Antonieta, una joven noble de catorce años, vive atrapada entre las estrictas reglas de la alta sociedad y su pasión secreta: volar en un caballero móvil. Mientras se prepara para cumplir con su rol como dama y conocer a su prometido, entrena en secreto para dominar la tecnología que le permitirá surcar los cielos. Pero no todos están dispuestos a aceptar su sueño, y Antonieta deberá decidir si seguir las normas o romperlas para volar libre.
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Capítulo 13: Helior
[Interior – Tren en movimiento – Vagón de pasajeros – Amanecer]
Narrador:
El silbido del tren rompió el silencio tenue del amanecer y despertó a Richard. Estaba solo en su asiento, con la cabeza agachada y el cuerpo aún pesado por el sueño.
Al estirarse, su cuello y espalda tronaron con fuerza, como si el día anterior se hubiese acumulado en sus articulaciones.
Richard (murmurando mientras se estira):
—Cielos… me estoy volviendo viejo.
Narrador:
A su alrededor, los pasajeros comenzaban a moverse lentamente. Algunos tenían los ojos hinchados por el llanto; otros, sonreían con esfuerzo. Pero estaban aquellos como él… los que, habiendo visto horrores antes, actuaban con una calma desconcertante. No porque no sintieran miedo, sino porque ya sabían cómo disimularlo.
Richard alzó la vista, buscando con la mirada a Antonieta o a Alison. No las encontró. Con un leve suspiro, tomó su maleta y se levantó del asiento.
Richard (pensando, resignado):
—Ya tienen edad para cuidarse solas.
Narrador:
Poco después, Alison apareció. No se sorprendió al no ver a su primo, pero frunció el ceño al notar que no se había llevado su maleta. Sin decir nada, la recogió del compartimiento superior y se la echó al hombro.
Alison (refunfuñando):
—Un cretino hasta para eso...Se marchó con paso firme, mientras una chica pelirroja, sentada cerca, la observaba en silencio. No se levantó; solo entrelazó los dedos sobre las piernas y esperó.
Minutos después, Antonieta bajó del vagón junto a Minerva. Ambas se detuvieron frente a la pelirroja, que alzó la vista en cuanto las notó.
Minerva:
—Lemon, te presento a Antonieta.
Lemon:
—Un gusto.
Narrador:
Y sin agregar nada más, se puso de pie con elegancia y se dirigió hacia la salida.
Lemon:
—Nos vemos abajo del tren, Minerva.
Antonieta (frunciendo el ceño mientras tomaba su maleta):
—Supongo que no le agrado...
Minerva (riendo con nerviosismo):
—No siempre ha sido así.
Narrador:
Las dos descendieron del tren juntas. Al pisar el andén, lo primero que notaron fue la presencia de soldados vigilando cada acceso a la estación.
Helior no era solo una ciudad académica: era una fortaleza.
A su alrededor, otros pasajeros caminaban con lentitud. El trauma del ataque reciente se reflejaba en los pasos arrastrados, las miradas evasivas y los susurros nerviosos.
Pero también había una calma rara… como la que precede a una tormenta.
[Exterior – Salida de la estación de Helior – Amanecer]
Narrador:
Helior, conocida como "la tierra de los fundadores", era un lugar mítico dentro del continente. Allí se concentraban los mayores talentos, y la creencia general era clara: quien lograra entrar a una de sus academias, tenía el futuro asegurado.
Canales cortaban la ciudad como venas de luz líquida, cruzados por puentes de mármol y acero ornamentado. Las casas, altas y decoradas con relieves antiguos, se alzaban entre columnas de estilo griego y balcones cubiertos de enredaderas que caían como cascadas verdes.
Las calles no eran calles: eran corredores de piedra pulida que serpenteaban entre torres inclinadas, estatuas heroicas y jardines suspendidos.Y entre todo eso, la presencia silenciosa pero constante de soldados en cada intersección: uniformes blancos, rifles listos, ojos que no pestañeaban.
Para Richard, todo aquello era ya conocido. Solo tomó sus cosas, miró alrededor y se dirigió a una cafetería al aire libre. Al sentarse en una de las mesas, un hombre mayor se le acercó, con un cuaderno y un bolígrafo.
Richard:
—Marcos.
Marcos (con la libreta en mano):
—Hola, Richard. ¿Lo de siempre?
Richard:
—Correcto.
Narrador:
Marcos se retiró, y Richard aprovechó para abrir su maleta. Dentro había una muda de ropa, una caja negra, el libro Cómo no ser un cretino —regalo de Salomon— y un saco con monedas de oro.
Tomó el libro y unas monedas mientras esperaba su pedido.
Richard (pensando para sí mismo):
—En serio, Salomon… de todas las cosas que pudiste darme, tuviste que escoger algo que quiere cambiar mi personalidad magnética.
Narrador:
Mientras leía, Marcos regresó con una taza de café y un pequeño plato con frutas secas. Richard agradeció, pagó con unas monedas y siguió leyendo.
