Renacer De Venganza

El eco de los pasos resonaba en el mármol mientras Seraphina caminaba por los pasillos del palacio. La atmósfera parecía más pesada de lo habitual, y un presentimiento sombrío se había instalado en su pecho desde que había notado la actitud sospechosa de su hermana, Isabella. Aunque siempre había habido cierta rivalidad entre ellas, en esta nueva vida, la presencia de Isabella parecía más amenazante.

Seraphina llegó a sus aposentos y cerró la puerta con un suspiro. Mientras se sentaba frente a su escritorio para revisar los documentos que había obtenido sobre Darius, oyó un ruido sutil, como el roce de un vestido.

"Sabía que no podía confiar en ti, querida hermana".

La voz de Isabella era melódica, pero contenía una frialdad cortante. Seraphina levantó la vista para encontrarla de pie en el umbral de la habitación, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

"Isabella"—dijo Seraphina con tono medido—. "¿A qué debo el honor?"

"Oh, no necesitas ser tan formal conmigo, Seraphina. Después de todo, somos familia".

Isabella avanzó con pasos tranquilos, como un depredador acechando a su presa. Su vestido dorado centelleaba a la luz de las velas, y su porte exudaba confianza.

"La última vez que te vi tan involucrada en la política de la corte, las cosas no terminaron bien para ti. ¿Estás segura de que quieres repetir esa historia?"

El corazón de Seraphina dio un vuelco, pero mantuvo su expresión neutral. Sabía que Isabella era más astuta de lo que aparentaba, y si estaba allí, no era simplemente para charlar.

"Aprendí mucho de esa experiencia" —respondió Seraphina con calma—." No tengo intención de cometer los mismos errores".

"¿De verdad?"—replicó Isabella con una sonrisa burlona—. "Porque últimamente he escuchado rumores interesantes sobre ti y el duque Alaric".

El cuerpo de Seraphina se tensó, pero no dejó que Isabella viera su incomodidad.

"Los rumores son solo eso, rumores. No deberías prestarles atención".

"Tal vez. Pero, ¿qué pensará el emperador si le menciono lo... cercana que te has vuelto con su hermano mayor?"

"¿Qué quieres, Isabella?" —preguntó Seraphina, dejando de lado las formalidades.

Isabella rio suavemente, deleitándose en la tensión que había creado.

"Quiero lo que siempre he querido, hermana. Poder, reconocimiento, y la posición que merezco".

"Entonces ve y lucha por ello. Pero no intentes usarme como un peón en tus juegos".

"Oh, querida, no estás entendiendo. No quiero usar a nadie. Solo quiero advertirte. Si sigues entrometiéndote en asuntos que no te corresponden, no tendré más remedio que tomar medidas".

Isabella dio media vuelta, pero antes de salir, miró a Seraphina una vez más.

"Recuerda, hermana, en este juego, las emociones son una debilidad. Y tú pareces tener muchas".

Después de la confrontación, Seraphina sabía que no podía ignorar la amenaza de Isabella. Aunque su hermana no había revelado sus intenciones completas, estaba claro que no era un simple enfrentamiento de palabras.

Esa misma noche, mientras discutía la situación con Alaric en la biblioteca, trató de explicar su preocupación.

"Isabella no es alguien que actúe sin un propósito claro" —dijo Seraphina mientras caminaba de un lado a otro. "Si ha venido a advertirme, es porque ya tiene algo planeado".

Alaric, sentado en una silla con los brazos cruzados, asintió lentamente.

"Tu hermana siempre ha sido una figura complicada en la corte. Pero, ¿crees que está trabajando sola?"

"No lo sé" —admitió Seraphina. "Pero es posible que esté colaborando con Darius. Ambos comparten el mismo objetivo: destruirnos".

"Entonces debemos anticiparnos a su próximo movimiento" —dijo Alaric con determinación. "¿Hay algo que podamos usar en su contra?"

Seraphina reflexionó por un momento antes de recordar algo.

"Hace años, antes de que mi vida diera este giro, escuché rumores de que Isabella tenía un amante secreto. Si esos rumores son ciertos, podría ser nuestra oportunidad".

"Investiguemos entonces"—dijo Alaric, poniéndose de pie. Pero debemos ser cuidadosos. Si Isabella siente que estamos contraatacando, podría acelerar sus planes.

En los días siguientes, Seraphina y Alaric trabajaron en silencio, recopilando información sobre Isabella. Utilizaron a Elise y otros contactos confiables en el palacio para seguir los movimientos de la joven. Finalmente, descubrieron algo que podía ser útil: Isabella había estado reuniéndose en secreto con un noble extranjero, el conde Viktor, conocido por su afición a las intrigas.

Seraphina decidió confrontarla directamente, eligiendo un momento en el que sabía que Isabella estaría sola en sus aposentos.

"¿Qué quieres ahora, Seraphina?" —preguntó Isabella con una sonrisa irónica cuando su hermana entró sin previo aviso.

"Quiero que detengas tus juegos antes de que sea demasiado tarde" —respondió Seraphina, enfrentándola con firmeza. Sé que estás trabajando con Viktor.

Por un breve momento, la sorpresa cruzó el rostro de Isabella, pero rápidamente la reemplazó con una sonrisa burlona.

"¿Y qué si lo estoy? ¿Acaso piensas que puedes detenerme?"

"No, Isabella. Pero si sigues adelante, me aseguraré de que el emperador se entere de tus reuniones clandestinas. No creo que le agrade saber que su querida está conspirando con un extranjero".

Isabella se tensó ante las palabras de Seraphina, pero mantuvo su compostura.

"Eres más astuta de lo que pensé, hermana. Pero te advierto, si juegas conmigo, estarás jugando con fuego".

"Entonces estamos empatadas"—respondió Seraphina con calma. "Porque si intentas sabotearme, me aseguraré de arruinarte".

Cuando Seraphina regresó con Alaric, sintió un extraño alivio. Había enfrentado a Isabella y dejó en claro que no sería una víctima fácil. Sin embargo, también sabía que esto era solo el comienzo de una batalla más grande.

"¿Cómo te fue?" —preguntó Alaric, leyendo la preocupación en su rostro.

"Creo que logramos ganar algo de tiempo. Pero Isabella no es alguien que se rinda fácilmente".

Alaric se acercó, tocando suavemente su hombro.

"No estás sola en esto, Seraphina. Pase lo que pase, enfrentaremos esto juntos".

Ella sonrió, sintiendo una calidez que contrastaba con las sombras que los rodeaban.

"Lo sé, Alaric. Y no pienso dejar que nada nos detenga".

Mientras las luces del palacio se apagaban esa noche, Seraphina supo que la guerra en la corte estaba lejos de terminar. Pero, se acercaba más a su venganza y a la construcción de un futuro donde ella y Alaric pudieran ser libres.