Adrien Marlow siempre consideró a Kai Min-Fletcher un completo patán cuya actitud y personalidad dejaban mucho que desear. Era bruto, arrogante y un imbécil que a veces disfrutaba despreciar a los demás, justo el tipo de persona que Adrien detestaba. Por ello creyó que nunca se relacionarían. Pero entonces, en una noche de lluvia, descubrió algo inesperado: ¿Kai estaba llorando? Antes de que pudiera pensar con claridad, los dedos de su mano presionaron el botón de su cámara. Cuando el sonido alertó a Kai, Adrien no era consciente de que, en ese momento, su vida estaba a punto de cambiar… y que, quizá, también cambiaría la vida de alguien inesperado.
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Observando las nubes en el cielo, Adrien comprueba que el pronóstico del clima estaba en lo correcto: va a llover. En cuanto vio la alta probabilidad por la mañana, se preparó con lo necesario para que la lluvia no le causara demasiados problemas. En otra ocasión habría preferido cancelar el plan, pero no tenía cómo avisarle a Kai. Aunque intentó comunicarse con él por otros medios, fracasó. En las redes, Kai tiene bloqueada la opción de mensajes; la única forma en que se permiten es si él acepta una solicitud de amistad. Igual, Adrien tiene una deuda que saldar con Edith, así que debe realizar la sesión de una u otra forma.
Es entonces cuando la canción que se reproduce cambia; Alan había conectado su celular a las bocinas del auto, dejando su lista de canciones en aleatorio. Adrien reconoce la canción. Ya la había escuchado antes; si no mal recuerda, es la misma que Dylan le enseñó en una ocasión.
—Esa canción, ¿no es de la banda Nemesis? —pregunta mientras voltea hacia su hermano.
Por lo que sabe, la banda no tiene mucho que comenzó, por lo que recientemente está siendo reconocida. No esperaba que Alan escuchara sus canciones.
—Sí, ¿cómo lo sabes? Creí que no te interesaba ese género musical.
—Un amigo es muy fan de la banda.
—¿Ah, sí? Pues tu amigo tiene un excelente gusto —halaga Alan—. De casualidad, ¿no será el amigo al que verás hoy?
Es raro que Adrien quiera ir a un sitio tan retirado; por supuesto que Alan está curioso al respecto. Lo conoce, sabe que su hermanito no suele romper la rutina a menos que haya un factor externo. Además, notó que trajo consigo su cámara. Aunque eso no es nada fuera de lo común, le llamó la atención que también llevara más equipo de lo usual.
—No, ni siquiera es un amigo.
Para ser sinceros, Adrien no sabe cómo categorizar su relación con Kai. La etiqueta más apropiada sería la de conocidos. Porque no son lo suficientemente cercanos como para llamarse amigos, pero tampoco puede decir que son completos extraños. Al menos, después de tantos encuentros, ya no lo son.
—Hermano, ¿mis ojos son... raros?
—¿Raros? Claro que no. Son completamente normales —asegura Alan, sin entender la pregunta de Adrien—. ¿Por qué lo dices?
—Es solo que... hay alguien a quien parece incomodarle mi mirada. Cuando estamos juntos, siempre me dice que mis ojos son penetrantes.
—Bueno, es cierto que, cuando algo te interesa, tu expresión suele evidenciar tus emociones —desde que Adrien era niño, ha sido así. Alan recuerda que una vez los vecinos compraron un canario, y Adrien pasaba horas observándolo desde el balcón, cada vez que podía. Aunque nunca comentó nada sobre el canario, todos en la familia sabían que le gustaba—. ¿Acaso será que te atrae esa persona?
Sugiere Alan, sin esperar una respuesta en concreto.
—No lo sé... creía que no. Pero ya no estoy seguro.
En ese momento, Alan gira abruptamente el volante y se desvía del carril. El movimiento es brusco. El claxon del auto que circula detrás resuena, reclamando la maniobra. Alan recupera el control de inmediato y se reincorpora al carril. Adrien, por su parte, se aferra al asiento por instinto; el cinturón de seguridad evitó que se golpeara contra la puerta.
—¡¿Qué m-mosca te picó?! —protesta Adrien, conteniendo una grosería.
Llevando su mano izquierda al pecho, Adrien respira para calmarse. Eso pudo haber salido muy mal. ¿Qué le ocurre a su hermano? ¿O ya olvidó lo peligroso que es perder el control del volante? Debería saberlo incluso mejor que él. Pero, aunque Adrien intenta recuperarse del susto, es Alan quien parece aún más sorprendido.
—¡No me lo creo! —exclama Alan con tono exaltado, manteniendo la vista al frente e ignorando la queja anterior—. Mi hermano, a sus veinte años... ¡por fin se ha enamorado! Ya me tenías preocupado. De adolescente nunca tuviste un solo sueño húmedo ni te gustó nadie. Incluso llegué a pensar que serías soltero toda tu vida.
Al oírlo, Adrien se sonroja, avergonzado. ¿Cómo terminó la conversación así? Alan está diciendo tonterías. Suerte que son los únicos en el auto; de lo contrario, haría lo posible por cerrarle la boca. Es su hermano y lo quiere, pero es vergonzoso que diga esas cosas en voz alta.
—¡Estás en un error! No me refería a ese tipo de atracción. Y sobre lo otro... sabes perfectamente que, por aquellos años, no tenía la cabeza para pensar en cosas como el romance.
Alan ríe al ver lo rojo que se ha puesto su hermano. Aprovechando que se detienen ante un semáforo en rojo, estira la mano para revolverle el cabello, tal como solía hacer cuando Adrien era pequeño.
—Lo sé. Por eso mismo me alegra que al fin estés experimentando tu primer amor —al terminar de desordenarle el peinado, Alan lo mira con una mezcla de orgullo y emoción.
—¿A-amor? Ya te lo dije, estás equivocado —Adrien decide cortar la conversación por lo sano.
No sabe de dónde sacó Alan esa absurda idea. Adrien admite que siente cierto interés por Kai, pero es un sentimiento completamente diferente al amor. El amor es complejo, y no sucede de un día para otro. Además, incluso en un caso hipotético, Kai está lejos de encajar en su estándar. Adrien siempre imaginó que su primer noviazgo, sin importar el género, sería con una persona gentil o amable. Hasta ahora, no ha visto en Kai dicha cualidad.
..."¿No estaré pensándolo demasiado?"...
Alan observa de reojo la creciente confusión en el rostro de su hermano. Tal vez no debió ser tan directo. La emoción le jugó en contra, y no se expresó de la mejor manera, especialmente considerando que Adrien tiene dificultades para percibirse a sí mismo. Aun así, espera conocer pronto a ese alguien que logró captar la atención de su hermano menor.
Media hora después, Alan se estaciona frente a la entrada del parque. Adrien, con la mochila al hombro, baja del auto tras agradecerle el favor. Cuando su hermano se despide y arranca —no sin antes decirle que le escriba si surge algún problema—, Adrien siente un brazo posarse sobre su hombro.
—Es un buen auto —elogia Kai, soltando un silbido—. ¿Quién es? ¿Hermano? ¿Primo? ¿Amigo?
Adrien lo mira, sin impresionarse por su repentina aparición. Ya empieza a acostumbrarse.
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