Casado Con La Bruja De Mi Jefa

—¿De mí? —El hombre le preguntó, entonces Wendy cayó en cuenta de quien era, pues esa voz la conocía a la perfección.

—¿Eres tú Orlando? —En ese momento se encendieron las luces y el hombre se quitó el pasamontañas dando a conocer su identidad. —Maldito, ¿por qué me haces esto?

—Porque estoy muerto de celos de que te ibas a reunir con ese imbécil de Dominic. —Orlando por fin confesó sus sentimientos.

—¡Idiota! ¿Y por eso me querías matar de un susto? —Orlando le quitó las esposas, que eran de juguete, y Wendy, ofuscada, empezó a darle puñetazos sin parar. Hasta que Orlando tomó sus dos manos y empezó a besarla. Ella, al sentir los labios de Orlando en los suyos, dejó de resistirse y se entregó al placer que sus besos le generaba.

—¿Con que eres virgen y te estabas guardando para mí? Y, dime, ¿ya quieres dejar de serlo? —Orlando la seguía besando mientras le preguntaba.

—Sí, soy virgen, pero al ver que no te decidías por mí, iba a dejar de serlo con Dominic. Ya estoy muy mayorcita para andar cargando con esto. Me estorba. —A Orlando no le gustó esta respuesta y le dio un mordisco en el cuello a Wendy. —Auch, ¿qué te pasa? ¿Te crees vampiro?

—No, pero voy a cumplir tu deseo. —Orlando la tomó en brazos y la llevó a una habitación donde había una hermosa cama. La depositó allí y con furia le arrancó el vestido, dejándola sola en una diminuta tanga.

—Oye, ¡ese vestido es muy costoso! —Wendy le reclama.

—¡No me importa! Le diré a Axel o a Marisolio que te hagan un diseño exclusivo. —Orlando la volvió a atacar a besos y se quitó su ropa, quedando como Dios lo trajo al mundo. Solo con ver eso, Wendy, ya estaba mojada. ¿Cuántas veces soñó con darle su primera vez a Orlando? Y ahí es cuando cae en cuenta de que va a pasar lo que tanto anhelo; le va a entregar su virginidad a su amor imposible. Estaba extasiada por lo que sabía que iba a pasar, cuando dio un respingo al sentir la cálida lengua de Orlando en su vagina después de correr su tanga a un lado.

—¡Ahhh! ¿Orlando, qué haces? —decía Wendy entre apenada y extasiada.

—Te estoy probando y estás deliciosa. —En ese momento se sube encima de ella para empezar a besarla, posicionándolo en su entrada. —Ya estás lista, voy a entrar despacio y me dices si te duele para parar.

Wendy asiente y Orlando volvió a besarla para que aguante la invasión que va a sentir en su interior, empujó su miembro hasta que sintió que atravesaba una barrera y ahí la besó con más vehemencia. Sintió que Wendy se tensó y ya luego, al notarla más relajada, la empezó a embestir. Fue ahí donde cayeron en cuenta de que son el uno para el otro y, después de esto, ya nunca podrán estar separados.

—Wendy, yo también te amo. —¡Cásate conmigo! —le decía mientras la embestía.

—Sí, yo te amo más. —¡Casémonos! —Fue tanta la emoción de Orlando con lo que le respondió Wendy, que unas embestidas más y llegaron juntos a un maravilloso orgasmo.

Por fin estaban juntos; Orlando dejó sus prejuicios a un lado al creer que perdería a la mujer que siempre ha amado y ahora va a ser su esposa.

Al día siguiente, despertaron abrazados, convencidos de que su amor era puro y sincero. Prepararon el desayuno juntos, como tantas veces lo habían hecho en la mansión. Luego, Orlando salió a comprar un hermoso vestido de novia en Musa, para compensar el sexi vestido que le había dañado. En el camino de regreso a la cabaña, llamó a su amigo Germán para pedirle que fuera su testigo y que llevara a su misteriosa prometida al lugar de la boda.

En menos de dos horas, todo estuvo listo. Se casaron en una notaría, con Germán y Nairobis como testigos. Decidieron mantener la boda en secreto, sin decirle a Eduard ni a Lydia, pues ella estaba lidiando con sus propios problemas y probablemente habría insistido en una gran boda con muchos invitados. Pero planeaban contarles cuando pasara la tormenta y ella ya tuviera todo el control de Kidman Nexus.

