Para escapar de las abrumadoras responsabilidades heredadas de su difunto hermano, Bitte, de 19 años, viaja a un remoto pueblo de Tailandia. Allí conoce a Estoico, un chico de 13 años abandonado por sus padres, quienes lo utilizaron para pagar una deuda de juego. Conmovida, Bitte decide adoptarlo a pesar de la mínima diferencia de edad, cargando así con una nueva responsabilidad. Sin embargo, lo que comenzó como un acto tierno y loable, pronto comenzó a oscurecerse.
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Capítulo 16: Razones.
Clínica de Psicología
Después de darle tantas vueltas al asunto, Bitte decidió acudir al único lugar donde, supuestamente, podrían brindarle ayuda. Sabía que no le darían todas las respuestas a sus incógnitas, pero al menos podría llegar a comprender algunas de sus actitudes posesivas y de extrema obsesión hacia su persona.
En ese momento, estaba sentada en el consultorio principal de su antigua psicoterapeuta, esperando a que esta se dignara a atenderla. Mediante una comunicación anterior, habían acordado una cita para ese día. Aunque en ocasiones previas se había negado a continuar con sus sesiones, alegando sentirse completamente bien y en pleno uso de sus facultades —lo cual era cierto—, esta vez sus razones para asistir al recinto eran muy distintas. Todo había comenzado cuando Bitte decidió viajar a Tailandia como método de escape y vacaciones, luego de la muerte de su hermano y de haber heredado una suma considerable de dinero. En ese entonces, no se sentía preparada para asumir dicha responsabilidad ni el peso de llevar las riendas de la organización empresarial que había estado en manos de su hermano mayor.
Brian, su psicoterapeuta de cabecera, la había ayudado en momentos de tomar decisiones desde muy joven. Ella siempre se caracterizó por no comprender o no llegar a descifrar con exactitud los sentimientos y expresiones ajenos, por lo que llevar a cabo una vida social como se esperaba resultaba una tarea muy estresante. Su círculo de amistades era reducido: para aquel entonces, lo conformaban apenas cuatro o cinco personas. Su concepto de amistad se basaba en la confianza mutua, pero no en la revelación absoluta; es decir, los deseos, pensamientos o acciones más íntimos, oscuros o extraños no siempre serían bienvenidos. Para Bitte, siempre existía una línea entre lo conveniente, lo peligroso y lo que se puede contar a los demás.
Para su viaje, eligió el lugar más remoto del país: un pequeño pueblo donde pudiera estar tranquila y donde nadie de su entorno pudiera encontrarla o tener noticias suyas. Allí se hospedó en un hostal. Fue entonces cuando, luego de unas horas, vio al chico: estoico. Bitte, con sus escasos 19 años recién cumplidos, estaba a punto de tomar una de las decisiones más importantes de su vida hasta ese momento. Al ver la apariencia descuidada y el trato, aunque amable, desfavorable que el dueño del hostal le daba al muchacho de apenas 13 años, decidió darle un buen uso a aquella herencia que días atrás no quería aceptar. Fue un punto de inflexión, una jugada de la que saldría beneficiada. Pero nunca esperó que las cartas se volvieran en su contra, o quizás a su favor; no sabría decirlo. Sin embargo, esta obsesión era algo enfermizo.
—Bueno, señorita Bitte, ¿qué la trae por acá? Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos. Se ha estado saltando sus terapias y me imagino que lo mismo con la medicación, ¿o me equivoco? —pronunció la terapeuta al entrar y sentarse en su asiento, detrás del escritorio. El lugar era amplio, minimalista y un poco oscuro debido a su paleta de colores grises—. Quisiera decir que me alegra verla aquí presente, pero la verdad es que no; más bien, me parece extraña su presencia en el recinto —expresó, mostrando su interés.
—Creí que se lo había notificado por correo electrónico. Mis motivos para esta visita son, y a la vez no son, por mi bienestar. Más bien, lo que me ha traído hasta aquí es la preocupación que he tenido desde hace un tiempo atrás... Siendo más directa y sincera, es por Estoico que estoy acá. Y antes de que me venga con el típico discurso de "te lo advertí y aun así no me hiciste caso", escúcheme primero antes de interrumpir. Después de mi relación con James, su actitud cambió abruptamente y no para bien. Todo se ha ido por el caño y no hay manera de arreglarlo —mencionó, expresando su sentir.