Richard (leyendo en voz baja):
—"Una de las señales de que eres un cretino puede ser abandonar a un grupo de señoritas en un sitio que no conocen"...(toma un sorbo de café)
—Ups.
Narrador:
Alison, que acababa de salir de la estación, contempló la ciudad por primera vez. Por dentro, estaba maravillada. Por fuera, mantenía la compostura digna de una dama refinada… hasta que vio a Richard, tranquilamente sentado, tomando café y comiendo frutas secas.
Alison (con el ceño fruncido, tentada de usar a Viper):
—Con razón Salomon le regaló el libro...Se acercó. Richard fingió no notar su molestia mientras acariciaba el estuche de su rifle.
Alison (mirándolo con desaprobación):
—¿Disfrutando de la lectura?
Richard (sonriendo mientras hojea el libro y toma una fruta seca):
—Mucho más de lo que parece, primita.
Narrador:
Alison suspiró y se sentó. Sabía que no ganaría nada confrontándolo directamente.
Mientras tanto, Antonieta, Lemon y Minerva salían por fin de la estación.
Para Antonieta, Helior era un misterio hermoso. Miraba todo con ojos brillantes, sin poder ocultar su fascinación.
Lemon (despreocupada):
—Fue más fácil de lo pensado.
Minerva:
—Fue gracias a nuestros pasaportes.
Antonieta (mirando una de las casas):
—Sí, pero al menos el guardia no las miró raro...
Minerva (con una sonrisa):
—Creo que le gustaste.
Antonieta (confundida):
—¿Cómo?
Minerva:
—Eres más linda de lo que crees.
Antonieta (incómoda):
—O...key...
(intentando cambiar de tema)
—¿Dónde estará Richard?
Lemon:
—¿El tipo que lee un libro y come fruta seca?
Narrador:
En ese momento, Lemon señaló con el dedo. Antonieta siguió la dirección... y ahí estaban: Richard, con el libro en las manos, y Alison, compartiendo las frutas secas del plato.
Antonieta se dirigió hacia ellos.
Lemon:
—¿Quieres ir? Te invito un café.
Minerva:
—Claro. Eres la mejor, Lemon.
Lemon (con una sonrisa orgullosa):
—Lo sé, amiga. Lo sé.
Narrador:
Mientras caminaban, vieron a Antonieta acercarse a Richard. Grande fue la sorpresa cuando ella tomó el libro y le dio un leve golpe en la cabeza con él.
Richard (sobreactuando):
—¿Por qué esa muestra de violencia, querida hermana?
Antonieta:
—Por dejarme sola.
Lemon (mirando la escena, en voz baja):
—Se parece… mucho a nuestro Richard.
Minerva (mirándola con complicidad):
—Demasiado
.Narrador:
Después de eso, todos terminaron sentados en la misma mesa.
Richard (mientras sigue leyendo):
—Supongo que ahora las chicas del continente de Arcana estarán con nosotros...
Minerva (después de tomar un vaso de leche):
—Supongo que eres el único que sabe llegar a la academia de pilotos...
Richard (alzando la vista y viendo a las dos chicas):
—¿No tienen un guía o algo mágico para llegar a la academia?
Lemon (mirando a Richard mientras aparta una taza con café negro):
—Deberíamos, pero nuestro guía... al parecer se quedó en el puerto de Lethermont.
Minerva (frunciendo el ceño):
—¿Simon...? ¿Crees que él... esté...?
Antonieta (interrumpiendo con tono tranquilizador):
—No deberías preocuparte. De seguro estará bien.
Narrador:
Richard miró la mesa un momento y notó que Alison lo observaba con esa expresión suya, como si evaluara hasta la cantidad de azúcar que ponía en su café.
Richard (resignado):
—Deja de juzgarme, Alison. Bien, iremos... pero antes, ¿alguno quiere conocer un poco la ciudad? Antes de ingresar. En mi caso, puedo salir cuando quiera… pero ustedes...
Alison (entrecerrando los ojos):
—¿A qué te refieres, Richard?
Richard (con una media sonrisa):
—A las edades, por supuesto.
(Mira a Antonieta)
—Tú apenas tienes catorce. Estarás en primer año. No te dejarán salir sin permiso.
(Mira a Alison)
—Solo eres un año mayor que Antonieta y tu caso es igual: primer año.
(Mira a Lemon y Minerva)
—No voy a preguntar...
Lemon (con orgullo):
—Tercer y segundo año.
Minerva (algo apenada):
—A mí sí me gustaría conocer el museo de Helior...
Richard (cerrando el libro y poniéndose de pie):
—¿Qué dicen? ¿Vamos?
Narrador:
Todas asintieron, algunas con más entusiasmo que otras.
Richard (sonriendo):
—Bueno, es un trato.
Narrador:
Después de eso, todos se levantaron y pagaron. Mientras se despedían de Marcos, Richard fue el primero en echarse la mochila al hombro y comenzar a caminar por las calles de mármol de Helior, seguido por el pequeño grupo que, sin saberlo, pronto marcaría una nueva página en la historia de la ciudad.