Dicen que la historia la escriben los vencedores.
Que los héroes son solo villanos que supieron contar mejor su versión.
Yo no crecí con cuentos de hadas.
Crecí con sus sombras.
Mi nombre es Hope Michelson.
Soy la hija de una loba alfa y del híbrido más temido del mundo.
Llevo en la sangre la magia de los brujos, la furia de los licántropos y la sed eterna de los vampiros.
Mi linaje está marcado por la tragedia, la traición… y el poder.
Durante siglos, mi familia fue temida por todos.
Hasta que fueron malditos, encerrados en un sueño del que solo yo puedo liberarlos.
Pero para hacerlo, debo encontrar al Doppelgänger.
Y tomar su sangre.
Esta es mi historia.
La historia de una heredera sin reino,
de una hija sin padre,
de una bestia con corazón humano.
Mi historia… y la de un linaje maldito.
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capítulo 3
Con el grimorio de mi abuela abierto frente a mí, las páginas amarillentas parecían susurrar secretos olvidados. Sabía que debía actuar con astucia; la clave para liberar a mi familia y romper la maldición que me la había arrebatado estaba al alcance de mi mano. Pero para lograrlo, necesitaba crear una distracción que desviara la atención de las brujas y, al mismo tiempo, movilizara a los vampiros y hombres lobo en mi búsqueda del Doppelgänger.
Primero, decidí hacer circular rumores sobre la aparición de un Doppelgänger en la ciudad. Utilizando mis conexiones con algunos vampiros que aún me debían favores, comencé a esparcir la noticia de que existía un ser con el poder de romper la maldición del sol y la luna.
La maldición del sol y la luna data de cientos de años atrás. Se decía que quien encontrara la piedra lunar y al Doppelgänger podría romper la condena que obligaba a los hombres lobo a transformarse en bestias durante las noches de luna llena, y a los vampiros, a ser esclavos del sol. Solo la sangre de una de las especies podía romper su propia maldición, y quien lo lograra condenaría a la otra a la eternidad de su sufrimiento.
Sabía que los vampiros caerían en la trampa y se lanzarían a la caza.
Mientras tanto, contacté a un viejo amigo, un hombre lobo llamado Finn, que había sido leal a mi padre en el pasado. Le conté la misma historia y le hice prometer que reuniría a su manada para liberar a los licántropos de su maldición. La rivalidad entre nuestras especies era feroz, pero la posibilidad de obtener un poder tan inmenso como ese era suficiente para unir a hombres lobo y vampiros, al menos temporalmente, en la búsqueda del Doppelgänger.
Con el tiempo, la tensión en la ciudad creció. Vampiros y hombres lobo comenzaron a patrullar las calles, buscando al Doppelgänger que había despertado su codicia. Mientras tanto, yo me mantenía en las sombras, observando y esperando el momento adecuado para actuar. Sabía que, en algún momento, el Doppelgänger se sentiría atraído por el caos que había desatado. Solo debía esperar el momento justo para acercarme a él y ganarme su confianza.
Una de esas noches, mientras observaba en las sombras a los vampiros moverse, oí cómo un grupo de ellos mencionaba que habían localizado al Doppelgänger en un bar y que solo esperaban la oportunidad para atacarlo y sacarlo de allí sin levantar sospechas. Rápidamente me dirigí al lugar y, al llegar, pude notar que toda la comunidad mágica ya estaba allí... Brujas, hombres lobo y vampiros se encontraban ocultos entre la multitud, esperando su momento para actuar.
El ambiente en el bar era tenso, cargado de una energía palpable que erizaba la piel. Las luces parpadeantes y la música estridente apenas lograban ocultar los murmullos conspirativos que se tejían en las sombras. Sabía que el Doppelgänger estaba allí, pero también que la situación podía volverse peligrosa en cualquier momento.
Me deslicé entre la multitud, manteniéndome alerta. Las brujas, con sus miradas astutas y sus susurros encantados, parecían estar tejiendo un hechizo de distracción. Los hombres lobo, con su fuerza bruta e instinto salvaje, aguardaban ansiosos. Y los vampiros, con su elegancia letal y su sed de poder, observaban con ojos hambrientos, esperando el momento perfecto para atacar.
Entonces lo vi.
El Doppelgänger. Un joven de aspecto ordinario, pero con una mirada que destacaba entre la multitud. Su aura era intensa, casi hipnótica, y podía sentir que poseía un poder capaz de cambiarlo todo. Sin embargo, no podía acercarme sin ser descubierta. Necesitaba provocar un caos mayor para cubrir mis movimientos.
Recordé un antiguo hechizo del grimorio de mi abuela, uno capaz de invocar una tormenta de sombras. Con un movimiento sutil, comencé a murmurar las palabras en voz baja, sintiendo cómo la energía mágica se acumulaba a mi alrededor. Las luces del bar comenzaron a parpadear con más fuerza, y un viento helado barrió el lugar, haciendo que la música se detuviera abruptamente.
El caos estalló.
Los vampiros se miraron, confundidos. Las brujas lanzaron hechizos en respuesta, y los hombres lobo se tensaron, listos para atacar. En medio de la confusión, me deslicé hacia el Doppelgänger, que parecía ajeno a la tormenta que estallaba a su alrededor.
—¡Ven conmigo! —le susurré, tomando su brazo y tirando de él hacia la salida trasera del bar. No sabía si confiaría en mí, pero la urgencia no dejaba lugar para dudas. El lugar se había convertido en un torbellino de furia y magia, y sabíamos que no teníamos mucho tiempo.
Afuera, el aire fresco de la noche nos envolvió, y el bullicio del bar comenzó a desvanecerse con la distancia.
—¿Quién eres? —preguntó el Doppelgänger con voz cargada de desconfianza.
—Alguien que quiere liberarte de este caos —respondí, con tono firme—. ¿Vienes o te quedas?
El chico me miró con duda, como si midiera cada palabra que le ofrecía. Pero pronto, un grupo de hombres lobo salió del bar, y al vernos, intentaron acercarse.
Rápidamente conjuré una cortina de humo y murmuré:
—No tenemos mucho tiempo. Sígueme.
Sin más, giré y me eché a correr. Unos segundos después, escuché:
—¡Espera! Voy contigo.
Asentí sin detenerme, y juntos nos perdimos en la oscuridad de la ciudad.