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El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

Status: En proceso
Genre:Magia / Demonios / Brujas / Fantasía épica
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Kevin J. Rivera S.

En un mundo que olvidó la era dorada de la magia, Synera, el último vestigio de la voluntad de la Suprema Aetherion, despierta tras siglos de exilio, atrapada entre la nostalgia de lo que fue y el peso de un propósito que ya no comprende. Sin alma propia pero con un fragmento de la conciencia más poderosa de Veydrath, su existencia es una promesa incumplida y una amenaza latente.

En su camino encuentra a Kenja, un joven ingenuo, reencarnación del Caos, portador inconsciente del destino de la magia. Unidos por fuerzas que trascienden el tiempo, deberán enfrentar traiciones antiguas, fuerzas demoníacas y secretos sellados en los pliegues del Nexus.

¿Podrá una sombra encontrar su humanidad y un alma errante su propósito antes de que el equilibrio se quiebre para siempre?

"No soy humana. No soy bruja. No soy demonio. Soy lo que queda cuando el mundo olvida quién eras."

NovelToon tiene autorización de Kevin J. Rivera S. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO XVII: El Último Lamento del Caos

— kenja —

(Mientras Synera danza con la muerte…)

La ciudad ardía.

Gritos, acero y fuego rompían la noche como un cántico desesperado. Desde los callejones hasta las torres derrumbadas, el caos reinaba con puño de sombra. Humanos y demonios se destrozaban por igual bajo la lluvia de ceniza… y en medio de todo, yo sentía su presencia.

Synera.

Estaba viva. Estaba peleando. Contra Velmora…

—Resiste… —murmuré para mí, apretando los dientes—. Yo también lo haré.

Un eco de su energía surcaba la ciudad como una señal silenciosa. Viva. Poderosa. Incontenible. Ella estaba allá afuera, librando su propia guerra.

Y yo…

Yo tenía la mía.

Allí estaba. Frente a mí.

Velgorath.

El verdugo infernal, cuya sola presencia hacía temblar los cimientos del lugar.

Desde las alturas, Eirenys me observaba. Inmóvil. Silenciosa. Como una estatua viva tallada en pecado y misterio. Su sola mirada me helaba la sangre más que el mismísimo Velgorath. Pero no intervenía. Solo… vigilaba. Como un juez esperando sentencia.

El suelo crujió.

El demonio se movió.

La pelea había comenzado.

Concentré todo mi maná en los puños. Sentí el frío abrasador del caos recorrerme los brazos como un río helado.

—¡ABYSSFROST!—grité, y una explosión de hielo manchado de oscuridad cubrió mis nudillos.

Velgorath rugió y se lanzó hacia mí con ambas hachas en alto. Era una masa de músculo demoníaco y furia cruda.

¡Chazz!

El primer impacto casi me quiebra los brazos.

Una de sus hachas chocó con mis puños. La otra pasó a centímetros de partirme por la mitad. El aire vibró con el choque. El suelo se resquebrajó bajo nuestros pies.

—¡Pequeño! —gruñó con voz como piedras frotándose—. ¡Voy a hacerte trizas!

Golpe contra golpe. Hacha contra hielo. El choque de nuestras fuerzas sacudía los pilares de la iglesia. Cada tajo suyo era una sentencia de muerte, cada esquiva mía, un suspiro ganado a la muerte.

Es rápido… pero también torpe. Cada ataque suyo abre un hueco. Solo debo encontrar el ritmo…

Pero ni siquiera eso bastaba.

Me lanzó un hachazo a quemarropa. Lo esquivé, pero fue una finta. Su hacha no buscaba herirme…

¡Estaba marcándome!

—¡Tarde! —gritó.

El hacha desapareció.

Y él con ella.

¿¡Qué…!?

¡PAH!

Apareció detrás de mí como una sombra encarnada. Su pierna, gruesa como un tronco, me golpeó la espalda con la fuerza de un trueno. Salí volando, rompiendo bancos, columnas, estatuas, hasta impactar con una pared de piedra que casi se me incrustó en la espalda.

