Max es un hombre lobo de ojos azules que quita el aliento. Tiene un cuerpo musculoso y una estatura imponente. Es el futuro alfa de la manada "SilverClaw", pero no se siente digno de ese título. Su padre, un líder cruel y tirano, que lo humilló y maltrató desde pequeño. Todos lo ven como un hombre lobo débil, cobarde y sumiso. No tiene confianza en sí mismo, ni en su capacidad para gobernar, proteger o amar. Es el rey de la nada, y todos lo desprecian. Su lobo se llama Logan, es un lobo gris con reflejos azules. Él y Max nunca estuvieron de acuerdo con la forma en que su padre dirigió la manada. Ellos son protectores y fuertes, pero su padre les hizo daño a ellos, a su gente, llenándolos de inseguridades. Logan sueña con encontrar a su compañera, pero Max tiene miedo de que lo rechace, como lo hace su manada.
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No voy a tocarte (Serena)
Lo veo ahí parado, sin más que ese estúpido collar, y me giro de golpe. Maldigo en voz baja. Sé que la culpa es mía, lo sé. Aunque odio darle órdenes, por ahora tengo que ser clara y precisa.
—Pue... puedes sentarte dentro de la bañera hasta que el agua te cubra hasta el pecho, por favor.
Inmediatamente escucho el chapoteo del agua mientras él obedece.
—Ten cuidado, el piso debe estar resbaloso. No te vayas a caer. Avísame cuando estés sentado.
—Estoy sentado —me avisa al cabo de un minuto.
Intento calmarme. Vamos, Serena, en estos años has visto a varios hombres desnudos, en misiones o cuando los cambiaformas regresan a su forma humana. Nunca me he escandalizado... pero Sky... no sé si es por la cercanía o por qué, pero me pone nerviosa.
Después de un rato, me giro. El agua le cubre buena parte del cuerpo. Me acerco, levantando la esponja suave que elegí para él.
—Usa esto para lavarte —le tiendo la esponja. La toma con duda—. Es la más suave que tengo. No te va a lastimar. Tienes que mojarla en el agua y frotarla sobre tu piel, con suavidad. No queremos que se te abran las heridas.
Él hace lo que le indico. Mientras se limpia, pienso cómo cortarle el cabello. Las tijeras son peligrosas. La rasuradora es más rápida... pero muy ruidosa.
—Sky, necesito que te gires un poco. Te voy a cortar el cabello. Tranquilo, no voy a hacerte daño.
Lo hace. Sé que por dentro debe estar asustado.
—Mira, esto es una rasuradora —la enciendo. Él se sobresalta—. Tranquilo, es solo ruido. Mientras más rápido lo haga, antes termina el ruido.
Paso la máquina sobre mi propio brazo para mostrarle que no duele.
—Ves, no corta la piel. Solo quita el cabello. Dime cuando estés listo.
—Listo —responde tras respirar hondo tres veces.
Con mucho cuidado comienzo a raparle el cabello. Son más marañas que otra cosa. No me gusta hacerlo así, pero necesito ver si hay heridas ocultas. Una vez que termino, le quito los restos con la mano. Tiembla. Limpio un poco el lugar.
Antes de salir, le explico cómo usar la regadera. Él presta atención, en silencio.
—Cuando termines de enjuagarte, te secas con estas toallas —se las muestro—. Luego te vistes con la ropa nueva.
Saco la ropa de la bolsa que me alcanzó Bianche.
—Espera. Antes de vestirte, usa esta crema en la herida del muslo. Espera a que seque y recién te vistes. ¿Está claro?
—Así lo haré a... —se corta. Iba a decirme "amo".
—Cuando termines, sal al dormitorio. No recojas nada, ni ordenes. Yo me encargo de eso más tarde.
—Como ordene.
—Vale. No te vayas a resfriar.
Salgo del baño llevándome las tijeras y cualquier cosa con la que pudiera lastimarse. En el dormitorio me doy cuenta: solo hay una cama. ¿En qué estoy pensando? Conocer a este lobo en menos de cuatro horas ya ha puesto mi mundo de cabeza. Me reprendo. Todo esto lo he decidido yo.
Bajo a la cocina. Me preparo un sándwich simple y otro para Sky. Subo con la bandeja: lleva los sándwiches, fruta, agua y una infusión.
