Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
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Capítulo 5 - Parte 4: La notificación y el inicio del incendio
Capítulo 5 - Parte 4: La notificación y el inicio del incendio
Mientras Aitana salía de la boutique con una bolsa en la mano y el alma agitada pero erguida, a kilómetros de ahí, Ezra Montiel sostenía su celular con el ceño fruncido. Una notificación acababa de aparecer en la pantalla:
“Compra aprobada: Boutique Privée. Monto: $2,000 USD.”
—¿Qué demonios? —murmuró, entre molesto y desconcertado.
Ivan, que estaba sirviéndose un trago de whisky, levantó una ceja divertido.
—¿Ya te llegó la factura emocional de tus errores?
Ezra no respondió de inmediato. Revisó de nuevo el mensaje. Era la tarjeta corporativa, la que su padre había obligado a vincular para los gastos personales de Aitana. Estaba furioso… pero no por el dinero. Algo le incomodaba más profundamente. Algo que no podía nombrar.
—¿Qué compró por esa cantidad? —dijo casi para sí, como si buscando sentido a su incomodidad.
Ivan tomó un sorbo y rió por lo bajo.
—Te lo dije… esa mujer está dolida. Y cuando una mujer buena se cansa, se vuelve un huracán. ¿Y si se está vengando? Quizá esté comprando armas… o peor, una transformación.
Ezra se pasó una mano por el rostro. Le molestaba pensar en ella gastando a su antojo, pero aún más le molestaba no saber qué hacía. Se levantó de golpe.
—Tengo que encontrarla. No puede ir por ahí haciendo lo que le da la gana. ¡Sigue siendo mi esposa!
—Tu esposa a la que has engañado con otra, y encima, no valoras —replicó Ivan—. Te recuerdo que tú la empujaste. Si ahora se convierte en una diosa vengativa, no llores luego.
—No exageres —gruñó Ezra, pero algo en su tono lo delataba. Estaba inquieto.
Ivan se le acercó, con esa media sonrisa burlona que solía usar para disfrazar su inteligencia.
—Te arde porque no sabes qué hace. Te arde porque, por primera vez, ella no está llorando por ti… está actuando. Y tú no puedes controlarlo.
Ezra apretó los puños. Sí, era eso. Lo que lo carcomía no era la compra. Era el silencio. La independencia repentina. La imagen de Aitana saliendo de una boutique con una bolsa, una sonrisa y un plan. ¿Qué planea esa mujer?, se preguntaba.
—Quizá deberías pensar que no solo es curvy y hermosa —agregó Ivan—. También es inteligente. Y cuando esa combinación despierta, hermano… eres tú el que queda expuesto.
Ezra no respondió. Solo caminó hacia el ventanal con mirada perdida, el celular aún en mano.
Por primera vez en mucho tiempo, sentía algo parecido al miedo… o a la culpa.
Y eso, lo odiaba.
Aitana cerró la puerta de su auto con un movimiento lento pero decidido. Entró a la mansión Montiel —esa jaula dorada que durante tanto tiempo fue prisión y castillo a la vez— con el corazón todavía agitado por el encuentro con Lara.
Respiró profundo. Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía una víctima, sino una amenaza latente. Lo que había hecho en la boutique no era un simple acto de compra, sino una declaración de guerra silenciosa. Y ese era solo el primer paso.