El dolor me nubló la vista.

Pero no me rendí.

—¡Argh…! —me levanté jadeando, escupiendo sangre—. Nada mal…

El demonio aterrizó con un estruendo, agrietando el suelo. Me miró con una sonrisa rota y feroz.

—¿Sigues vivo? Interesante.

—Más que tú, en unos minutos… —gruñí, y me lancé hacia él.

Era suicida. Imprudente.

Pero era lo único que tenía.

Me deslicé bajo su guardia, justo por debajo de su abdomen.

—¡EXPLOSIÓN ÁRTICA!

El impacto fue brutal. Un golpe directo. Su sangre oscura salpicó el aire como tinta, evaporándose en vapor púrpura.

El coloso rugió, más de rabia que de dolor. Se tambaleó, retrocediendo… y sonrió.

—¡Eso fue bueno… HUMANO! —me escupió con una risa quebrada—. ¡Pero no suficiente!

Se abalanzó sobre mí de nuevo.

Intercambiamos golpes cuerpo a cuerpo. Furia pura. Un ballet violento en un templo muerto. Yo esquivaba. Él destruía. Cada puño mío era un desafío. Cada corte suyo, una sentencia.

Si tuviera a Sharksoul… esto sería distinto.

Pero no la tenía.

Solo estaba yo.

Y mi voluntad.

Desde las alturas, Eirenys nos observaba, con el mentón apoyado sobre una garra elegante. Sus ojos se entrecerraron, curiosos.

—Ese humano… no es común. No por su fuerza, ni su esencia. Es… distinto. Una resonancia en su alma… como si no fuera completamente él mismo.

Sus palabras se perdieron en la niebla mágica de la iglesia.

Claro, aquí tienes la corrección:

—Quizás… quizás no esté tan equivocada y él sea… esa pieza faltante.

La batalla continuaba.

Yo jadeaba. Mi pecho subía y bajaba como si respirara fuego. Tenía cortes en el torso, las piernas, los brazos. Mis nudillos sangraban. Pero aún estaba de pie.

Y Velgorath también.

—¡HORA DE CALENTARTE, HUMANO! —gritó, y levantó ambos brazos.

Una llama negra brotó del suelo, formando un círculo a nuestro alrededor. El aire se volvió irrespirable. El calor apretaba los pulmones como una mano maldita.

—¡FUEGO INFERNAL! —rugió.

El círculo ardió, envolviéndonos. Las llamas lamían las paredes de la iglesia. El espacio se cerraba. Ya no había dónde huir.

Era él… o yo.

—Perfecto… —murmuré—. ¡Justo lo que quería!

Mi puño brilló. El hielo del caos estalló con fuerza nueva, más profunda. Más salvaje.

Me lancé.

Velgorath también.

Dos titanes. Dos almas opuestas.

Choque.

Luz.

Rugido.

Y justo antes de que el impacto definitivo ocurriera…

El aire cambió.

Un escalofrío recorrió la atmósfera como una sombra rasgando la tela del mundo. Incluso Velgorath se detuvo por un instante, sus ojos demoníacos parpadearon, confundidos por una vibración ajena al campo de batalla.

Yo lo sentí también.

Un poder inmenso. Familiar. Abrasador y puro como una estrella encadenada.

Synera…

Giré el rostro hacia las alturas, instintivamente. Los cuerpos que flotaban alrededor de Eirenys —cadáveres rotos suspendidos por su magia— comenzaron a caer como hojas muertas, golpeando el suelo con sonidos huecos. Uno. Otro. Todos. Como si alguien hubiese cortado los hilos de una marioneta cruel.

Eirenys ya no estaba.

Ni un solo rastro.

Como si el mismo aire se la hubiera tragado.

—¿Qué…? —susurré, mi voz perdida en el estruendo del fuego—. Todos los cuerpos… ¿Desapareció? ¿¡A dónde se fue esa mujer!?

Y entonces lo sentí con más fuerza.

Una oleada de energía arremolinada en la distancia. Bruta.

Majestuosa. Furiosa.

