tú eres como café fuerte: delicioso, peligroso y me quita el sueño.

Esa noche, mientras se acurrucaban bajo la manta con el nombre de Rubí bordado, escucharon desde el otro lado del teléfono a Kimberly decirle a Lina:

—Apuesto cinco monedas a que antes del desayuno ya está gritando otra vez...

Lina respondió:

—Yo apuesto a que ni llegan al desayuno sin romper algo.

Rubí miró a Leo con una ceja alzada.

—¿Apuestas?

Leo le guiñó un ojo.

—Si ganamos, te doy premio. Si perdemos... también te lo doy.

Y con eso, empezó la convivencia.

Con risas. Con sarcasmo. Con amor. Y con la promesa tácita de que, en esa locura compartida, uno nunca se aburriría del otro.

Días después, El desfile había sido un éxito. Rubí caminó la pasarela como si flotara, su chaqueta de lentejuelas doradas brillando como el ego de Leo después de una noche de pasión. Había aplausos, flashes, propuestas para sesiones de fotos y hasta un diseñador italiano que le dijo que era “la reencarnación gay de la Venus de Botticelli”. Todo perfecto... excepto por una pequeña condición que Rubí impuso desde el principio:

—¡No quiero ver a Leo en el evento! ¡Ni en primera, segunda, ni en fila de espaldas!

Y Leo, sorpresivamente, lo había aceptado. O eso parecía.

Con los pies un poco hinchados y el maquillaje aún intacto (gracias a Lina, la maquillista milagrosa que viajaba con más pinceles que una papelería entera), Rubí regresó a su nuevo hogar. Kimberly, su sirvienta de confianza, ya tenía lista su infusión de jengibre con miel y una bata suave como cachete de bebé.

—¿Qué tal todo, señorito? —preguntó Kimberly con su sonrisa siempre lista.

—Un desfile más, otra noche donde demuestro que soy una diva de categoría mundial —respondió Rubí, colapsando en el sillón como si fuera un gato exhausto—. ¿Y tú, Lina? ¿Te dieron ganas de caminar la pasarela también?

—Pfff, no. Prefiero estar en la sombra, donde nadie nota que estoy en crocs —dijo ella, sacándose los zapatos bajo la mesa.

Todo parecía normal. Hasta que Rubí se acercó a su habitación y escuchó una voz bajita, en tono cómplice, desde la sala de maquillaje.

Era Lina. Y estaba hablando por teléfono.

—Sí… desfiló bien, no tropezó con la cola del abrigo… sí, recibió flores de ese tal Nathan, pero las tiró en cuanto subió al auto… no, no se besó con nadie… sí, está en casa ahora… Bien, señor Leo, seguiré al tanto. Si, le diré que cene liviano que usted llegará más tarde

Silencio.

Silencio total.

Un tic en el ojo derecho de Rubí comenzó a temblar como el ala de una mariposa furiosa. Se quedó congelado detrás del umbral, como si fuera una estatua romana con chongo y delineador. Tragó saliva, y entró a la habitación con una sonrisa falsa que podría haber asustado a un payaso diabólico.

—¿Terminaste tu llamada, Lina? —preguntó con dulzura venenosa.

Lina se giró como si le hubieran echado agua fría.

—¡Ah! ¡Rubí! Yo… estaba hablando con mi… mi abuela. Sí, ella está muy pendiente de tus desfiles. Es una fan. Tiene un póster tuyo sobre el televisor. A veces le reza.

—¿Ah, sí? ¿Y desde cuándo tu abuela se llama “señor Leo”?

Kimberly soltó una carcajada desde la cocina y luego fingió que era una tos. Estaba a punto de decírtelo pero el que lo descubra por ella misma era bastante mejor. Lina, por su parte, empezó a sudar maquillaje.

—Mira… es que… él me contrató como… informante de cuidado. Solo eso. Para protegerte.

—¿Protegerme de qué? ¿Del amor no correspondido? ¿De las flores de Nathan? ¿Del sol?

—Él se preocupa, Rubí… Mira la vez de los ladrones. Si no hubiera estado aquí te habrían hecho daño.