Mientras tanto, Grace estaba llevando a cabo su plan. Ese sábado se reunió con Dominic, que ni se inmutó porque la hermosa Wendy lo haya dejado plantado. Él era así, una veleta al que le da lo mismo si una mujer se va de su vida, pues hay muchas que la reemplazará. Al ver que Wendy no llegaba y no contestaba sus mensajes, decidió llamar a Grace e invitarla al día siguiente a almorzar en un restaurante frente a la playa. Debía llevar a cabo su plan de conquista y hasta agradeció de que Wendy no haya cumplido la cita, pues era mejor que nada ponga a dudar a Grace de que él está interesado en ella. Así que se puso guapo y acudió al encuentro con la pequeña Grace.

—Hola, hermosa. —¿Llevas mucho tiempo esperándome? —Dominic se acercó a su víctima, y esta disimulaba con una sonrisa el enojo que le dio que la haya hecho esperar, cosa que odia, pues ella es la mata de la puntualidad.

—Tranquilo, no me importa esperar si eres tú con el que me voy a encontrar. —Le responde coqueta, mientras que Dominic le da un beso en su mejilla.

—Ya con eso quedo más tranquilo. —le respondió seguro de que Grace va a caer en sus encantos.

Pidieron el almuerzo y Dominic quería que le contara de su vida, según él con el objetivo de conocerla mejor, pero al final fue un monólogo donde él hacía alarde de su riqueza, de los países que había visitado y de las amistades que tenía, aburriendo mucho a Grace, que solo se limitaba a escuchar y bostezar.

Al terminar, Dominic hizo un brindis.

—Grace, quiero que sepas que me flechaste desde que te vi por primera vez junto a Lydia en su oficina. Déjame conocerte más y, quién sabe, llegar a algo más si me lo permites. —Esa era la señal que Grace necesitaba para atrapar al cazador.

—! Ay, qué lindo! Dominic, tú también me gustas, eres muy guapo e inteligente. Seré la envidia de muchas mujeres. —Grace sabía que lo mejor para un narcisista es que le alimenten el ego.

Luego de esa salida, siguieron muchas más, y el idiota de Dominic estaba convencido de que tenía a Grace comiendo de su mano. Ya Grace estaba empezando a soltar información de Lydia, pero solo la que ella quería que supiera.

Pasaron dos meses más y cada mes un visitante les anunciaba que no había un ratoncito en el vientre de Lydia. Y aunque siguen intentando, Lydia ya está muy preocupada, pues creyó que iba a ser muy sencillo embarazarse, y su cumpleaños número treinta se acercaba, poniéndola aún más estresada.

Así que nuevamente se hicieron algunos chequeos médicos, que arrojaron que estaban sanos y aptos para ser padres. El espermograma de Antonio salió en niveles aceptables, pero no entendían qué era lo que pasaba y por qué Lydia no se embarazaba.

Ella seguía fría en la cama. Aunque en el fondo disfrutaba lo que le hacía sentir Antonio cada vez que la tocaba y la hacía subir al cielo. Pero ella había erigido una barrera entre el placer y el deber. Ya no era fogosa, no decía nada de lo que decía antes, y Antonio pensaba que le hacía el amor a una estatua, porque él sí le hacía el amor a la mujer que le había hecho olvidar el dolor que le causó Kasandra. Eso lo tenía a él harto; deseaba que la Lydia de hace dos meses volviera. «¿Qué le pasará?», se preguntaba todos los días hasta que un día no aguantó más.

—Lydia, ¿qué pasa? ¿Acaso lo estoy haciendo mal? —Lydia lo mira con asombro; ella no quería responder nada.

—¿Por qué dices eso? —Se hacía la tonta.

—Entiendo que entre los dos no se puede tener un vínculo afectivo. Pero, no entiendo tu cambio. Ahora siento que lo hago como una obligación, algo sin sentido y no me inspiras nada más. Eso me bloquea; a veces me tengo que esforzar mucho para tener una erección y mucho más para eyacular. —Lydia lo miraba asombrada; ese ratoncito se volvió muy sincero.