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El Despertar Del CEO Al Amor

El Despertar Del CEO Al Amor

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / CEO / Matrimonio contratado / Triángulo amoroso / Completas
Popularitas:84
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.

Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.

Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 17

El día amaneció caluroso, con el sol reflejándose en las ventanas de la casa de playa y el sonido de las olas golpeando con fuerza la costa.

Ethan había trabajado toda la mañana revisando contratos e informes, pero, en el fondo, no conseguía concentrarse.

Desde que había llegado a Río, sentía algo diferente, como si el aire salado del mar tuviera el poder de hacerlo más vulnerable.

Alrededor del mediodía, Sebastian apareció en el balcón, vestido con una camiseta clara y una sonrisa tranquila.

—Ethan, ¿no crees que estás trabajando demasiado?

Ethan levantó los ojos del portátil.

—Alguien tiene que cuidar de la empresa.

—Y alguien tiene que cuidar de ti —respondió Sebastian, riendo—. Hace un calor insoportable ahí fuera. ¿Por qué no te das un baño?

Ethan dudó por unos segundos, hasta que Sebastian completó:

—Yo voy contigo. No se puede venir hasta el mar y no aprovecharlo.

La naturalidad de él desarmó a Ethan.

Cerró el portátil y se levantó.

—Está bien… quizás un baño de mar no haga daño.

La playa estaba a pocos metros de la casa.

La arena estaba caliente, el mar brillaba bajo el sol y una leve brisa agitaba el aire.

Sebastian se quitó la camiseta, revelando el cuerpo bronceado, firme y bien definido.

Ethan desvió la mirada instintivamente, sintiendo que el rostro se le calentaba.

Intentó disimular, enfocándose en los cocoteros, en las olas, en cualquier cosa que no fuera el chico frente a él.

Pero era inútil.

Cuando Sebastian entró al agua, el sol se reflejó en su piel mojada, y Ethan sintió el estómago revolverse en una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

“Deja de mirar”, pensó, respirando hondo.

Pero los ojos insistían en volver.

—¡El agua está genial! —gritó Sebastian, llamándolo con un gesto.

Ethan rió, un poco avergonzado, y entró.

El agua fría lo despertó de inmediato, y por algunos minutos se olvidó de todo: el trabajo, las dudas, lo que sentía.

Sebastian se sumergió, emergiendo con una sonrisa leve.

—Sienta bien, ¿verdad? —dijo él, mojándose el rostro.

—Sí —respondió Ethan, evitando mirarlo—. Debería hacer esto más veces.

Se quedaron allí por un tiempo, solo conversando, riendo de cosas simples.

Era la primera vez que Ethan se sentía realmente a gusto cerca de alguien que lo dejaba tan confundido.

Pero el clima comenzó a cambiar de repente.

Nubes pesadas se formaron en el horizonte, el viento aumentó y el mar se agitó.

—Volvamos —dijo Sebastian, mirando el cielo—. Esto se va a convertir en una tormenta.

Salieron apresurados del agua y caminaron de vuelta a la casa, mientras las primeras gotas gruesas de lluvia caían sobre la arena.

Tan pronto como entraron, una ventisca fuerte sacudió las ventanas.

—Uau —comentó Ethan, jadeando—. Creo que no era solo una lluvia ligera.

—Para nada —respondió Sebastian, cerrando las puertas—. Parece que el tiempo cambió de repente.

La energía parpadeó dos veces y, a continuación, se apagó completamente.

El sonido de la tormenta se apoderó del ambiente.

—Perfecto —murmuró Ethan—. Sin luz.

Sebastian rió, cogiendo algunas velas en el armario.

—Vamos a improvisar.

Encendieron las velas y las colocaron sobre la mesa de la sala.

La luz amarillenta creaba sombras suaves en las paredes, dejando el ambiente con un aire casi acogedor.

Ethan caminó para coger el móvil, pero no se dio cuenta de la esquina de la mesa.

El tropiezo fue inevitable.

—¡Ay! —exclamó, llevándose la mano al pie—. Maldita sea…

Sebastian corrió hacia él.

—¿Qué pasó?

—Creo que me golpeé el dedo… está sangrando.

—Siéntate aquí —dijo el chico, jalando una silla—. Voy a coger el botiquín de primeros auxilios.

Ethan obedeció, apoyando el pie.

Sebastian volvió con el botiquín y una toalla.

—Sujeta la vela para mí, por favor.

Ethan hizo lo que le pidió, observando al chico arrodillarse ante él.

El toque fue firme, pero cuidadoso.

Sebastian limpió la herida con delicadeza, concentrado, el rostro iluminado por la llama que temblaba entre ellos.

El silencio era casi palpable.

Ethan sentía el corazón latir demasiado rápido.

Cada movimiento de Sebastian parecía desacelerar el tiempo: la mano firme, la mirada atenta, el cuidado en cada gesto.

—No está tan profundo —dijo el chico, con voz baja—. Estarás bien.

Ethan tragó saliva, intentando disimular la tensión.

—Parece que entiendes de esto.

—Aprendí cuando trabajaba con transporte de carga. Uno se lastima todo el tiempo —respondió, sin levantar los ojos.

Cuando finalmente terminó la cura, Sebastian miró hacia arriba.

Los dos quedaron frente a frente, lo suficientemente cerca para sentir la respiración del otro.

La llama de la vela temblaba entre ellos, proyectando sombras que danzaban en las paredes.

Por un instante, el mundo de afuera desapareció.

Solo había el sonido distante de la lluvia y el silencio que decía todo lo que ninguno de los dos osaba confesar.

Sebastian se levantó despacio, sin romper la mirada.

—Listo —dijo, con la voz un poco ronca—. Ya está curado.

Ethan respiró hondo.

—Gracias.

—Solo hice lo que debía —respondió el chico, intentando disimular su propio nerviosismo.

Un trueno resonó afuera, haciendo temblar la ventana.

Sebastian se alejó, yendo hacia el sofá.

Ethan se quedó algunos segundos parado, mirando la llama de la vela y sintiendo el corazón latir al ritmo de la tormenta.

Él sabía que algo había cambiado.

Y, por primera vez, no intentó negarlo.

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