Salvador Toledo hereda la empresa de su padre y en ella conoce a la joven secretaria de presidencia, quién ya trabajaba con el difunto. Al tomar las riendas del negocio, una sola cláusula marcaba la obligación del nuevo jefe: no despedir a Isamar Macip.
La pelinegra de ojos oscuros estaba nerviosa por conocer al nuevo dueño, pero más que nada por lo que depararía su futuro con respecto a su puesto de trabajo.
Al conocerse personalmente, comprendieron el porqué de todo. Isamar es una excelente secretaria y anticipa los deseos del CEO, así que Salvador comprende el pedido de su padre; y ella deja de temer cuando él le asegura, con un contrato laboral, tres años más en la empresa.
Pero, ¿qué pasará cuando el secreto del cuarentón sea descubierto por culpa de su asistente?, ¿O qué pensará Isamar cuando el mencionado anteriormente le pida algo inaudito?
¿Ella aceptará por miedo a ser despedida o el CEO aprovechará, la que tal vez es, su única oportunidad?
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Firma
ISAMAR MACIP
El recorrido hacia la empresa es en total silencio, pero no uno incómodo, al menos para mí, hasta que el celular de mi jefe suena y él atiende a través de la pantalla que está vinculada al aparato.
—Diga— habla sin siquiera ver el nombre del contacto, luego de presionar algo en su volante, botón que claramente le ha permitido atender sin desviar su mirada de la calle.
—Señor, le habla Megan, la secretaria del doctor Simons.
—Los tengo agendados— la interrumpe y me mira de reojo, al mismo tiempo que noto la tensión en su cuerpo; sus manos ahora presionan el volante con furia y se acomoda mejor en su asiento.—¿Qué pasa?
—Ha surgido un problema.
—¿Cuál, Megan?— resopla aparentemente cansado
—Debemos verlo cuanto antes.
—Puedo viajar mañana mismo.— dice sorprendiéndome.
A ver... ¿qué puede ser tan urgente para viajar casi de inmediato?
¿Por qué lo llama un doctor?
¿Está enfermo? ¿Será algo grave? ¿Por eso ha querido dejar de lado su luto para trabajar rápidamente en la empresa?
¿La señora María sabe? No, claro que no, sino me lo hubiese dicho.
—Lo esperaremos, señor Toledo.— responde la mujer del otro lado, con un tono que me pareció sensual.
Y si, puede que no esté equivocada porque cualquier mujer buscará la oportunidad de estar con Salvador. Él es un hombre demasiado apuesto, frío, pero amable con los desconocidos y cariñoso con su madre. Lo sé porque siempre se preocupaba por ella, aún a la distancia.La llamaba, le enviaba varios mensajes al día y regalos cada mes.
Sin embargo, su ausencia prevalecía y lastimaba a sus padres en cada minuto. Esos que yo trataba de distraerlos, pero que nunca lo conseguía, ya que su hijo es lo más importante, por supuesto. Y a partir de eso, es que yo insulté con palabras directas y duras a mi nuevo jefe, el primer día que me llamó a la oficina para saber si yo me acostaba con su padre y el por qué no me puede despedir.
Pensar en eso me hace enfurecer, pero también reír, aunque no lo hago. No me permito ser absolutamente libre ante él. No puedo demostrarle a Salvador la comodidad que percibo estando a su lado.
Respiro en paz, sonrío con sinceridad y mi cuerpo parecer reconocer cada vibra positiva con la persona menos pensada.
Es extraño, pero tranquilizador. Como un hogar ideal. Seguro y sin problemas alrededor.
—No le digas a mi madre de esta llamada.— la voz de Salvador me saca de mis pensamientos y volteo a verlo.
—¿Por qué? ¿Qué tiene?— indago con claras intensiones de invadir su privacidad, esa que será revelada a su madre sino me responde con la verdad. O al menos algo que me convenza.
