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Las Sombras Del Rey

Las Sombras Del Rey

Status: En proceso
Genre:Romance / Maestro-estudiante / Apoyo mutuo / Batalla por el trono / Grumpyxsunshine
Popularitas:744
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Uno asesina, otro espía, otro envenena y otro golpea y pregunta después. Son solo sombras. Eliminan lo que estorba, limpian el camino para quien gobierna con trampas y artimañas.

No se involucran. No se quiebran.

Pero esta vez, los cazadores serán cazados.

Porque hay personas que no preguntan, no piden permiso, no se detienen.

Simplemente invaden… y lo cambian todo.

NovelToon tiene autorización de IdyHistorias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Me encanta estar así contigo…¿Dije eso en voz alta?

Separarme un rato de Clover para enviar el mensaje con la información fue, curiosamente, doloroso. Vamos, ni que hubiera cruzado todo el reino; solo había caminado de una habitación a otra, pero la distancia se sentía más grande de lo que realmente era. Entregué el informe rápido, esperando que la respuesta fuera igual de rápida.

Y lo fue.

Leí la nota y suspiré con alivio. Un simple "gracias y descansa". Qué alivio, pensé. Pero, ¿cómo demonios sabía que necesitaba un descanso? Juro que este hombre sabe cosas. O es un adivino, o me espía con algún artefacto. Aunque rápidamente descarté la segunda opción; el artefacto que llevaba siempre conmigo me indicaría si eso fuera el caso. No, ese maldito era un brujo.

Salí de nuevo hacia la cocina con una sonrisa de incredulidad en el rostro. Un brujo que había sido mi único amigo. Alguien a quien solo veía una vez cada mil años, o al menos así se sentía. Suspiré, recordando por qué lo ayudaba, por qué seguía su causa. Había un propósito más grande, algo que iba mucho más allá de mí. Pero antes de que mi mente pudiera sumergirse de nuevo en esas aguas profundas, el aroma de la comida y la presencia de Clover sirviendo en la cocina me trajeron de vuelta.

Me detuve un momento en la puerta, observándola. Quería contarle todo. Quería decirle por qué luchaba, para quién hacía lo que hacía, las razones que me habían llevado a este camino. Pero eso requería el permiso de alguien más. No era mi secreto, no del todo. Era algo más grande, algo que debía manejar con cuidado.

Clover se sentó a mi lado, y mientras comíamos, sentí más que nunca cómo ella me mostraba lo que sentía por mí en esos pequeños gestos: la forma en que cocinaba para mí, cómo me curaba después de cada misión, o simplemente cómo se quedaba en silencio, esperando a que yo resolviera lo que estaba en mi cabeza antes de hablar.

Quería saber más de ella. Y quería que ella supiera más de mí. Pero, ¿por dónde empezar?

Así que, sin pensarlo mucho, le solté:

—Pregunta lo que quieras.

Clover me miró, entrecerrando los ojos, como si estuviera seleccionando con cuidado entre mil preguntas que tenía en la cabeza. Finalmente, sonrió con una de esas sonrisas juguetonas que tanto me gustaban y dijo:

—¿Cómo eras de niño?

La miré, levantando una ceja, sorprendido por la pregunta. Ella solo se encogió de hombros y sonrió más ampliamente.

—Tengo que prepararme mentalmente para los pequeños Ezran que correrán de aquí para allá, ya sabes.

Casi me atraganto con la comida. ¡Dioses, esta mujer! Siempre sabía cómo pillarme desprevenido. La miré, y ella rió, divertida, con esos ojos brillantes que hacían que me olvidara del mundo por un momento.

Pero era una pregunta que podía responder. Recordar mi infancia no era doloroso, a pesar de cómo terminaron las cosas.

—De niño era inquieto —dije, sonriendo al recordar—. Me encantaba andar con mi madre cuando atendía el negocio, o con mi padre en la cocina. Teníamos una pastelería. Alden, mi hermano menor, me seguía a todas partes. Según yo ayudaba en la tienda, aunque creo que nos usaban de adorno más que otra cosa.

Me reí recordando cómo mi padre me dejaba sentado encima del mostrador. Las abuelas que venían a comprar, me pellizcaban las mejillas hasta hacerme llorar. Hasta ahora podía sentir el dolor en las mejillas al recordarlo.

Clover rió con ganas y, con una sonrisa burlona, tiró suavemente de mi mejilla.

