chicas no me maten, pero necesito publicarla o se me va a ir la idea
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capítulo 22
Vivían no había dormido ni un minuto la noche anterior. El silencio de la casa ajena, la ausencia de voces familiares y la falta de ese bullicio que tanto la irritaba y, al mismo tiempo, la reconfortaba, le impidieron conciliar el sueño. Desde que había regresado a la vida con su familia, su corazón parecía latir al mismo ritmo que el de ellos… y lejos de ese ritmo, simplemente no podía descansar.
Se removió entre las sábanas de la habitación de Andrei hasta que la luz del sol entró por la ventana. Al voltear, encontró una rosa roja sobre la almohada junto a una nota en la letra elegante de su amigo:
*"Desayuna antes de salir. Te lo mereces. —A"*
A su lado, una bandeja cuidadosamente preparada: frutas frescas, panecillos calientes, café con la cantidad exacta de azúcar, y su jugo favorito.
Suspiró con una sonrisa leve. Andrei era detallista de una forma que la desarmaba, pero no tenía tiempo de pensar en eso. Hoy era la inauguración, y había que volver a la mansión.
Al salir, Iván ya la esperaba con el auto encendido y expresión seria. En cuanto subió, él le tendió un sobre con planos.
—Pasé por el restaurante esta mañana y recogí esto. Por si necesitas sostener la historia.
Vivían lo miró con los ojos ligeramente húmedos, no por tristeza, sino por la calidez inesperada de sus palabras.
—Gracias, Iván... de verdad. No quiero que sepan dónde estuve.
—Lo sé. No es necesario explicar —respondió él sin apartar la vista del camino.
Al llegar a casa, fue recibida como si no hubiese pasado nada. Su mentira fue aceptada sin comentarios, aunque ella sentía cómo los ojos de su padre y sus hermanos la escaneaban discretamente, buscando pistas que no pensaban presionar.
Mientras se duchaba y se preparaba para la gran inauguración de la nueva sede en Los Ángeles, su celular vibró sobre el lavabo. Un número desconocido apareció en la pantalla. Al abrir el mensaje, se encontró con un breve texto:
"Tenemos que hablar. —Mark."
Frunció el ceño. Mark no tenía su número. Lo había conseguido por medios que prefería no imaginar. A punto estuvo de bloquear el contacto cuando el teléfono volvió a vibrar: una llamada entrante.
Resopló, molesta, y contestó sin filtros:
—¿Qué desea, señor Lauren?
—Vivían… necesitamos hablar. Esto no puede seguir así…
—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar.
—Tu familia me declaró la guerra —dijo él con voz alterada—. Tu padre se reunió con mi abuelo. Lo amenazó. Le dijo que si no me destituía, destruiría la empresa.
Vivían se quedó en silencio un segundo. No tenía idea de esa reunión.
—¿Y qué esperas que yo haga?
—Diles que paren. Estoy perdiéndolo todo: contratos, socios, proyectos… Mi abuelo está desesperado intentando revertir esto.
Ella se sentó en el borde de la cama, cruzó las piernas y respondió con frialdad:
—Mire, sinceramente no estaba enterada de esos ataques. Pero veré qué puedo hacer… No por usted, sino por su abuelo. Él no se merece ver cómo su trabajo de toda una vida se va por un caño. Aunque no prometo nada. No suelo meterme en los asuntos de mi familia. Y después de lo que usted le hizo a mi hermano... no será fácil convencerlos.
—Vivían… te lo pido por favor. Sé que en el pasado me comporté...
*Click.*
Ella colgó antes de que terminara. No quería escuchar una disculpa obligada, nacida del miedo o de la desesperación. Las disculpas, si no venían del alma, le sabían a tierra mojada: inútiles.
Del otro lado de la línea, Mark bajó lentamente el teléfono, apretándolo entre los dedos hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Frente a él, el señor Francisco Lauren —demacrado, el rostro surcado por líneas de cansancio— lo miraba con ojos graves. A su lado, Sergio, el abogado familiar, lo observaba en silencio, esperando una respuesta.
—Dijo que hablaría con su padre por ti —dijo Mark finalmente, con los labios tensos.
Francisco asintió con lentitud, aunque la decisión ya estaba tomada.
—Si eso no funciona… tendrás que disculparme, hijo, pero no puedo permitirme perder el trabajo de toda mi vida. Tu primo ocupará tu lugar. Tú asumirás la vicepresidencia.
Mark apretó los puños.
—No me puedes hacer esto...
—No tengo opción. Yo ya puse mi confianza en ti una vez. Ahora solo me queda salvar la empresa.
El silencio cayó como una sentencia.
Es el famoso libre albedrío, del que todos ante una disyuntiva echamos manos ✋ y optamos por algo en entredicho 👍🏻🙌
Y tampoco ha habido acción 🤷 de él hacia Camila, para que descubran la joyita que es 🤨😵🤯