El tipo de maná que solo una bruja como ella podía liberar cuando decidía dejar de contenerse.

Mi pecho se contrajo.

—… ¡Synera! —murmuré, los ojos muy abiertos.

Algo estaba ocurriendo allá afuera.

Algo que podía cambiar el curso de toda la guerra.

Y mientras el fuego de Velgorath rugía a nuestro alrededor…

Sabía que no podía permitirme caer todavía.

En otro rincón del campo de batalla…

—Synera.

(Mientras Kenja arde entre llamas…)

El silencio no es paz.

No cuando está cargado de tensión.

No cuando lo que lo precede es el fin de una batalla.

Frente a mí, solo quedaban ruinas… y el cuerpo de Velmora.

Por un momento creí que todo había terminado.

El cielo seguía oscuro, pero respiraba con más calma. Sentía aún la energía de Kenja, lejana, agitada… viva.

—Terminó… —susurré, más para mí misma que para alguien más—. Ahora debo encontrarlo.

Di un paso al frente.

Y entonces lo sentí.

No lo vi. Lo sentí.

Una sombra cortó el aire como un cuchillo invisible. Pétalos de rosas negras comenzaron a danzar en espirales silenciosas. El maná se tornó espeso, vibrante, como si el mundo contuviera el aliento. El entorno se volvió opresivo. Y entonces, mi instinto gritó.

Me detuve en seco.

Y allí estaba.

Desde las sombras emergió una silueta que conocía demasiado bien. Femenina. Elegante. Letal.

Eirenys.

—Vaya, vaya… —dijo con una voz que goteaba burla y peligro—. No esperaba menos de ti, Synera. La famosa asesina de demonios…

—Tú… —mi voz se tensó—. Eirenys.

Apenas pude sentir su presencia antes de que apareciera. Su energía estaba camuflada a niveles imposibles. Era como si el mundo no se atreviera a notarla.

—Cuánto tiempo… —musitó con una sonrisa ladeada—. Aunque veo que hay algo diferente en ti. Algo… más oscuro. ¿Será una nueva alma?

—No estoy para tus juegos. ¿Qué haces aquí?

—Tú siempre tan seca —rió, caminando entre las ruinas como si paseara por un jardín—. Igual que ese chico. ¿Kenja era, no? El que grita más de lo que piensa.

Mi mandíbula se tensó.

Cada célula de mi cuerpo me pedía mantenerme en guardia. Sabía que, si peleábamos ahora, perdería. Apenas me quedaba energía. Solo mi voluntad me mantenía en pie.

—¿Dónde está él? ¿Qué le has hecho?

Eirenys giró lentamente sobre sus talones, como una bailarina con una corona ensangrentada.

—Oh, tranquila. Está bien… por ahora. Velgorath se está divirtiendo con él. No planeamos matarlo. Todavía.

Se detuvo frente al cuerpo de Velmora y lo miró con un gesto casi maternal.

—Supongo que terminaste con ella… Aunque debo admitirlo, esperaba más de Velmora. Mucha belleza, poca estrategia. Su arrogancia fue su perdición.

—Lárgate de aquí —le espeté—. Si no quieres terminar igual.

Su risa fue suave, melódica… venenosa.

—No me hagas reír, Synera. Sabes que no tienes ni la fuerza ni el báculo para intentarlo. No vine a luchar. Eso sería aburrido… por ahora.

Su precisión al leerme era inquietante.

Demasiado observadora… demasiado precisa.

—Dime algo —dijo con voz ligera—. ¿Qué haces en esta ciudad? ¿El caos llamó tu atención o es que aún crees en esa patética idea de ser una heroína?

—Fue una coincidencia.

—¿Coincidencia? —rió—. Nada en este mundo lo es. Desde aquel día en la provincia tres, cuando casi me matas… ah, qué recuerdos. Si no te hubiera arrebatado ese báculo, probablemente no estaría aquí ahora mismo.

