Corazones Rotos.

—¡Te digo que deberíamos salir de viaje para celebrar tu divorcio! Algo como una luna de miel, pero versión divorcio, ¡No sé, algo! –Espetó Nathan, mientras se dejaba caer en el sofá de mí oficina–.

Desde que me divorcié, ha estado insistiendo en que deberíamos ir de viaje para superar éste mal momento, quizás conocer mujeres nuevas, pero no me parece correcto. En primer lugar, no estoy de humor para hacer algo así. Y, en segundo lugar, no quiero que Oriana piense que soy algún tipo de promiscuo que se la pasa de mujer en mujer.

—¡Por dios, Nathan! ¡Ya déjalo en paz! –La hermosa joven de mis pensamientos ingresó al lugar con unos documentos que debía revisar, pero no perdió el tiempo de regañar a mí mejor amigo, al parecer se habían vuelto más cercanos y, aunque me pareció gracioso, no quiero que ella se acerque demasiado a él. Quizás aún estoy traumado por lo que Luna me hizo, no sé, creo que sería bueno ir a terapia–.

—¡Pero, Ori! –Se quejó– ¡Helios debe seguir adelante y salir con alguna supermodelo o algo así, no puede seguir sufriendo por esa arpía! –Ella le dió un golpe en la cabeza, que confirmó mis sospechas, ambos ya eran demasiado cercanos para mí gusto–.

—Apenas ha pasado una semana, tonto –Le recordó–. No puedes borrar quince años de matrimonio en una semana, e incluso si sale con otra mujer, eso no garantiza que se olvidará de su ex. ¡Piensa un poco, idiota!

—Ugh... ¡Bien! Que no salga con nadie, ¡Pero aún quiero que vayamos de vacaciones! He trabajado como burro todo éste tiempo y merezco que me mimen un poco.

—Bueno, eso es cierto... –Dije, mientras apoyaba mis codos sobre el escritorio, pensando en las posibilidades–. De acuerdo, vamos de vacaciones –El rostro de Nathan se iluminó, mientras que ella me observó con incredulidad y confusión ante mí repentino cambio de opinión–. Pero quiero que vengas con nosotros, Oriana –La invité, pero estaba claro por mí tono que no aceptaría un "no" como respuesta–.

—Yo... –Dudó–, No estoy segura, Heli... Siento que es muy pronto, somos amigos y todo pero, ¿Un viaje juntos? Me parece como un gran paso...

—¡Pero no estarán solos! –Intervino su amigo, quien evidentemente ya tenía todo planeado–. Yo iré con ustedes, es simplemente ir a disfrutar de las hermosas playas, hermosas mujeres solteras y deliciosas bebidas, nada de otro mundo, Ori.

—Es que tampoco tengo dinero...

—¡Yo pagaré por ti! –Nathan realmente quería hacer ese viaje–.

—No, yo pagaré por ella, el dinero nunca ha sido un problema para mí. Además, no quiero ir solo con ese idiota –Señala a su amigo–. Algo me dice que me encerrara en un burdel o algo así, te necesito conmigo para que me cuides, bombón de licor –Ella se sonrojó ante el apodo, me encantaba verla ponerse roja como un tomatito–. Y también sería bueno salir del clima frío, un lugar con playas sería mejor que estar en la nieve.

—Está bien... Ustedes ganan... –Se rindió finalmente, mientras Nathan y yo chocamos puños–.

—¡Excelente! Yo me encargaré de todo, ustedes no se preocupen por nada. Pero, Helios, más te vale preparar la billetera, amigo, porque vas a disfrutar de tu fortuna por fin.

El fin de semana había llegado y ya estábamos rumbo a las Bahamas, ciertamente mí estúpido amigo tenía razón, iba a gastar mucho dinero aquí, pero no me importaba. El dinero me sobra y unas vacaciones no suenan tan mal. Lo mejor es que Oriana viene con nosotros, así puedo asegurarme de que su estúpido ex-novio no se acercará a ella.

Llegamos a aquél hermoso lugar y sólo pude deleitarme con sus hermosas playas de agua cristalina. Nathan tenía razón, había hermosas mujeres, demasiadas yo diría.

Nos hospedamos en el hotel más lujoso del lugar, elegí la suite más costosa, por ende, era la mejor del lugar. Nathan y yo habíamos bajado al bar solo los dos, ya que Oriana prefirió quedarse a desempacar, estábamos bebiendo tranquilamente mientras mirábamos a esa preciosuras que nos regalaban las sonrisas más coquetas nunca antes vistas.

Al menos así era, hasta que la vi bajar del ascensor.

Mientras estaba muy tranquilo con mí amigo, mirando que mujer llevar a mí cama, escuché el timbre del ascensor y mí corazón casi se escapa de mí pecho cuando la vi a ella; a mí Oriana. La muy descarada no estaba usando nada más que un diminuto bikini blanco, que no servía para cubrir nada, era para provocar hombres.