—Siempre acierta con sus suposiciones y no quiero que descubra esto, hasta que se entere por mis propias palabras.
—¿Le dirás que viajarás para ver a un doctor?
—No y tú tampoco. Ella solo debe saber que voy a mi empresa.
—¿Cuánto tiempo debo guardar este secreto?— curioseo.
—Espero que solo unas semanas, pero no tengo idea cuando me darán los resultados.
Asiento y vuelvo a ver los edificios que pasamos, pensando una y otra vez en esa llamada. En ese tal doctor Simons, pero más que nada, en Megan, esa secretaria que hablaba con voz aparentemente tierna, suave y coqueta.
Alguien que, claramente, puede tener algo con Salvador, ya que él tiene su número agendado.
Al llegar a la oficina, todos mis compañeros nos quedan viendo porque hemos llegado juntos y eso, admito que es sorprendente. Más de uno ha apostado que nos mataríamos apenas él me diera la primera orden, pero no fue así. Por ahora. Aunque casi sucede.
Una hora más tarde, él me llama a su oficina y me muestra una carpeta negra, la cual abro y leo atentamente, mientras levanto mi vista algunas veces para observarlo.
Salvador se nota una deidad imponente en su silla de jefe; su traje impecable, su cabello bien peinado, sus ojos intensos, brillantes y calculadores que no se pierden ninguno de mis movimientos. Una birome en sus manos, con la cual juega mientras supuestamente leo y él espera, aunque me doy cuenta de que no hago lo que debo. De que mis ojos están conectados a los suyos y mi respiración falla.
Por mis pensamientos, por mi descubrimiento, por su atención, por mi estupidez.
—¿Llegó Juan?— me pregunta cuando bajo la carpeta.
—Todavía no.
—¿Sabes algo de él o de Violet?
— No, señor.
—Solo dime Salvador. – me pide y se levanta de su asiento para acercarse a los grandes ventanales. —Como podrás ver, en tu contrato de tres años he impuesto que debes hacer un curso intensivo de administración, marketing y publicidad, porque sí un día falto, tú serás quien me reemplace.
—Habla como si fuese a irse o morir.
—No seas dramática, Isamar. Estar con mi madre te ha hecho mal.— se carcajea y es... hermoso escucharlo por primera vez.
Una risa sincera, que sale desde el fondo de su alma. Algo que no ha podido reprimir.
—Claramente, me iré de viaje y duraré meses fuera de México; no solo por mi empresa en Canadá, si no por los tantos negocios que pienso realizar con esta. — continúa.
—¿Por qué no fusiona ambas?— pregunto— Podrá instalarse en un solo país sin necesidad de viajar tanto.
—Es mejor mantenerlas separadas, aunque se dediquen a lo mismo y tengan el mismo dueño. — responde.
Y no entiendo. Pero supongo que es para tener su propio patrimonio porque aquí debe compartir sus ganancias con su tío y en Canadá no, ya que es completamente suya. Su edificio, su trabajo, su propio dinero.
—Bien, cumpliré con su condición si eso me asegura mi puesto.
—Recuerda que ya estaba asegurado antes de este papel— dice viéndome fijamente—Solo he hecho lo que pediste. Un contrato más.
—Lo sé y lo agradezco. —firmo cada hoja en la que me pide plasmar mi nombre, sin terminar de leer todo.
Confío en esta empresa, en mi puesto, en el apellido Toledo, pero más que nada, en mi jefe, Salvador. Sé, o quiero suponer, que él jamás haría algo para dañarme, ni perjudicarme legalmente.
Me ofrece su mano cuando cierro la carpeta y la estrecho, cerrando el trato. Sin embargo, siento algo recorrer cada célula de mi organismo. Cada bello se eriza y por alguna extraña razón no puedo dejar de verlo; a sus ojos, a nuestras manos unidas.
para crear una bendición 🤭
Gracias 😊 querida escritora Tamara por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️