Las aventuras de la princesa Bella Volt del Imperio de Oro de un gran mundo mágico.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
** Todas novelas independientes **
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Sospecha
Casi a diario, Bella realizaba el hechizo de teletransportación, y cada vez que aparecía en la mansión de Ernesto, la emoción se hacía palpable. Con un leve destello azul que iluminaba la sala por un instante, la princesa aparecía frente a él, con su cabello oscuro ligeramente desordenado y los ojos brillantes de alegría.
Ernesto no podía contener la sonrisa; su corazón latía con fuerza cada vez que la veía materializarse de esa manera casi mágica. se acercaba rápidamente, tomándola en un abrazo que duraba más de lo necesario, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí, frente a él, y no solo en sus pensamientos.
—¡Bella! —exclamaba, entre risas y entusiasmo— ¡la extrañaba! ella soltaba una risa suave, jugando con él mientras se separaba apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos. — nos vimos ayer —decía con picardía—, pero me gusta verlo sonreír.
9asaban las horas juntos entre charlas relajadas, risas compartidas y pequeños juegos de coqueteo. a veces se sentaban cerca de la ventana, dejando que la luz del sol bañara sus rostros mientras intercambiaban confidencias,.. otras veces caminaban por el jardín, tomados de la mano, sin preocuparse por nada más. Cada gesto, cada roce accidental, cada mirada cómplice reforzaba la intimidad nacida de sus cartas y de la noche que habían compartido..
Ernesto se dejaba llevar por la felicidad de tenerla cerca, disfrutando de su espontaneidad.. de su risa y de la manera en que la princesa podía mezclar elegancia con picardía sin perder nunca la ternura. Bella, por su parte, disfrutaba de la cercanía de Ernesto, de su atención a los detalles y de la manera en que cada palabra suya parecía pensada para hacerla sonreír.
Con cada visita, su amor se hacía más evidente.. los coqueteos sutiles se mezclaban con gestos de cariño, y la complicidad entre ellos crecía de manera natural, como si el tiempo y la distancia solo hubieran servido para preparar el terreno de un vínculo profundo y lleno de alegría..
Cuando el día llegaba a su fin y Bella regresaba a su palacio mediante el hechizo, ambos se quedaban con una sonrisa en los labios, ansiosos por el próximo encuentro, seguros de que ese amor, nacido primero en cartas y luego confirmado en gestos y miradas, se estaba consolidando con cada instante compartido..
Algunas semanas después, Bella y Ernesto compartían un té en la terraza de la mansión, rodeados por el aroma de las flores y la brisa fresca de la tarde.. Todo parecía tranquilo, y las risas suaves que compartían llenaban el espacio de una calidez cómoda y cercana.
Pero de repente, mientras servían un plato de frutas frescas, un aroma intenso le golpeó la nariz a Bella. sintió un mareo inmediato y un nudo se formó en su estómago. Sus ojos se abrieron con sorpresa y un leve pánico recorrió su expresión.
—¡Ernesto…! —susurró, llevando una mano a su boca, mientras se inclinaba hacia adelante, conteniendo las náuseas.
el reaccionó de inmediato, sujetándola suavemente por los hombros y acercándola a un sillón cercano. —Bella, ¿está bien? —preguntó, con una mezcla de preocupación y ternura, sus ojos recorriendo su rostro en busca de señales de alivio..
Ella respiró hondo, tratando de calmarse. —Creo… que fue el olor de la fruta… —dijo, con un hilo de voz, aún inclinada hacia un lado para no incomodarse más.
Ernesto asintió, retirando el plato de inmediato y colocando un vaso de agua frente a ella. —Tome un poco de agua, eso debería ayudar —indicó suavemente, pasando su mano por su espalda con cuidado para que se sintiera segura..
Bella lo miró, un poco avergonzada por su reacción, pero al mismo tiempo agradecida por su atención. —lo siento… —susurró, con una sonrisa débil pero sincera.
—no se preocupe —respondió Ernesto, con un brillo tierno en los ojos—. estoy aquí para cuidarla, ¿recuerda? Incluso si es un simple aroma que la molesta, siempre me aseguraré de que esté bien.
