Thiago siempre fue lo opuesto a la perfección que sus padres exigían: tímido, demasiado sensible, roto por dentro. Hijo rechazado de dos renombrados médicos de Australia, creció a la sombra de la indiferencia, salvado únicamente por el amor incondicional de su hermano mayor, Theo. Fue gracias a él que, a los dieciocho años, Thiago consiguió su primer trabajo como técnico de enfermería en el hospital perteneciente a su familia, un detalle que él se esfuerza por ocultar.
Pero nada podría prepararlo para el impacto de conocer al doctor Dominic Vasconcellos. Frío, calculador y brillante, el neurocirujano de treinta años parece despreciar a Thiago desde la primera mirada, creyendo que no es más que otro chico intentando llamar la atención en los pasillos del hospital. Lo que Dominic no sabe es que Thiago es el hermano menor de su mejor amigo y heredero del propio hospital en el que trabajan.
Mientras Dominic intenta mantener la distancia, Thiago, con su sonrisa dulce y corazón herido, se acerca cada vez más.
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Capítulo 3
Todo lo que Duele en Silencio
El reloj marcaba las 06:25 de la mañana cuando Thiago llegó a la sala de reuniones vacía, según lo acordado.
El hospital aún despertaba poco a poco. Había silencio en los pasillos, un vacío extraño que se extendía hasta dentro de él. El olor a café flojo y alcohol aún impregnaba el aire, mezclado con el frío cortante del aire acondicionado.
Thiago se acomodó la bata e intentó disimular el temblor en las manos. Dominic estaba en camino.
No sabía qué esperar. Parte de sí quería creer que sería algo profesional. Otro pedazo —aquel ingenuo, herido y esperanzado— quería creer que Dominic tal vez... tal vez había notado algo. Tal vez sería diferente.
Pero cuando la puerta se abrió, y Dominic entró con su postura impecable, la expresión fría y la carpeta en manos, Thiago supo que no era así.
No sería diferente.
—Puntual. Al menos eso. —La voz de Dominic sonó cortante.
Thiago tragó saliva y solo asintió.
Dominic se acercó, cruzó los brazos y lo encaró por largos segundos. Como si estuviera evaluando una pieza defectuosa.
—Vamos directo al grano. —Dominic habló—. ¿Por qué estás aquí, Thiago? ¿En este hospital? ¿Qué quieres de verdad?
Thiago frunció el ceño, sorprendido.
—¿Cómo así?
—Sabes muy bien lo que quiero decir. Desde que llegaste aquí, actúas como un corderito indefenso, queriendo agradar a todo el mundo, sonriendo demasiado, intentando llamar la atención. Es irritante. No es así como se trabaja en un hospital. Esto aquí es serio.
Las palabras cortaban como cuchillos.
—Yo... yo solo intento ayudar —dijo Thiago, con la voz fallando—. Yo amo lo que hago. Y nunca quise llamar la atención.
—¿Entonces por qué vives lanzándote donde no fuiste llamado? —Dominic se acercó un paso—. Estorbas. Quitas el foco. Y me haces perder tiempo. ¿Sabes cuántas personas ya me preguntaron si tienes algún tipo de protección dentro del hospital?
Thiago sintió el suelo desaparecer bajo sus pies.
—Yo no pedí nada a nadie. Yo trabajo duro…
—Eres el típico niñito mimado intentando probar que no es inútil. —Dominic disparó, frío—. Pero aquí dentro, el apellido no te protege. Aquí, o eres útil, o estás fuera.
La respiración de Thiago se hizo pesada. El pecho ardía. La garganta se trababa.
—Tú ni siquiera sabes quién soy —dijo, con dificultad—. Nunca te tomaste el trabajo.
Dominic entrecerró los ojos.
—Yo no necesito saber tu historia para ver quién eres ahora. Un chico inseguro, carente, intentando hallar sentido donde no lo hay. Intentando encajar donde claramente no pertenece.
Las palabras alcanzaron a Thiago como puñetazos en el estómago.
Un nudo subió por la garganta. Él parpadeó rápido, intentando contener las lágrimas, pero el dolor era mayor que el orgullo.
Dominic se volteó, indiferente.
—Toma esto como un consejo. Si quieres continuar aquí, escóndete menos. Y crece. Porque del modo en que estás... no vas a aguantar.
Y sin dar tiempo para respuesta, salió, dejando la puerta abierta tras de sí.
Minutos después, Thiago aún estaba allí. Parado. Vacío.
Las lágrimas finalmente cayeron, silenciosas, mientras él apoyaba las manos sobre la mesa fría.
Aquella no era solo una humillación más. Era la confirmación de todo lo que él siempre temió ser.
Un error. Una molestia. Una carga.
Salió de la sala en silencio, evitando todas las miradas. Recogió sus cosas y desapareció por el pasillo de atrás. Nadie lo vio salir. Ni siquiera Theo.
Llegó a casa y cerró la puerta con llave.
Tiró el celular en el sofá, se quitó la bata con rabia y la tiró en el suelo.
Entró en el baño, encendió la ducha y se quedó allí, vestido, con el agua fría golpeando el cuerpo, como si eso pudiera apagar lo que sentía. Como si pudiera silenciar el grito que resonaba dentro del pecho.
Él se estaba rompiendo. En pedazos.
Y por primera vez en mucho tiempo, Thiago pensó en desaparecer de verdad.
Porque tal vez, solo tal vez... si él desapareciera, nadie sentiría falta.
Ni siquiera Dominic.