—¡Maldita…! —di un paso al frente—. ¿Qué es lo que están buscando? ¿Qué es esa joya de la que tanto hablan? ¿Y por qué han evolucionado? ¡Incluso son capaces de invocar artefactos mágicos!

Eirenys levantó una ceja.

—Tantas preguntas… Me agrada. Te diré lo justo, como vieja amiga.

—No somos amigas.

—Claro que no —sonrió—. Pero nos une algo: el pasado, el poder… y la pérdida.

Se acercó lentamente, con una elegancia depredadora. Su voz se volvió más oscura.

—Tras nuestra última pelea, el báculo que perdiste fue estudiado por los hechiceros del Capitolio. Gracias a su estructura mágica… se descifró un antiguo código. Ahora, tanto demonios como humanos pueden invocar artefactos. Armas con alma. Entidades ligadas al maná profundo.

Me quedé en silencio. La revelación era brutal.

—¿Y la evolución de los demonios?

—Gracias a tu preciosa Suprema —dijo con una sonrisa venenosa—. Su magia, como una plaga disfrazada de milagro, permitió la expansión de nuevos vínculos. Los más fuertes… no son quienes nacen con poder, Synera. Son quienes lo roban. Y nosotros… aprendimos a robar muy bien.

—Asquerosos… todos. Humanos. Demonios. Son parásitos.

Eirenys se estremeció de placer ante mis palabras.

—Ese enojo… qué rico pecado —susurró.

Se acercó aún más. Tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos y lo olió lentamente.

—Tu nueva alma tiene un sabor distinto… pecado y remordimientos mezclados en una fragancia exquisita. Dime, ¿la mataste para tomarla? ¿O fue un regalo?

—¡Aléjate! —le grité, apartándola de un empujón—. ¡Y respóndeme lo que te pregunté!

Eirenys no retrocedió. Solo sonrió, como si mi reacción fuera justo lo que esperaba.

—¿De verdad crees que tu magia no proviene también de nosotros?

Su voz fue apenas un susurro… pero la duda que sembró retumbó dentro de mí como un trueno.

—Tal vez, Synera… no seas tan distinta a lo que tanto desprecias.

Guardé silencio, sin permitir que lo notara, pero mis dedos se cerraron con fuerza.

—Qué impaciente eres —añadió con una sonrisa—. Sobre la joya… no necesitas saberlo. Aquel joven ya lo sabe. Si logra sobrevivir, quizás te lo cuente.

Mi pecho se tensó.

—¿Qué estás diciendo?

—Tal vez ya encontré lo que vine a buscar... pero aún no es el momento de tomarlo.

Mi trabajo aquí… ha terminado.

—¡Mientes! —grité con rabia.

—Te dije lo suficiente —concluyó.

Y entonces, con absoluta calma, se volvió hacia el cuerpo de Velmora. Extendió una mano sobre ella.

—Vitalum Necromantis —susurró con voz ancestral.

El aire se tornó negro por un instante, como si la luz hubiera sido expulsada del mundo.

Un eco de campanas lejanas —demasiado antiguas para pertenecer a esta era— resonó entre las ruinas, estremeciendo la piedra misma.

Y entonces ocurrió.

La sangre muerta comenzó a fluir en reversa, arrastrándose como hilos de tinta viva hacia el cuerpo sin alma.

Los órganos se reconstruyeron uno a uno. La piel se cerró. El cabello recobró su forma.

Velmora…

Revivía.

Estaba paralizada.

Esto no es una clase A... Eirenys ahora es un demonio de Clase S Alta. Sin embargo, hay algo en ella que ha cambiado desde la última vez. Es extraño, pero parece más humana. Su evolución es única, y tal vez sea una de las más poderosas que haya visto.

—¿Sorprendida? —musitó sin voltear—. No es tan complicado. Solo es evolución… Soy una de las favoritas del Rey Demonio. El mismo que destruyó tu clan. Una de los Once Demonios del Apocalipsis.

—¿Demonios del Apocalipsis…?

Velmora abrió los ojos, débil. Su cuerpo desnudo temblaba.

—Lady Eirenys… yo… lo siento… —susurró antes de desmayarse.