Bella pasó la tarde con una sensación creciente de inquietud. Durante los últimos días, había notado síntomas extraños: mareos ocasionales, un cansancio inusual y algunas náuseas ligeras que atribuía a cambios en su rutina… o al cansancio por usar el hechizo de teletransportación… Pero al mirar su reflejo mientras se acomodaba el cabello frente a la ventana, una idea aterradora se instaló en su mente.
—No… no puede ser… —susurró para sí misma, el rostro pálido y los ojos abiertos por el miedo—. ¿Y si estoy… embarazada?
El pensamiento la hizo retroceder un paso, apoyando la mano contra el marco de la ventana mientras su corazón comenzaba a latir con fuerza. Nunca había considerado que algo así pudiera suceder tan rápido, y la idea de estar esperando un hijo de alguien a quien apenas había comenzado a amar de manera tan profunda la llenó de vértigo.
Se sentó en un sillón, con las manos entrelazadas sobre las piernas, intentando calmar la ansiedad que crecía dentro de ella. Cada síntoma que había ignorado ahora cobraba un nuevo significado, y la realidad de la posibilidad la aterrorizaba.
[¿Qué dirá Ernesto? ¿Cómo enfrentaremos juntos algo tan inesperado? Mi padre lo matará…]
Un sudor frío le recorrió la espalda mientras su mente daba vueltas, imaginando todas las consecuencias, buenas y malas, de esa noticia. Aun así, entre el miedo y la incertidumbre, había una chispa de emoción que no podía ignorar: la idea de traer un nuevo ser al mundo, fruto de su amor con Ernesto, despertaba un sentimiento de esperanza mezclado con nerviosismo.
Bella respiró hondo, intentando ordenar sus pensamientos. Necesitaba confirmarlo antes de decir nada, necesitaba saber si este miedo tenía fundamento o si eran solo los síntomas confundiendo su mente. Pero, aun así, no podía evitar sentir que su mundo estaba a punto de cambiar de manera irrevocable, y que la vida que compartía con Ernesto podría dar un giro inesperado y maravilloso.
Ella finalmente reunió el valor para contarle a Ernesto lo que sospechaba. Se sentaron juntos en el salón, las manos entrelazadas, y ella bajó la voz, tratando de mantener la compostura.
—Ernesto… —comenzó, con un hilo de voz—. Creo que… podría estar embarazada. No estoy segura, pero los síntomas han sido constantes… y… temo que pueda ser verdad.
Él la miró por un instante, procesando sus palabras, y luego sintió cómo sus ojos se humedecían. Su corazón se llenó de una emoción tan intensa que apenas pudo hablar.
—¿De verdad…? —dijo, con la voz quebrada por la felicidad—. Bella… eso… eso sería maravilloso… —sus manos apretaron las de ella con fuerza, mientras una sonrisa temblorosa iluminaba su rostro—. ¡No puedo creerlo! ¡Es lo más increíble que me han dicho jamás!
Pero al ver el miedo en los ojos de Bella, su expresión cambió. Ella seguía tensa, sus dedos temblando ligeramente mientras miraba hacia otro lado, tratando de no mostrar su ansiedad.
—Ernesto… —susurró—. Estoy feliz, sí… pero… usted no conoce a mi padre. Vitorio Volt… —una sombra de temor cruzó su rostro—. Es… es un hombre que puede ser temible, y no sé cómo reaccionará si se entera de esto.
Ernesto la abrazó con suavidad, buscando transmitirle toda la seguridad y ternura que sentía. —Bella… —dijo con firmeza, rozando su mejilla con los labios—. No importa lo que haga su padre. Lo único que me importa es usted y… nuestro hijo. Le prometo que estaremos juntos, que protegeré a los dos con todo lo que soy.
Ella apoyó la cabeza en su hombro, dejando escapar un suspiro. La mezcla de miedo y alegría se arremolinaba dentro de ella, pero la certeza de que Ernesto estaba a su lado le daba fuerza. Por primera vez en días, pudo sentir que, aunque el futuro fuera incierto, no tendría que enfrentarlo sola.
Ernesto, por su parte, no podía dejar de mirarla con adoración. Cada pequeño gesto suyo, cada temblor en sus manos, cada sombra de temor en sus ojos, lo hacía querer cuidarla y protegerla con toda su alma. Y mientras sostenía a Bella contra su pecho, supo que no había nada que no enfrentaría por ella y por el hijo que posiblemente venía en camino.