Hijo De La Luna, Hechizado

Luego de varios intentos y de estudiar el libro, Raven podía usar magia aunque débil. Max le había explicado que el mundo donde estaban carecía magia, por lo que se veía débil sus poderes, mientras que el lugar de donde él venía, estaba bendecido por esos dioses y la magia era pura y más abundante. Aun así, logrando reunir magia, Raven estaba lista para intentar abrir el portal hacia el mundo de Max. No podía mentir que no estaba emocionada y también un poco asustado, aun así no podía seguir demorando.

Con ayuda de Max y la tienda esotérica, reunió algunas piedras y cuarzos de energía para amplificar el escaso maná que tenía el lugar. Con ayuda del libro escribió un círculo mágico en el piso de su casa con una tiza, y encima de las líneas, puso sal común, colocó las piedras y cuarzos en los espacios para hacer una formación más completa. Todo esto ella lo tuvo que realizar absolutamente sola, porque era su energía propia que debería quedar impregnada en cada objeto para el conjuro.

Raven vio el círculo y suspiró nerviosa. Ya habían preparado una mochila con provisiones y un par de ropas, y le había avisado al único que sabía de ellos sobre dónde posiblemente Max y ella estaría y que podría tardar en regresar. Russel al principio se sintió un poco escéptico, pero conociendo su propia anomalía, lo aceptó y les deseó suerte.

Con todo listo, Raven recitó el conjuro del libro, dejando circular la magia en su corazón hacia el exterior, saturando el conjuro con su magia y entonces, para su asombro y deleite, el suelo comenzó a brillar con un destello verde y en el círculo se pudo observar que se abría un portal, mostrando al otro lado un bosque brillante, con el aroma a pinos y yerba húmeda.

Asombrada miró en dirección de Max, y él la miró de regreso mostrándole una sonrisa, indicándole con ese gesto que lo había logrado. Se tomaron de la mano con fuerza y saltaron al otro lado. Lo que Raven no pudo prever, era que el portal se quedaría abierto por un par de días antes de poder cerrarse.

***

Bassel Adekunle, el emperador de Yaguar viajaba en un carruaje lujoso con el emblema de su imperio, que era una corona con tres garras atravesadas y dos espadas detrás. A pesar de que el viaje sería un poco largo, no trajo una comitiva extensa. No se quedaría por mucho tiempo, haría los negocios que tenía que hacer y regresaría con premura, aun había proyectos que necesitaban de su completa atención, como la construcción de escuelas para la gente común, que tristemente no existía.

Le había llevado un tiempo estabilizarse, y aun había ciertos detractores bien escondidos, pero no se detendría de hacer lo necesario para que le imperio prosperara, y que la gente del pueblo pudiera vivir un poco menos preocupados por la comida y el frío.

Viendo el paisaje fuera del carruaje, podía ver algunas personas yendo y viniendo, los niños corriendo o jugando, escuchando el bullicio del mercado del imperio de Lychester, haciéndole recordar sus días duros en las fronteras, tratando de tener un bocado por día, para que su madre pudiera tener una comida más completa y pudiera curarse de la enfermedad que padecía. Tristemente, no había nada que hacer. No tenía dinero para llamar un doctor, ni siquiera uno barato.

Pronto, el llamado de su asistente Samuel, lo sacó de sus memorias, para descubrir que ya habían llegado en las puertas del castillo de los emperadores de Lychester.

Cuando bajó del carruaje se encontró con que la familia imperial lo esperaba. Estaba sorprendido y un poco en guardia. No mostró nada en su rostro, y caminó en dirección de la comitiva de bienvenida. Entonces una persona le llamó la atención.

Una mujer con la piel tan clara que parecía traslucida, el cabello cobrizo y ataviado de flores y joyas, con unos ojos tan azules como el zafiro, brillantes y hermosos. No pudo evitar mirar un poco más, y ella también lo miró. Y rápidamente vio el asombro en sus ojos, haciéndole sentir a su jaguar rasguñar dentro de él.