Eirenys se acercó a ella como una madre que recoge a una hija dormida. Una brecha de sombras se abrió a su alrededor. Manos espectrales surgieron del vacío y envolvieron a Velmora con una dulzura cruel.

—Nos volveremos a ver, Synera. Muy pronto.

Y la próxima vez… vendré a terminar lo que empezamos.

Y sin más, desapareció entre la bruma, dejando atrás el hedor de la magia corrompida y un silencio tan pesado como la muerte.

Yo no me moví.

No dije nada.

Solo observé el vacío donde estuvo…

Y mi respiración se hizo más lenta. Más fría.

Kenja…

Mi mirada se volvió hacia el horizonte, hacia aquella iglesia en ruinas donde su energía aún ardía como una llama furiosa.

Debía alcanzarlo. Y rápido.

Antes de que sea demasiado tarde.

Mientras tanto, en las entrañas de la iglesia…

—Kenja.

(Mientras Synera observa el horizonte…)

El fuego seguía rugiendo a mi alrededor.

Velgorath no se había detenido.

Ni yo.

Pero algo había cambiado.

Su mirada, por primera vez, dudó.

Solo un segundo.

—Esa energía… —murmuró, girando ligeramente el rostro—. La bruja…

Apreté los puños con fuerza.

—No te distraigas —le dije con voz grave—. Yo soy tu oponente.

Velgorath giró la cabeza hacia mí… y sonrió.

—Entonces ven, humano.

Hazme sangrar otra vez.

Y con un rugido, ambos volvimos a lanzarnos al combate.

Choque.

Hielo contra fuego.

Voluntad contra fuerza.

La batalla continuaba.

Y no habría piedad.

La pelea estaba en su clímax.

Velgorath era pura brutalidad desatada. Cada golpe de sus hachas sacudía el aire como truenos, y yo, apenas podía seguirle el ritmo. Mi cuerpo dolía, pero mi espíritu no flaqueaba.

No sería más aquel niño débil que se escondía detrás de Synera. No hoy. No aquí.

—¡No voy a rendirme! —rugí, frenando sus hachas con mis propias manos, sintiendo cómo la presión amenazaba con partirme los huesos.

Velgorath abrió sus fauces en una carcajada burlona.

—¡Qué humano tan insolente! ¿Cómo te atreves a tocarme?

Sus ojos eran brasas encendidas, pero yo ya no sentía miedo.

—¡No pienso perder contra alguien como tú! —grité con una fuerza que ni sabía que poseía.

El ambiente cambió.

La temperatura descendió brutalmente, congelando el fuego infernal que rodeaba la iglesia. El suelo bajo mis pies comenzó a cubrirse de escarcha, y las columnas del templo crujieron bajo la nueva presión.

El aliento de Velgorath se volvió visible, tembloroso.

Mis recuerdos se mezclaban con la batalla...

La voz de Synera me susurraba en lo profundo de mi mente:

"Kenja, has mejorado. Solo debes concentrarte en ti. Encuentra el flujo de tu canal de maná y libéralo… Algún día lo harás, y ese día, entenderás de lo que eres capaz."

Abrí los ojos. Mi maná hervía en mis venas.

Velgorath retrocedió instintivamente, su mirada revelaba algo que jamás habría admitido: miedo.

—¿Qué… qué es esta energía? —murmuró.

Yo, aún sujetándolo, apreté sus muñecas. Su cuerpo tembló. El ambiente crujió como un espejo a punto de romperse.

—¡SUÉLTAME, HUMANO! —vociferó, pero su voz ya no era un rugido de autoridad. Era un grito de desesperación.

Y entonces, lo sentí.

Una pulsación vibró en mi pecho, recorriendo mis brazos, mis piernas... ¡mi alma! Esa energía que dormía en mí, la misma sensación que sentí cuando luché contra mi sombra aquella vez.

El silencio lo envolvió todo.

Mi cuerpo comenzó a irradiar un aura oscura, un poder indescriptible, como si el mismo aire se viera alterado por su presencia. Y entonces, con la fuerza de mi voluntad, pronuncié un hechizo que mi mente recordó con la certeza de alguien que ya lo ha invocado antes.