—Oh, te imagino, un pequeño gruñón —dijo, divertida.

Negué con la cabeza, aún sonriendo.

—No era ni tan pequeño ni tan gruñón. Tal vez un poco redondo y, según mis padres, adorable —dije, soltando una risa.

Clover me miró con una mezcla de ternura y diversión, como si intentara imaginarme siendo ese niño inquieto y regordete que andaba entre dulces y abuelas pellizcadoras.

—No puedo imaginarte adorable, pero redondo sí —bromeó, dándome una sonrisa traviesa.

Solté una carcajada, y por un momento, me sentí como ese niño otra vez, despreocupado y feliz. Pero esta vez, estaba sentado al lado de Clover, y todo se sentía increíblemente... bien.

Quería contarle más. Quería que ella supiera quién era realmente, no solo Ezran, el asesino, sino Ezran, el niño que creció entre dulces y familia. Ezran, el hombre que había encontrado a alguien a quien realmente amaba.

—¿Y tú? —pregunté, mirándola fijamente—. ¿Cómo eras tú de niña?

Clover suspiró fuerte, como si estuviera preparándose para un viaje largo a través de sus recuerdos.

—Creo que me podría definir como el "dolor de cabeza" de mi padre —dijo, soltando una risa.

Solté una carcajada tan fuerte que seguro todo el pueblo de Halvanor la escuchó.

—Creo que esa definición sigue vigente —dije, burlón.

Ella rió y me sacó la lengua, siempre con ese toque juguetón que me desarmaba.

—Tenía la costumbre de trepar árboles para regresar a los pichones que caían —continuó, con una sonrisa—. O de ir detrás de los gatos que atrapaban ratones, solo para evitar que los lastimaran. Mi padre siempre me regañaba.

La escuché hablar, completamente fascinado por los detalles de su infancia, por la forma en que ella parecía tan viva y llena de energía desde pequeña. Luego, su tono cambió ligeramente.

—Como te dije, no conocí a mi madre, ya que murió pocos meses después de que nací. Así que toda mi infancia fue solo mi padre y yo. En su taller, le ayudaba con los cristales y las gemas. Me encantaba mirarlas, ver cómo la luz las atravesaba y pintaba el espacio a su alrededor.

La imaginé de niña trepando árboles o sosteniendo esas gemas con los ojos llenos de curiosidad. Era como si toda la esencia de Clover ya estuviera ahí, en esa niña que quería ayudar a los animales y fascinada por las cosas brillantes. No pude evitar sonreír, y ella lo notó.

—Ya suelta más, —le dije, instándola a seguir.

Clover rió suavemente, entendiendo lo mucho que me interesaba escuchar cada detalle.

—Flaca hasta los huesos, más cabello que cuerpo —dijo, riendo al recordar—. Mi padre me hacía dos trenzas con lazos ridículamente grandes. Creo que lo hacía para que el viento no me llevara.

Me reí de nuevo, imaginándola con esas trenzas y lazos enormes, una niña delgada pero llena de vida. Todo encajaba. La Clover que tenía ahora frente a mí, la mujer que amaba, había sido una niña llena de energía y travesuras, y eso no había cambiado en lo más mínimo.

—Debiste haber sido todo un espectáculo —comenté, sonriendo.

Ella me miró con una sonrisa, sus ojos brillando con la luz suave de los recuerdos. Sentí una calidez que no era solo la del momento, sino la de saber que estábamos compartiendo nuestras vidas de verdad, sin secretos, sin fachadas. Solo nosotros dos.

Después de cenar, empezamos a recoger la mesa en silencio, ambos sintiendo el peso del viaje y la misión. El cansancio se notaba en nuestros cuerpos, cada movimiento se sentía más lento, más pesado. Yo miré los platos y luego a Clover, y sin pensarlo mucho, le dije:

—Déjalo todo así. Mañana lo ordenamos juntos.

Ella asintió, pero entonces recordó algo.

—¿Y la tienda? —preguntó, levantando una ceja.

—Eso puede esperar —respondí, sin ningún tipo de duda. Estaba más que dispuesto a dejar cualquier responsabilidad para otro día. Habíamos pasado por mucho y lo último que quería ahora era preocuparme por la tienda o cualquier otra cosa que no fuera estar con ella.