Y claro que funcionó, porque todos los hombres del lugar voltearon a verla y eso me hizo hervir la sangre. Sé que los tres vinimos aquí a divertirnos, pero pensar en Oriana teniendo intimidad con cualquier tipo, me causaba cierta incomodidad.

—¡Heli! ¡Nathan! –Ella nos saludó y se acercó a nosotros con su sexy cuerpo, el cual se balanceaba con cada paso que ella daba–.

—Joder, ¡Estás hermosa! ¿Sabes eso? –Dijo Nathan, mientras le hacía un lugar en nuestra mesa–.

—Ya sé –Presumió en broma, iba a halagar su belleza, pero un tipejo se me adelantó, parándose muy cerca suyo–.

—Hola hermosa, soy John, ¿Quieres beber algo? –Sonrió, mientras la miraba de arriba a abajo sin pudor alguno–.

Mis ojos fueron directamente a ella, queriendo que lo mandara a la mierda, pero ella simplemente le sonrió de vuelta y accedió. ¡Se fue con ese idiota! ¿Cómo puede irse con un desconocido y encima delante de mí?

Ellos desaparecieron y yo toda la maldita noche estuve pegado al teléfono, esperando recibir una llamada de su parte, pero no envió nada.

Ya eran las tres de la madrugada y no pude soportarlo, fuí a su habitación y golpeé suavemente, no quería hacer ruido. Por suerte estaba solo, ya que Nathan se había ido con una hermosa brasilera que también estaba vacacionando aquí.

—Oriana, ¿Estás ahí? –Pregunté y volví a golpear, pero no obtuve respuesta, entonces me tomé el atrevimiento de entrar a su cuarto, fue cuando supe que ella no había vuelto al hotel–.

El pánico me invadió, junto con algo que no supe distinguir, tomé mí teléfono y comencé a marcar su número mientras me ponía los zapatos nuevamente para ir a buscarla, pero me detuve cuando escuché la puerta principal abrirse. Literalmente corrí al lugar y, en efecto, era ella.

Se detuvo al instante cuando me vió, completamente sorprendida de que aún estuviera despierto.

—¿Heli? ¿Qué haces aquí? Creí que estarías con alguna bella dama –Se rió, fue cuando supe que estaba algo ebria–.

—¿Dónde estabas, jovencita? –Dios, parecía su jodido padre, pero no podía controlar mí lengua y tampoco los celos que estaba sintiendo en ese maldito momento–.

—¡Fuí a nadar! –Exclamó con emoción– Y bebí unos tragos... –Contó con sus deditos y al instante perdió la cuenta nuevamente– Poquitos, fueron poquitos... –Sus palabras se alargaban debido al alcohol en su sistema, maldita sea, nunca debí dejarla ir con ese imbécil–.

Me acerqué a ella y la tomé en mis brazos, cargándola como una princesita y la llevé a la bañera, le quité la ropa y comencé a bañarla yo mismo, pues quería borrar todo rastro de ese idiota.

Afortunadamente, ella no se sentía avergonzada al ser aseada por mí, quizás porque estaba ebria, o tal vez se deba a qué confía demasiado en mí como para apartarme.

Una vez que estaba completamente limpia, la envolví en una toalla y la acosté en mí cama, porque ni loco dejaría que se alejara de mí nuevamente. La luz de la luna ingresó por el balcón, y se posó en su hermosa piel bronceada, sus ojos, los gemelos del océano, se posaron en los míos, como si me hablara telepáticamente.

—Bizcochito de canela... –Murmuró, mientras una de sus manos recorrió mí brazo hasta subir por mis hombros y aferrarse a mí cuello–.

—Bombón de licor... –Respondí, mientras me inclinaba más cerca debido a que ella me llevaba hacia abajo– ¿Ese idiota te tocó? ¿Se sobrepasó? ¿Te hizo algo? –Mis celos aún estaban a flor de piel, necesitaba que ella calmara la inquietud de mí interior–.

—¿Estás celoso? –Cuestionó, y me vi en la obligación de mirar hacia otro lado, pero estoy 100% seguro que ella vió el rubor en mis orejas. No dije nada, pero asentí en respuesta y la muy descarada sonrió orgullosa–.

—¿Te parece bien hacerme sentir celos?

—No fue mí intención, pero es divertido. Además, eras tú el que iba a ir a acostarse con alguna mujer de allí abajo –Me recordó–.

—No iba a hacerlo...

—Si claro –Se burló–.

—Dime, ¿Te acostaste con él?

—No, pero sí me besó... –Ella tocó sus labios, y mí rabia fue en aumento– Aquí... –Sonrió–.

—Entonces creo que debo limpiar esa área también –Sin decir más, me incliné y besé sus labios–.