—¡¡CORTE DIMENSIONAL!!—grité, desatando todo.

Todo se congeló en un segundo eterno.

El mundo se tornó en un negativo absoluto: el blanco era negro, el fuego era hielo, la luz era sombra.

Una explosión brutal brotó de mi interior, canalizada en un corte que partió el espacio mismo frente a mí.

Velgorath soltó un último alarido mientras su cuerpo era desgarrado, desintegrándose en una lluvia de sangre. El eco de su grito reverberó en las paredes de la iglesia como una triste canción de despedida.

Sus enormes hachas cayeron al suelo, inertes. Solo sus muñecas, aún agarradas por mis manos, colgaban como un trofeo macabro.

Había ganado.

Mi primer combate contra un demonio… y había sobrevivido.

Mi cuerpo expulsaba un aura oscura, inestable. El suelo a mi alrededor crujía por la presión de mi maná desbordado.

El mundo parecía temblar…

Y entonces, lo sentí.

Una mirada.

Alcé la vista.

Sobre el aire mismo, flotando en lo invisible, dos enormes ojos me observaban, sin juicio ni emoción.

Era Eirenys.

Parpadeó lentamente, y su presencia se disipó como niebla en la mañana.

Mi cuerpo apenas resistía. El poder aún rugía en mis venas cuando, de pronto, una ráfaga de energía rasgó el ambiente.

La puerta principal de la iglesia fue arrancada de sus bisagras, estrellándose contra el muro opuesto.

En la entrada, enmarcada por la luz del amanecer, estaba ella.

Synera.

Su cabello blanco flotaba ligeramente por la energía residual. Sus ojos rojos, tan serenos como mortales, escanearon el desastre frente a ella.

Se detuvo.

Contempló el escenario: sangre, hielo, ruinas, el cadáver desintegrado del demonio.

Por un instante, su expresión se endureció… pero luego, suavemente, sonrió.

Yo me mantenía de pie de espaldas a ella, tambaleante pero firme. Me giré lentamente, respirando con dificultad, pero sonriendo también.

—Ganamos, Synera —dije, mi voz aún vibrante de emoción.

Ella se acercó, sus pasos resonando como ecos de victoria entre los escombros.

—Eso parece… por ahora —respondió, su sonrisa apenas visible pero cálida, como si todo esto fuera apenas el comienzo de algo mucho más grande.

El techo destrozado de la iglesia dejó pasar los primeros rayos del alba.

La luz acarició la sangre congelada, tiñéndola de tonos dorados y escarlatas.

Desde la distancia, los humanos supervivientes alzaban la voz en un grito unísono de esperanza.

Los demonios, como si fueran humo maldito, desaparecían uno tras otro, dejando tras de sí solo ruinas y memorias.

El día había comenzado.

Y nosotros…

Seguíamos en pie.

1
Beatriz Narváez campo
con quién comenzará esta nueva vida synera...al menos no estará sola!!
Beatriz Narváez campo: eso está muy bien!! entre más entretenida mejor se disfruta la lectura!!
Kenja: Y cada capítulo es mejor que el anterior🤭🤭
total 2 replies
Beatriz Narváez campo
muy interesante historia!!
Leidys Quintero
Es muy emocionante esta historia, cada vez se pone mejor.
Leidys Quintero
Esta genial la historia, necesito leer mas, cada vez se pone mejor.
Paola Rivera
Muy buen trabajo hermano, sigue así.
Mikoru987
increible !!
Đông đã về
¡Escribe más, por favor!
Kenja: Hola, saludos. Por supuesto. Estaré subiendo capítulos todos los días. Pronto estará disponible el capítulo V. /Heart/
total 1 replies
Maito
Mas capitulos escritora!
Kenja: Hola, gracias por tu comentario. Espero estes disfrutando mi Obra tanto como yo al escribirla, estare subiendo capitulos nuevos todos los dìas. saludos...
total 1 replies
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