—Y dime, por favor, que por lo menos has pensado en hablar o ya hablaste con su psiquiatra. Eso sería lo mínimo que deberías haber hecho primero. Sabes muy bien que no tengo nada en contra; más bien, estuve feliz desde el primer momento en que me contaste lo de la adopción. Pero esto ya se está saliendo de control. Lo único que no llego a comprender es el porqué de su cambio, qué lo hizo reaccionar de esta forma —comentó la terapeuta.
Desde el momento en que le diagnosticaron psicopatía a Estoico, muchas preguntas rondaron en la cabeza de Brian. Como profesional responsable, había advertido acerca de estos cambios, pero, como bien se sabe, estos suelen ser causados por acciones o palabras que, al presionar a un individuo, despiertan un actuar distinto en su actitud, alterando abruptamente su temperamento, su forma de pensar e incluso de comportarse.
—Algo llegó a contarme sobre el tema, y aún así creo que ni él mismo entendió las razones. Pienso que es porque no nos ha contado todo, o mejor dicho, no le ha revelado todo lo que ha pasado por su mente, lo que ha visto y lo que lo ha hecho cambiar. Pero solo una cosa sé: cada día me siento presionada, acosada. Aún siendo dependiente, me siento como un títere y él es ese titiritero —aunque su rostro no mostrara inquietud o alguna otra emoción, esto no era distinto o diferente; ya era algo normal en ella. Trataba de esforzarse por mostrar un nuevo semblante, pero le resultaba difícil—. Digamos que, al principio, dormir juntos era algo normal porque era un niño, era nuevo en el país. Al principio no hablaba el idioma; se le hacía difícil encontrar un equilibrio entre el ruso, el tailandés, el español, el escuchar a algunas personas hablar en italiano o en alemán cuando me visitaban en la mansión. Pero luego, con el paso del tiempo y ya crecido, se volvió una costumbre de la que no podría alejarse fácilmente —dijo, recordando los primeros meses del joven en su nuevo hogar—. Ni siquiera hubo una diferencia en su actitud cuando adopté a los otros niños; más bien, se le veía constantemente feliz al verme llegar a casa con ellos. Era el primero en decir que iría conmigo a las visitas a los orfanatos.
—Aquí, la única que tiene las respuestas a sus preguntas eres tú, y aun así vienes acá buscando que alguien más te las responda, cuando esas mismas respuestas acaban de salir de tus labios. Muy bien lo has dicho: él no tuvo ningún cambio ante esos sucesos, pero todo cambió con tu relación con James. No sé si te niegas a ver la verdadera respuesta frente a tus ojos o es que realmente no logras entenderla. Te doy un ejemplo: al ser tú la persona que lo acogió en un nuevo hogar, lo cuidó, lo educó y lo ayudó en sus momentos de vulnerabilidad —incluso cuando asumiste otras responsabilidades adoptando a otros niños y a una niña—, no lo dejaste de lado; siempre tuviste tiempo para cada uno de ellos, aun teniendo trabajo en la oficina de la empresa y viajes fuera del país. Siempre tuviste tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? Que al tener una relación con James, una relación amorosa, él se sintió traicionado, alejado de ese estándar que ya venía manteniendo. Pero a lo que quiero llegar es que su visión de ti ha cambiado: ahora no te ve ni como una madre ni como una hermana. Su perspectiva se basa en otra cosa, en algo más… una palabra que no sabría explicarte, porque no sé si la entenderías.
Esas palabras le cayeron como un balde de agua fría. Su expresión se congeló más de lo normal; no sabía hacia dónde dirigir la vista. Sus ojos viajaban de un lado a otro en la oficina, tratando de esquivar la mirada de la profesional que tenía al frente. Siguió analizando cada una de las palabras, letra por letra, punto por punto, y tal vez sí: siempre tuvo la respuesta, pero quiso hacer como si no entendiera la situación en la que se estaba desarrollando la historia.
—Anteriormente, cuando asistías a nuestras citas, no entendías muchas cosas sobre el ser humano, ni siquiera te conocías a ti misma. Pero es bueno ver que por fin has llegado a comprender algunas cosas —dijo la terapeuta, orgullosa del progreso que había alcanzado su paciente.