Cuando entro, él ya está de pie en el dormitorio. Le indico que se siente al borde de la cama. Dejo la bandeja sobre la mesa de noche. Reviso sus heridas. Ninguna está abierta. Entro al baño, tomo un segundo ungüento, y regreso.
—Este lo usarás para las heridas del pecho. Te muestro cuánta cantidad usar. Yo te lo aplicaré en la espalda, ¿de acuerdo?
Lo toco. Tiembla. Eso me dice mucho más de lo que sus palabras podrían.
Su piel está caliente, pero no por fiebre. Es tensión. Su cuerpo está en alerta constante, como si cada contacto pudiera volverse un golpe. Lo siento endurecerse bajo mi mano, como si no pudiera evitarlo.
—Necesito que siempre seas honesto. Nunca me voy a enojar, ni castigarte por decir la verdad.
Me mira confundido. Tiene los ojos bien abiertos, como si no entendiera el concepto de alguien que no castiga. Me rompe el alma. No es solo el encantamiento, es el maltrato. Está roto por dentro. Le enseñaron que la verdad es peligrosa.
—Tienes que decirme si tienes hambre, sed o frío. Si algo no te gusta o te molesta. Si algo te duele, también.
Estoy tentada a añadir que puede pedirme lo que necesite, pero algo me dice que eso solo lo abrumaría. Empiezo a sospechar que nunca ha pedido nada para sí mismo.
—Od... io que me to... quen —dice con torpeza.
Su voz no suena desafiante, sino asustada. Como si esperara ser golpeado por atreverse a decirlo. Pero me lo dijo. Eso es un comienzo.
—Bien. Prometo no volver a tocarte. Pero aguanta un poco mientras termino con tu espalda. Seré rápida.
Tiene la espalda llena de marcas. Algunas ya cicatrizadas, otras recientes. Y no están sanando como deberían. Un hombre lobo, incluso un omega, debería curarse con más velocidad. Esto no es normal. No tiene sentido. A menos que... su lobo esté ausente.
Me apuro. No quiero que piense que miento.
"Te voy a enseñar a vivir sin miedo," pienso mientras aplico el ungüento. "Vas a aprender a existir sin esperar dolor." Y entonces me reprendo. "Lo quiero para todos los rescatados, no solo para él..." Pero algo en mí sabe que, aunque lo intente negar, hay algo diferente con este chico.
—Listo. Pensaré luego cómo tratar tus heridas sin tocarte.
Lo dice todo con un simple asentir. Pero sus ojos, celestes como el cielo, se alzan hacia mí con una mezcla de duda y... algo más. Algo tan frágil que no me atrevo a nombrarlo.
Sky. Le puse ese nombre por impulso, pero ahora me parece el más adecuado del mundo. Quiero que se sienta como eso: libre, liviano, sin cadenas ni miedo. Como un pedazo de cielo después de una tormenta larga.
—Sky, aquí tienes una camiseta. Es holgada para que estés cómodo al dormir —me acerco a la cabecera y abro las mantas.
—Te dejo comida al lado. Es para ti. Cómela toda, pero despacio. Nadie te la va a quitar.
Él asiente otra vez.
—Bien. Ponte la camiseta y come mientras yo me cambio y ordeno un poco.
Salgo con la ropa vieja, las toallas húmedas y todo lo que no se usará más. Regreso, entro al baño, vacío la bañera y limpio. Cuando vuelvo al dormitorio, él ya ha terminado de comer. Me siento más tranquila.
Antes de coger mi ropa y regresar al baño, me acerco a su lado.
—Sky, échate en la cama y duerme.
Se mete bajo las mantas. Lo arropo con cuidado, evitando tocarlo.
—No necesitas levantarte temprano. Si quieres dormir todo el día, hazlo. Nadie te va a molestar. Si tienes hambre, puedes levantarte y decírmelo.
Lo veo incómodo. Me parece que nunca ha dormido en una cama. No sabe qué hacer con su cuerpo. Desde la puerta del baño apago la luz.
—Buenas noches, Sky. Que tengas dulces sueños.
TENDRIA QUE TENER EL MISMO NOMBRE VOLÚMEN 2