El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
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📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
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Capítulo 3
El viaje continuaba, y cada paso se volvía más pesado para Noah y sus compañeros. Sus ropas estaban empapadas de sudor, pegándose a sus cuerpos, y algunos comenzaban a compartir sus botellas de agua para no deshidratarse. Los alfas aún parecían resistir sin problemas, pero los betas y omegas ya sentían el cansancio acumulado.
A medida que el sol descendía, el bosque Lunar fue sumergiéndose en sombras. La noche llegó más rápido de lo esperado, envolviéndolos en un aire frío y húmedo. No habían alcanzado todavía su destino, así que encendieron las linternas sujetas en sus cabezas y acortaron la distancia entre ellos.
Finalmente, a las 7 de la noche, divisaron la cabaña de vigilancia en medio del claro. Suspiraron aliviados. Aquella pequeña estructura de madera servía como punto de descanso para viajeros y patrulleros del bosque. Al llegar, los alfas tomaron la iniciativa y montaron una tienda grande donde todos podrían dormir juntos. Mientras tanto, los omegas se encargaron de encender una fogata y preparar la comida.
El calor del fuego y el aroma de la comida elevaron los ánimos. El cansancio pareció desaparecer cuando comenzaron a compartir bromas y risas. Había un ambiente de camaradería que parecía borrar las dificultades del viaje. Incluso se molestaban unos a otros por cosas triviales, como el fuerte olor a sudor que impregnaba el campamento.
Cuando terminaron de cenar, el señor Dion, decidió contar una historia. Se acomodó en el centro de la tienda, con los omegas a su derecha y los alfas a su izquierda.
—No muchas personas han visto un unicornio en este bosque —comenzó, con una expresión enigmática—. Solo los elegidos pueden hacerlo. Pero escuchen bien: si llegan a ver uno, no lo sigan bajo ninguna circunstancia… o se perderán para siempre.
Las llamas de la fogata chisporrotearon, como si reforzaran sus palabras con un efecto dramático.
Noah sintió un escalofrío recorrer su espalda, mientras Caleb se aferraba a su brazo con más fuerza. Su calidez contrastaba con el frío que se colaba a través de la tela de su ropa.
—No me gustan estas historias… —murmuró Caleb, encogiéndose un poco.
Noah sonrió levemente y le dio un suave apretón en el brazo para tranquilizarlo.
—Solo es una leyenda —susurró—. No pasa nada.
El guía continuó relatando historias del bosque, algunas sobre espíritus y otras sobre criaturas de tiempos antiguos. Cuando el reloj marcó las 10 de la noche, todos decidieron que era hora de dormir. Los alfas se turnarían para hacer guardia mientras los demás descansaban.
Sin embargo, en lo alto de los árboles, unos ojos dorados brillaban en la oscuridad. Theo, observaba cada movimiento dentro de la tienda. Sus orejas se alzaron cuando un pájaro nocturno se posó cerca de él.
"¡Theo! ¡Rafael está viniendo! Seguro ha detectado el aroma de la sangre pura de ese chico." Dijo el pájaro.
Theo gruñó con molestia. Rafael era otro espíritu de zorro.. uno que no dudaría en arrebatarle a Noah si descubría su existencia.
El zorro saltó ágilmente entre las ramas, buscando una solución. Necesitaba encubrir el aroma de Noah antes de que fuera demasiado tarde. Fue entonces cuando, de repente, divisó un ciervo tomando agua.
Sin dudarlo, Theo se lanzó sobre el animal y hundió sus colmillos en su cuello con una fuerza brutal. La sangre brotó en grandes cantidades, empapando la tierra y llenando el aire con un hedor metálico.
—¡CKAHHHAJ!
El grito agonizante del ciervo rasgó el silencio del bosque. En la tienda, todos despertaron sobresaltados, algunos aferrándose entre sí por el susto.
—¡¿Q-qué fue eso?! —preguntó un omega, con la voz temblorosa.
El señor Dion, tratando de mantener la calma del grupo, suspiró.
—Tranquilos, solo es un ciervo. Seguramente ha sido cazado por un depredador. Es normal en estos bosques.
Aun así, Caleb abrazó más fuerte a Noah, temblando.
—Noah… tengo miedo…
Noah también sentía un leve escalofrío en la nuca, pero no quería preocupar más a su amigo.
—Tranquilo —susurró—. No pasa nada. Solo es parte del ciclo de la naturaleza.
—Sí, pero…
—Vamos a dormir, Caleb. Mañana será otro día.
El omega asintió con cierto miedo y cerró los ojos, acurrucándose junto a él.
Mientras tanto, en la copa de los árboles, Theo lamió la sangre en su boca con una sonrisa satisfecha. Ahora Rafael no encontraría a Noah.
—Mañana, cuando llegue el eclipse, caerás en mi trampa, mi pequeño ángel.
La noche pasó, y con el amanecer llegó una densa neblina que cubría todo el bosque. A las 7 de la mañana, el sol comenzó a asomarse tímidamente entre las hojas.
El señor Dion permitió que exploraran el área por un par de horas antes del descenso. Pero solo hasta 50 metros del campamento. Nadie debía alejarse más de lo permitido.
A pesar de la bruma, el bosque era impresionante. Los árboles parecían tocar el cielo, y los sonidos de la fauna llenaban el aire con un aura mágica. Noah se sintió atraído por la belleza del lugar, como si algo lo llamara en lo más profundo del bosque.
Cuando el guía sopló su silbato, todos regresaron al punto de reunión. Tras un conteo, confirmaron que estaban todos. Luego tomaron su desayuno y desmontaron las tiendas, lo que les llevó alrededor de una hora.
—Es momento de descender —anunció el señor Dion. Eran las 10 de la mañana.
—¡Entendido, señor! —respondieron todos.
El descenso fue más fácil que la subida. Al ser cuesta abajo, la caminata se volvió más rápida y menos agotadora.
El tiempo comenzó a pasar rápidamente.
Una hora…
Dos horas…
Hicieron una pequeña pausa para descansar.
Tres horas…
Cuatro horas…
Pero cuando el reloj marcó las 2 de la tarde, el cielo comenzó a oscurecerse de repente, mientras el viento soplaba con fuerza, agitando las ramas con violencia.
Noah sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando Caleb susurró su nombre con voz temblorosa.
—N-Noah…
Sin pensarlo, Noah lo abrazó con fuerza.
Algo estaba por suceder.
Theo sonrió desde las sombras.
—Es hora.
...