En mi vida pasada, mi nombre era sinónimo de vanidad y egoísmo. Fui un error para la corona, una arrogante que se ganó el odio de cada habitante de mi reino.
A los quince años, mi destino se selló con un compromiso político: la promesa de un matrimonio con el Príncipe Esteban del reino vecino, un pacto forzado para unir tierras y coronas. Él, sin embargo, ya había entregado su corazón a una joven del pueblo, una relación que sus padres se negaron a aceptar, condenándolo a un enlace conmigo.
Viví cinco años más bajo la sombra de ese odio. Cinco años hasta que mi vida llegó a su brutal final.
Fui sentenciada, y cuando me enviaron "al otro mundo", resultó ser una descripción terriblemente literal.
Ahora, mi alma ha sido transplantada. Desperté en el cuerpo de una tonta incapaz de defenderse de los maltratos de su propia familia. No tengo fácil este nuevo comienzo, pero hay una cosa que sí tengo clara: no importa el cuerpo ni la vida que me haya tocado, conseguiré que todos me odien.
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una dolorosa verdad
Punto de vista de Katerine
La Abuela miró a Clarisa, todavía sollozando y forcejeando con Dante, y luego me miró a mí, fría y calculadora. El terror era palpable: la debilidad de Clarisa acababa de ser demostrada en público.
El grito ahogado de Clarisa y su amenaza, "Debiste morir... yo te envenené," resonaron en mis oídos, confundiéndome. ¿Envenenamiento? ¿Sótano? El cuerpo de Katerine no me dio ninguna reacción ni recuerdo. La Katerine original había sido asesinada por su hermana. La información era un shock helado, pero no era momento de procesarla.
Henry arrastró a Clarisa fuera de la sala. El silencio regresó, pero estaba cargado de la confesión de un intento de asesinato.
—¡Siéntate! —ladró la Abuela, señalando el sofá. Estaba temblando, pero lista para la negociación.
Me senté, manteniendo la postura perfecta. Dante se colocó detrás de mí, su mano sobre mi hombro, un gesto que era apoyo y posesión.
—Ahora que el drama terminó —comencé, mi voz tranquila y firme, ignorando el temblor que sentí por la confesión de Clarisa—, hablemos del precio de mi vientre. Usted quiere un heredero para el linaje Borges y la estabilidad financiera. Yo quiero la aniquilación total de cualquier amenaza a ese niño.
Extendí la carpeta que Dante me pasó.
—Mi precio es el siguiente, Abuela. Primero, Henry debe firmar inmediatamente este documento, transfiriendo su poder de decisión financiera y su derecho a su hija menor, yo. Segundo, Clarisa será enviada fuera del país a una clínica psiquiátrica por su comportamiento "errático" y su amenaza de muerte. La familia ya no reconocerá su autoridad.
Hice una pausa, saboreando el golpe final.
—Y tercero: usted firmará este acuerdo de gestión. Yo seré la única en tomar decisiones sobre los activos restantes de la familia y cualquier futuro acuerdo financiero con Dante Viteri. En resumen, yo me convierto en la matriarca, a cambio de darle un nieto.
La Abuela me miró, con los labios temblando. Su rostro estaba blanco por la ira, una fiera acorralada. Sus ojos, antes calculadores, ahora ardían de indignación.
—¡Estás demente! —ladró, golpeando la carpeta con la mano—. ¡Jamás! ¡Me estás pidiendo que te entregue el poder que construí durante cuarenta años!
—Usted perdió ese poder cuando permitió que Henry jugara y que Clarisa intentara asesinarme —respondí con calma, señalando la puerta por donde Henry se había llevado a mi hermana—. ¿Quiere que el mundo se entere de que su nieta favorita es una asesina con problemas de fertilidad?
La Abuela jadeó, buscando desesperadamente una vía de escape.
—Negociaremos, Katerine. ¡No me harás firmar mi propia ruina! Puedo darte acciones, dinero, propiedades... ¡Pero nunca el control total del linaje y la fortuna! ¡Ese poder es mío!
Me incliné hacia adelante, mi paciencia agotada.
—Usted ya no tiene nada que negociar, Abuela. O firma esto, o la línea Borges termina aquí, humillada por la prensa y con el control total de sus activos en manos de Dante Viteri. ¿Qué prefiere? ¿Mi vientre con mis términos, o la extinción total?
Un silencio pesado cayó sobre la sala. La Abuela miró a Dante, buscando desesperadamente un aliado, un mediador.
Dante, que había permanecido quieto detrás de mí, como una sombra mortal, finalmente se movió. Colocó ambas manos en mis hombros, un gesto de propiedad inconfundible, y le habló a la Abuela con una voz fría como el hielo.
—Mi esposa ha sido clara. Y permítame añadir mi propia cláusula, Abuela. Si no firma ese documento antes de medianoche, la siguiente noticia que leerá en el periódico no será un rumor sobre Clarisa. Será una orden de embargo que acabará con todo lo que les queda. Decida. Ahora.
La Abuela se desplomó en el sofá, incapaz de formular una palabra. La derrota era total. Dante no le dio el lujo de la dignidad. Llamó a uno de sus hombres y le ordenó que supervisara la firma de los documentos, asegurándose de que Henry los firmara también, como testigo y como perdedor de su herencia.
Yo no esperé el trámite. Ya había ganado.
—Vámonos, Viteri —ordené, dirigiéndome a la puerta.
Salimos de la mansión, dejando atrás el silencio roto solo por el llanto sordo y contenido de la Abuela. Henry, que acababa de ser despojado de su futuro por su propia hija y su yerno, ni siquiera se atrevió a mirarnos.
Una vez que el coche blindado arrancó y se alejó de las puertas de la mansión, el silencio se apoderó del interior del auto. Era el silencio de un trato cerrado y de una victoria total.
Me quité el anillo de platino y lo hice girar entre mis dedos, observando el brillo frío bajo la luz del panel. La venganza era satisfactoria, pero la amenaza de Clarisa seguía resonando en mi mente.
Me giré hacia Dante, mi voz baja y controlada, pero con una urgencia que no admitía distracción.
—Clarisa dijo que me envenenó en el sótano hace dos años. Dijo que debí haber muerto. —Fui directa, sin preámbulos, sin suavizar la confesión—. Mi cuerpo no tiene recuerdo de eso. Dime la verdad, Dante. ¿Sabes algo de ese veneno? ¿Y por qué creyó Clarisa que había muerto?
Dante mantuvo la mirada en el camino por un instante más. Luego, con un suspiro que sonó a reconocimiento resignado, se giró hacia mí.
—Antes de que nos conociéramos, cuando estabas internada en ese sótano, mis informantes investigaron cada detalle sórdido de tu vida. Clarisa no mintió. Hace dos años, cuando te descubrieron intentando escapar, tu familia te castigó. Clarisa te drogó con un veneno de acción lenta en el sótano de la mansión. Los médicos de la familia te dieron por perdida, te declararon clínicamente muerta.
Se detuvo, dejando que la verdad cayera sobre mí con todo su peso.
—Te sacaron de allí en secreto para evitar el escándalo, pero no fue mucho tiempo, pues apenas unas horas después devolvieron tu cuerpo al sótano y fue entonces cuando escapaste y nos conocimos en aquel callejón.
Mi sangre se heló al saber la verdad de la muerte de Katerine, ella al igual que yo nos quitaron la vida lo quejo como resultado mi estadía en su cuerpo. Algo debía atarnos para que nuestros finales fueran tan trágicos y que me permitieran a mí ocupar su cuerpo. Ahora tenía una nueva misión: saber ¿quién era realmente Katerine Borges?