Venganza Implacable

Elysia sintió una profunda tristeza al escuchar las palabras de su hijo; era como si un hacha hubiera partido su corazón en dos.

—¿Cómo pudieron hacerle esto? —se repetía en su mente, llena de enojo e indignación. Rhyse, con su influencia, había sembrado en la mente de Rowan semillas de mentiras y dudas, llenándolo de confusión.

Con voz cargada de emoción y determinación, Elysia se volvió hacia su hijo.

—Rowan, quiero que entiendas que el color de nuestro cabello o el de nuestros ojos no tiene nada que ver con el amor que siento por ti. Aunque no soy la mujer que te dio la vida, he estado a tu lado en cada paso de tu camino. Te he criado, te he cuidado y te he amado incondicionalmente todos estos años. Eso es lo que realmente importa, y nunca lo olvides.

Rowan la miró, sus ojos llenos de lágrimas, reflejando sorpresa y anhelo.

—¿De verdad? —preguntó, dejando escapar un hilo de esperanza en su voz.

—Por supuesto. Eres mi hijo y siempre lo serás —respondió Elysia con ternura, extendiendo sus brazos y abrazándolo con todas sus fuerzas. En ese instante, sintió cómo el niño se relajaba poco a poco en su abrazo, como si todo el peso del mundo se desvaneciera por un momento.

Mientras lo sostenía, Elysia hizo una promesa silenciosa: protegería a Rowan de todas las mentiras y el veneno que otros intentaban inocular en su corazón inocente. No permitiría que nadie, especialmente quienes debían amarlo y cuidarlo, le hicieran daño. Ella sería su escudo, su refugio en un mundo a veces cruel y despiadado. Su amor lo envolvería, manteniéndolo a salvo de la negatividad que acechaba a su alrededor.

—No permitiré que nadie te haga daño otra vez. Mamá está a tu lado y siempre estará para protegerte.

Elysia se distanció un poco, mirándolo con ternura.

—¿Estás listo para regresar a casa? —preguntó con una cálida sonrisa.

El niño, lleno de energía y emoción, asintió vigorosamente, entrelazando sus pequeños dedos con los de su madre. Así, de la mano, abandonaron la habitación, irradiando alegría y complicidad.

Bajaron elegantemente las imponentes escaleras de la mansión, cada paso resonando suavemente en el amplio vestíbulo, donde los ecos danzaban con la luz filtrada a través de los ventanales. Al llegar al salón principal, se encontraron con Lysandra y Davian. Las amigas de Lysandra ya habían abandonado el lugar, dejando un ambiente de silencio. Al percibir la entrada de Elysia, Lysandra giró rápidamente el rostro, evitando su mirada con desdén. Elysia, sin embargo, ignoró el gesto y se dirigió directamente hacia Davian, con una calma que contrastaba con la tensión del lugar.

—Ya podemos irnos —anunció con serenidad, su voz resonando en el ambiente cargado de emociones.

Justo en ese momento, Rhyse entró con varias bolsas en las manos y se acercó a Rowan con determinación.

—¡Hola, querido! —exclamó Rhyse, su rostro iluminado por una amplia sonrisa—. ¡Mira todo lo que la tía ha traído para ti!

A pesar de la alegría de Rhyse, Rowan la ignoró y, mirándola fijamente, respondió con firmeza.

—No lo quiero —declaró, con un tono que no dejaba lugar a dudas.

Rhyse, mostrando su carácter perseverante, se acercó aún más, intentando acariciar su cabello.

—He comprado ropa muy hermosa y costosa. Seleccioné las prendas más exclusivas de la tienda para ti.

Rowan mantuvo su decisión y apartó la mano de Rhyse.

—No las quiero. Mi mamá ya me compró un montón de ropa.

—Rowan, no seas grosero con tu tía —comentó Davian, intentando regañarlo, pero al notar la mirada de Elysia, se calló.

La incomodidad de Rhyse era palpable, mientras Rowan tomaba la mano de su madre con desagrado.

—¿Nos vamos, mamá? —preguntó Rowan, mirando a su madre.

Elysia asintió, sin desviar su atención hacia los demás presentes. Con una calma majestuosa, madre e hijo abandonaron la mansión, dejando atrás un ambiente cargado de tensiones. A medida que se dirigían al coche, Elysia sintió una mezcla de alivio y orgullo al ver cómo su hijo defendía sus sentimientos con claridad.

Davian salió de la casa, persiguiendo a Elysia y Rowan, que ya se habían adelantado. Al llegar al vehículo, encontró a Elysia en el asiento trasero, acompañada de su pequeño, que emocionado le narraba sobre el fascinante libro que estaba leyendo. Al encender el motor, este rugió y el automóvil comenzó su trayecto hacia su hogar.

Al llegar, Elysia y Rowan descendieron del coche e ingresaron a su casa. Una vez dentro, Elysia se agachó para estar a la altura del niño y le habló con ternura.

—Rowan, por favor, sube a tu habitación y espera allí, ¿sí?

El pequeño, sin dudar, obedeció. Se acercó a su madre, le dio un suave beso en la mejilla y ascendió las escaleras con pasos decididos. Elysia se enderezó y, al darse la vuelta, se encontró con Davian, que se había acercado sigilosamente. Su expresión era seria, casi imponente, y sus ojos emanaban una intensidad demandante.

—Bien, ¿no tienes nada que decir? —le inquirió Davian, su voz cargada de tensión.

Elysia lo observó con calma, dispuesta a mantener la serenidad en medio de la tormenta emocional que la embargaba. Con una expresión que intentaba transmitir inocencia, respondió a su confrontación, salvaguardando su verdadero sentir bajo una capa de aparente despreocupación.