Los dos caminamos hacia las puertas de nuestras habitaciones, quedándonos en silencio un momento, como si ambos dudáramos de lo que vendría después. Las puertas parecían más significativas de lo que realmente eran. Justo cuando Clover se disponía a abrir la suya, se detuvo y se giró hacia mí.

—Ezran... —comenzó, su voz más suave que de costumbre—. ¿Alguna vez has pensado en tener hijos? Bueno, hijos... conmigo.

Nunca me había imaginado esa pregunta viniendo de ella. Nunca había pensado realmente en hijos, al menos no hasta ese momento. Pero la respuesta fue clara y honesta, más de lo que hubiera esperado de mí mismo.

—Sí —dije, mirándola directamente—. Pero primero quiero dejar de hacer esto. —me refería a las misiones, la vida peligrosa—. Quiero que tengan un futuro, y no quiero que me vean como un monstruo.

Esperaba algún tipo de respuesta calmada o reflexiva, pero lo que recibí fue otra cosa. Clover me miró furiosa.

—Primero, tú no eres un monstruo. —Su tono era firme y seguro—. Eres increíble y maravilloso, Ezran. —Sus palabras me golpearon de una manera que no esperaba. Luego agregó, con la misma determinación—. Entiendo que no sea el momento, pero yo también quiero una vida contigo. Y eso lo resolveremos juntos, sea como sea.

Me acerqué más a ella, sus palabras aún resonando en mi cabeza, y la abracé con fuerza.

—Quédate a mi lado siempre —le susurré al oído.

—Siempre —respondió ella, con esa seguridad que me hacía sentir que nada malo podría pasarnos.

Sin soltar nuestras manos, ambos entramos en mi habitación. Clover hizo el amago de regresar a su cuarto por su ropa de dormir, pero la detuve con una sonrisa traviesa.

—No la necesitas —le dije, y vi cómo su expresión cambiaba, poniéndose nerviosa por un segundo.

Me reí suavemente y, para aligerar la situación, le pasé una de mis camisas, una que sabía que le quedaría grande. Ella tomó la camisa, divertida, y negó con la cabeza, riendo suavemente.

Nos dimos la espalda, o al menos eso creía yo, mientras nos cambiábamos. Me quité la ropa empezaba a vestirme con algo más cómodo, sentí la mirada de Clover en mí. Me giré para encontrarla ya cambiada, mirándome fijamente, sin disimulo alguno. Esta mujer iba a matarme algún día.

Ella sonrió traviesa y se metió en la cama, diciendo con una risa suave:

—Vamos, ya te he visto sin nada antes.

Me sonrojé como nunca antes lo había hecho.

—Loca —le dije, sin poder evitar una sonrisa.

Ella simplemente se encogió de hombros y, con un tono juguetón, respondió:

—Aguántame.

—Lo hago —dije en un susurro, y nos acomodamos en la cama, abrazados.

Sentir su cuerpo junto al mío, su calor, su respiración tranquila, me hizo sentir más en paz que en mucho tiempo. Todo había cambiado, pero de la mejor manera posible. Con ella a mi lado, no importaba lo que viniera después. Nos teníamos el uno al otro, y con eso era suficiente.

Nos quedamos dormidos juntos, abrazados, con la certeza de que siempre estaríamos ahí el uno para el otro.

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Liliana Barros
Clover es la pareja perfecta para Ezran. Y más vale que el Rey no se olvide de su amigo o Clover va a hacer que lo lamente 😱😂😂😂
IdyHistorias: Siiii Clover es de temer… incluso Ezran le teme …
total 1 replies
Liliana Barros
Así que sus vidas estuvieron cruzándose desde el inicio. Y Clover en lugar de ser Reina, eligió a Ezra 😂😂😂😂😂
Liliana Barros
Amé la personalidad de Cloe y como trató al Rey, que se merece el mote de imbécil jajaja. Y el pobre Ezra viendo como se peleaban los dos por él 😂😂😂😂😂
Liliana Barros
Me encanta la historia. Aquí esperando más capítulos 😍😍😍
Liliana Barros
Me gustó que se decidieran a hablar y aclarar su relación. Son perfectos el uno para el otro
Liliana Barros
Creo que Rowen es mujer, por la descripción de delicadeza. Quizás por eso la quieren los prestamistas
Liliana Barros
Ezran acaba de cambiar su destino. Aunque todavía no lo sabe. Será un chico o una chica, el testigo? 🤔
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