¡Le Vendí Mi Virginidad!

La señora cruzó las cejas, completamente sorprendida.

— ¿Aún eres virgen? —preguntó con los ojos muy abiertos.

— Sí, señora, y quiero participar. — bajó la mirada.

— Me sorprendes. Eres sumamente hermosa, no te faltan admiradores. Lo vas a hacer por tu madre, ¿verdad?

La joven asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior, conteniendo las ganas de llorar.

— Bueno. La subasta es totalmente legal. Todas las chicas que deseen participar deben ser mayores de edad y portar su cédula de identidad. Son revisadas por una doctora que certifica que, en realidad, son vírgenes. Deben firmar un contrato. Inmediatamente termine la subasta, reciben su dinero.

— ¿Qué cantidad de dinero puedo conseguir? —preguntó para saber si el riesgo valía la pena.

— La chica mejor pagada consiguió cuatrocientos mil dólares.

Era una cantidad muy generosa, lo que motivó a Sorimar aún más.

— Estoy decidida, voy a participar.

Para Sorimar era la decisión más difícil de su vida, pero la vida de su madre dependía de ello. Se dijo a sí misma: ¡Qué más da! Vendrán cosas mejores.

Cuando se hizo de noche, las estrellas iluminaban el firmamento, y la brisa fría se colaba por los ventanales.

Eykel, después de un día lleno de trabajo y de lidiar con personas, según sus palabras, "ineptas", llegó a su casa. Lo primero que hizo fue ir a ver a su madre, la señora Maribel, quien sufría de osteoporosis.

— Señora Cáceres, ¿cómo sigue? —le dio un beso y se sentó a su lado.

— Estoy bien, hijo. Solo cansada de estar acostada. — Maribel le acarició el pelo a su hijo.

— Es que pasas todo el día acostada, encerrada. Mañana sal un rato al jardín.

En ese momento, el teléfono de Eykel sonó. Era un número desconocido, por lo que dudó en atender, pero la insistencia del otro lado de la línea lo hizo contestar.

— Me están llamando, mamá, dame unos minutos. — Se alejó un poco y abrió la llamada.

“Aló”

“Disculpe, señor. Lo estamos llamando para que venga a buscar a su padre”, dijo el desconocido, y se podía escuchar una música de fondo.

“¿Qué le pasa a mi padre?”, indagó.

“Nada, señor. Solo está ebrio”

Eykel se frotó la frente, frustrado.

“Pásame la dirección”

Cerró la llamada, y volvió con su madre. — Mamá, voy a mi habitación, nos vemos más tarde.

No le dijo a Maribel que su padre estaba en un club ebrio, para no preocuparla.

El señor Rodrigo, padre de Eykel, no acostumbraba a tomar alcohol sin control, pero uno de sus amigos estaba de fiesta y él se unió a la celebración.

Unos días después…

Sorimar no dejaba de pensar en la subasta, en esa decisión que la cambiaría para siempre. Su preocupación, su miedo, su angustia, se veían reflejados en su rostro, y su madre, Leticia, lo había notado.

— ¿Qué te pasa, hija? Estás muy pensativa.

Ella forzó una sonrisa que más bien pareció una mueca de dolor. — Nada, mamá. Me voy a cambiar, tengo que ir al restaurante.

La certeza de que esa noche iba a perder su virginidad con un completo extraño, la golpeó profundamente. Se había preparado psicológicamente; necesitaba conseguir ese dinero. Pero el precio era un golpe humillante, algo que jamás iba a olvidar.

Se acomodó el cabello, agarró su bolso y salió a toda prisa, no había vuelta atrás.

Más tarde, Sorimar y Luchi, estaban en el club. Ella se aferró a los brazos de su amigo con fuerza, expresando su sentir.

— Muchas gracias. Este es el momento más difícil de mi vida. — dijo, pero su voz, aunque rota, era firme.

— Sabes que cuentas conmigo para todo. Así que, ¡a darlo todo por el todo! A conseguir el dinero para la quimio de tu encantadora madre.

Antes de empezar la subasta, la señora Cloe se dirigió a las participantes:

— Chicas, todas ustedes son mayores de edad y pueden tomar sus propias decisiones. Pero la virginidad es muy importante para nosotras las mujeres, es un momento inolvidable. Recuerden que no volverán a ser vírgenes otra vez. Todavía están a tiempo de entregarse a alguien por amor.

Ninguna de las seis participantes habló, al parecer estaban decididas.

— Bien. Las que decidan continuar, deben pasar a mi oficina después de que termine su turno. Les deseo suerte a todas. Recuerden, no están obligadas. Y para ser honesta, pueden quedar con secuelas mentales permanentes.

Después de que la señora Cloe terminó de hablar, las participantes pasaron a una habitación, donde cada una sería revisada por una doctora. Luego de la revisión médica, les entregaron el contrato para que lo leyeran, lo analizaran y lo firmaran.

La habitación se había convertido en un santuario profanado. Un silencio tenso y expectante reinaba mientras el Contrato de la Subasta de Virginidad era puesto sobre la mesa. No era una opción; era una condena grabada en tinta.

La voz del organizador resonó, fría y cortante, como un ultimátum.— La lectura y firma de este documento es obligatoria. Si alguna de las participantes encuentra una sola cláusula que no este de acuerdo, debe abandonar, de lo contrario, no hay marcha atrás.

Las jóvenes se estremecieron, la realidad era cruda.

Sorimar precedió a leer.

Contrato de la Subasta de Virginidad: El Precio de la Inocencia

1.ª. Cláusula: La Sumisión Inicial.

La participante no tiene derecho a negarse a ser tocada, examinada o desvestida por el postor ganador. La resistencia será interpretada como incumplimiento grave e inmediato, resultando en la pérdida total e instantánea de la suma acordada.

2.ª Cláusula: La Discreción del Placer.

La participante debe permitir el uso de accesorios o juguetes sexuales si así lo desea el postor, bajo su criterio. Solo se considerará incumplimiento si el postor inflige daño físico manifiesto y brutal en las zonas íntimas de la señorita. En tal caso, la penalización será el pago del triple de la cifra de la subasta.

3.ª Cláusula: El Límite de la Agonía.

La participante no está obligada a soportar el acto sexual más allá de dos (2) encuentros. Si el postor exige y fuerza un tercer encuentro o más, deberá compensar con el doble de la cantidad total pagada.

4.ª Cláusula: La Línea Prohibida.

La participante no está obligada a consentir el acto anal. Si el postor transgrede este límite, la penalización ascenderá al doble de la cantidad de la subasta.