Desvió la mirada y con un asentimiento de cabeza, saludó a los emperadores.

-Es un gusto que haya venido en persona majestad Bassel – Malcolm estiró la mano como un saludo formal.

-Agradezco la bienvenida, he querido venir para hacer negocios y he aprovechado por el cumpleaños de la princesa.

Al mencionar a la princesa, no pudo evitar mirar a la mujer de nuevo. Ella esta vez no pareció nerviosa y saludó con una leve reverencia.

-Es un gusto conocerlo Majestad. Mi nombre es Zafiro Silverwolf.

Bassel casi tuvo el impulso de tomar la mano de la mujer y besar el dorso, pero no era necesario esa cortesía. Él era un emperador, a nadie le debía pleitesía.

-El gusto es mío – paladeó la palabra “mío”, pero desvió la mirada hacia la otra mujer quien parecía un poco demacrada.

-Ah, ella es mi esposa, la emperatriz Lila Fanger de Silverwolf.

-Es un placer majestad.

-Agradecemos su presencia – contestó aun desanimada Lila, pero Bassel no le importó.

Pronto subieron los escalones hacia el castillo y fue guiado a su habitación por la misma princesa, quien fue muy educada, sin ser entusiasta ni aburrida, sino diligente y respetuosa. Pero Bassel empezaba a inquietarse con la cercanía de ella, aunque estaban a casi un metro de distancia, podía percibir su aroma a lirios, dejándolo un poco irritable.

El pañuelo en su cuello comenzaba a sofocarlo y lo acomodó de manera hastiada, dejando a los sirvientes alrededor algo nerviosos, ya que podían sentir la rabia del felino en el palacio.

Incluso la misma Zafiro estaba un poco nerviosa con la presencia del hombre aunque, su semblante no lo demostraba.

Cuando se miraron en la entrada del castillo, sintió un cosquilleo en su piel, y después de mucho tiempo su loba se hiso presente, sintiéndola inquieta en su corazón. Sin embargo, se mantuvo tan estable como su etiqueta y educación le había dejado, pero su corazón acelerado no había podido controlarse, y podía sentir claramente la presencia dominante detrás de ella mientras lo guiaba a su habitación, dejándola sin aliento.

Su mirada ambarina y penetrante, la hacían querer mirarlo y decirle encarecidamente que no la mirara como si fuese una presa. Sin embargo, al final se contuvo y suspiró. Antes de darse cuenta, ya habían llegado a la habitación preparada para el emperador de Yaguar. Con el asentimiento de ella, la jefa de sirvientas abrió la puerta de la habitación, decorada lujosamente y Zafiro con una mirada condescendiente y una voz educada, indicó con su mano blanca, el lugar de descanso para el hombre.

-Esta es la habitación, preparada especialmente para usted majestad, espero que la estancia sea de su agrado.

-Antes pensé que no – respondió el emperador con una voz tan grave que hiso que Zafiro casi diera un paso hacia atrás – Pero ahora creo que sí.

El hombre la miró, y ella pudo ver ese destello en los ojos cuando la bestia está al mando, pero en vez de tener miedo, sintió a su loba salir a la superficie y ambos se miraron un buen rato antes de que ella misma desviara la mirada, con las mejillas tiñéndose de carmín.

-Entonces, con permiso majestad – rápidamente ella hiso una reverencia y se marchó lo más rápido posible.

Bassel vio a la mujer irse como si estuviera huyendo de algo y no pudo evitar mirar su figura hasta que despareció. Cuando regresó en sí, su secretario parecía que quería desaparecer de la faz de la tierra. Pero lo ignoró y lo despidió sin ceremonias.

Sebastian estaba feliz que el emperador lo hubiera ignorado, porque no podía estar tranquilo luego de ver esa sonrisa en el rostro de él. Era una sonrisa llena de bravuconería y casi se desmaya de ver al emperador tirano más humano.