Una amor cultivado desde la adolescencia. Separados por malentendidos y prejuicios. Madres y padres sobreprotectores que ven crecer a sus hijos y formar su hogar.
NovelToon tiene autorización de Adriánex Avila para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 21 Gracias, señorita Kendall
Kendall sonrió con una suficiencia insultante. Sin decir una palabra, conectó un USB y luego su teléfono a la pantalla principal.
—Permítanme mostrarles —dijo con voz melosa.
Y allí estaba. Era, prácticamente, la misma presentación. La misma estructura, los mismos conceptos clave, los mismos giros narrativos... solo que con otras obras de arte. Y en la diapositiva final, las fechas de creación del archivo databan claramente de tres años atrás.
Una ola de consternación recorrió la sala. Kendall, con una expresión de profunda decepción que no lograba ocultar el brillo de malicia en sus ojos, se dirigió a la rubia.
—Señorita Belle... —dijo, haciendo una pausa dramática para maximizar el impacto.
—Creo que... usted nos debe una explicación.
Belle observó la presentación de Kendall con una calma que resultaba desconcertante. Luego, caminó con determinación hacia la pantalla, su mirada analítica escaneando cada detalle.
—Vaya —comenzó, su voz clara y serena cortando la tensión.
—La señorita Kendall tiene una... curiosa fijación por mi nombre. Y si esto es de hace tres años, quiere decir que me admiraba desde antes. ¡Qué honor!
Con el control remoto, hizo un círculo alrededor de varias palabras escondidas en el documento de Kendall, resaltándolas para toda la sala.
—Aquí... y aquí... dice: 'Be-lle-es-la-me-jor-ar-tis-ta-de-to-dos-los-ti-em-pos'.
Luego, con un clic, puso su propia presentación al lado. En los mismos lugares, en las mismas líneas y renglones que supuestamente había plagiado, la frase idéntica aparecía, repetida tres veces por página, como una firma secreta.
—Gracias, señorita Kendall —dijo Belle, con una dulzura letal—, por... admirarme tanto.
Kendall estaba lívida. La sangre había abandonado su rostro. Eso no me lo esperaba. El documento estaba cifrado con un mensaje oculto a simple vista, una trampa de agua digital que Bernarda le había sugerido plantar, y ella, en su arrogancia, no se había molestado en revisar a fondo el archivo que pretendía usar para hundirla.
Todos los ojos se clavaron en Kendall, que estaba muda, paralizada. Abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua, incapaz de articular sonido alguno.
Mía no pudo resistir la oportunidad.
—Vaya, señorita Kendall —dijo con una dulzura cargada de hierro.
—Parece que, desde antes de conocer a la señorita Belle, ya era toda una visionaria... una pitonisa. ¿O deberíamos decir... una admiradora secreta?
Jaime, que estaba al fondo, llevó el puño a la boca para sofocar una carcajada, pero se contuvo de inmediato al cruzar la mirada con Diego. No era una mirada de enfado, sino algo mucho peor: era una mirada fría y cortante como el acero, la mirada de un CEO que ha visto suficiente.
—Kendall —la voz de Diego retumbó en el silencio, grave, baja y cargada de una autoridad que no admitía réplica—. Estás acusando a Belle Ferrer Monterrosa de plagio, pero tus 'pruebas' se ven más como un trabajo de la pasante que un trabajo tuyo. —Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras aplastara por completo a la mujer—. Ahora, explícame. ¿Estás absolutamente segura de que ella es la plagiadora?
La pregunta no era una pregunta, era una condena. Y en el tono de Diego, todos pudieron escuchar la amenaza no dicha: "Evalúa tu siguiente palabra con mucho cuidado."
Kendall comenzó a llorar, soltando lágrimas de cocodrilo perfectamente calculadas. Pero su actuación se quebró de inmediato. No se esperaba para nada la reacción de Diego.
—Kendall —dijo su voz, no con furia, sino con un frío glacial que pareció congelar el aire en la sala—, estás despedida. Esta acusación falsa es inaceptable, y el que te hayas atrevido a crear pruebas para respaldarla es una falta de integridad profesional imperdonable. Retírate de inmediato.
Belle se quedó con la boca abierta, sin poder creer la velocidad y contundencia con la que había caído el hacha. Mía, a su lado, se desplomó contra el respaldo de su silla, liberando un suspiro de impresión y alivio. Jaime, por su parte, parecía que estaba a punto de lanzar fuegos artificiales de pura celebración silenciosa, con una sonrisa tan amplia que le hacía doler las mejillas.
En cuanto a los jefes de las diferentes direcciones del proyecto, el intercambio de miradas entre ellos era elocuente: era todo lo que podían hacer para no ponerse de pie y aplaudir la decisión.
—¡Diego, no! —suplicó Kendall, con la voz quebrada por unos sollozos que ya nadie creía.
—Te juro que fue una confusión, puedo explicártelo... ¡Podemos hablar en privado!
Pero las palabras de Diego la desmoronaron por completo, cortantes y definitivas:
—Retírate, Kendall.
Sin darle más oportunidad, se volvió hacia Belle, quien estaba más confundida que un topo en un parking de supermercado, sin saber qué rumbo tomar.
—Y usted, señorita Ferrer —dijo con un tono que había suavizado notablemente—, tome asiento. Aquí.
Señaló la silla vacía a su derecha, la que momentos antes había ocupado Kendall. Belle, con el corazón aún acelerado, caminó mecánicamente hacia el lugar que se le indicaba, sintiendo las miradas de todos en la sala.
—Bien —declaró Diego, recuperando el control de la reunión.
—El proyecto de la señorita Ferrer queda a votación. ¿Quiénes estén de acuerdo con que continúe a cargo, levanten la mano.
No hubo ni un segundo de duda. El bosque de manos que se alzó de inmediato fue unánime. No solo votaban por la capacidad evidente de Belle, sino que, en el fondo, celebraban haber espantado al fantasma tóxico que los había atormentado por tanto tiempo.
—Ahora —anunció Diego, con la mirada clara y el tono firme de quien ha limpiado el campo de juego—, ajustemos los detalles del proyecto. Comencemos.
Mientras el trabajo se reiniciaba con una energía renovada, Belle estaba hinchada de un orgullo silencioso y merecido. No era arrogancia, era la satisfacción profunda de haber defendido su honor y su talento con inteligencia y gracia.
Al otro lado de la mesa, Mía no podía disimular su admiración. Le levantaba el pulgar de forma exagerada, con una sonrisa que le iluminaba toda la cara. Parecía que no se había conseguido una simple aliada, sino una diosa guerrera a la que seguir a capa y espada.
Jaime, por su parte, observaba la escena con una expresión pensativa. Con la amenaza de Kendall eliminada, su mente de estratega ya estaba tramando el siguiente movimiento. Miró a Diego, concentrado en el trabajo pero con una postura más relajada junto a Belle, y luego a ella, radiante de triunfo.
En sus manos invisibles, Jaime ya sostenía una flecha de Cupido, lista para disparar y emparejar de una vez por todas a esos dos testarudos.
Pillina ya los veré en cada rincón ahi dandose su despedida 😆🤭🤭🤭