—¡Se preocupa tanto que me mandó un Big Brother versión boutique!

Rubí caminó en círculos, bufando, con las manos en la cintura como si estuviera a punto de dar un discurso revolucionario.

—¡Esto es una invasión a mi privacidad! ¡Es espionaje emocional! ¡Es manipulación disfrazada de “amor romántico con abdominales”! ¡No soy una Kardashian, Lina!

—Tampoco lo ocultó tanto —susurró Kimberly—. Te manda desayuno, flores, mensajes, velas aromáticas con tu cara impresa…

—¡Eso no es una señal de amor! ¡Es una alerta roja con sirena!

Agarró su teléfono, marcó directo a Leo y lo puso en altavoz. Lina y Kimberly intentaron escabullirse como ratones, pero ya era tarde.

—Hola, bombón —respondió la voz profunda y pecaminosa de Leo.

—¡No me digas bombón, Stalker de lujo! ¿Así que me mandaste un espía?

Silencio.

—…¿Quieres que mienta?

—¡Sí! ¡Quiero que digas que no, que fue un error, que Lina marcó mal el número y cayó contigo por accidente mientras hablaba con su abuela loca!

—Entonces no puedo ayudarte.

Rubí bufó con tanta fuerza que casi se despeina.

—¡No puedo creerlo! ¡Todo este tiempo, pensaba que me estabas respetando! ¡Y tú jugando a ser el novio helicóptero!

—Rubí… lo hice porque me importas. Te juro que no fue con malas intenciones. Yo sé que a veces soy intenso, pero...

—¿Intenso? ¡Leo, tú eres la telenovela completa con todas las temporadas!

—…¿Pero al menos la de buena producción? ¿Con buenos actores y música pegajosa?

—¡No intentes hacerme reír!

—Un poco lo logré, ¿no?

Rubí tragó saliva. No, no iba a caer. Esta vez no.

—Leo, necesito espacio. Lo siento, pero esto fue demasiado.

—Entiendo —dijo él, en voz baja—. No volveré a cruzar esa línea. Perdóname.

Rubí le colgó sin responder.

Lina asomó la cabeza, mordiéndose los labios.

—¿Estoy despedida?

—Aún no lo decido —dijo Rubí, tirándose sobre el sofá—. Pero si quieres sobrevivir, tráeme helado. De chocolate con trozos de brownie y arrepentimiento.

Kimberly ya estaba yendo a la cocina.

—Te lo dije, señorito. Ese Leo está más enamorado que una canción de Luis Miguel.

Rubí se cubrió la cara con un cojín.

—Y yo más vigilado que un político corrupto.

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Nidia Mojica
❤️❤️❤️❤️❤️
Nidia Mojica
La historia está buenisima, gracias por los capitulos.
Nidia Mojica
Momento de la vérdad ha llegado.
Nidia Mojica
Leo es todo un caso.
Anonymous
jajaja no puedo de la risa jajaja son tan tiernos ☺️🫢
Anonymous
Jajajaja que historia mas bella y divertida, con personajes muy lindos. Muchas gracias 🥰
Franshesca Acosta
yo lo perdonó 🤭🤭🤭
Blanka Arce
simplemente perfecto
Nidia Mojica
Jajajajaj Leo y Rubí son el uno para el otro, y así de tóxico le encanta.
Franshesca Acosta
pues yo tampoco 😏😈
Anonymous
Gran historia, cada capítulo te atrapa ñ. 🥰
Anonymous
Que linda pareja 💖🥰😍
Anonymous
jajaja 🤣🤣
Anonymous
Que bonito momento ☺️
Anonymous
Me gusta mucho la historia, muchas gracias.
Anonymous
Tan lejos y cerca a la vez 😊
Anonymous
Ahaaa esto esta que arde ,🫢🫢
Anonymous
Que intenso el capítulo 😅 me encanta la historia .
Marleni Pacheco aguilar
hola un gusto autora me encantó tu historia por favor actualiza me encantó tanto que me la leí todo él día de hoy me encantó /Kiss/
Nidia Mojica
Buenisima la historia, me.encanta. Espero por mas capitulos. Gracias por crearla y compartirla.
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