Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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14. El cuaderno de flores
A La mañana siguiente, Olga sabía exactamente lo que debía hacer. El recuerdo del reflejo y la conexión con Karina la habían fortalecido. Ya no tenía dudas. No era una víctima. No era una impostora. Era la herencia viva del horror de Karina y su única oportunidad de justicia.
Esperó a que Felipe saliera a trabajar. Con los niños en la escuela y la casa vacía, las dos mujeres que trabajaban en la casa habían ido al mercado; era el momento para actuar, se sentía el silencio era espeso como cera derretida.
Olga subió al desván, un espacio olvidado que había evitado desde que llegó. Recordaba vagamente que Karina había mencionado el altillo en uno de sus escritos. Tal vez allí habría algo más, pensó. Algo que Felipe no encontró o que no se atrevió a destruir.
La escalera crujía bajo sus pies. Al empujar la trampilla del techo, el olor a encierro la golpeó como una bofetada. El aire estaba viciado, cargado de polvo, humedad y algo más antiguo, como si la casa misma respirara allí dentro, un secreto que gritaba por ser liberado de inmediato.
Encendió la linterna de su celular y comenzó a revisar las cajas apiladas, una por una. En algunas había fotos antiguas, en otras ropa de bebé y en otras había aparentemente papeles irrelevantes.
Y entonces, en el fondo de una caja metálica, lo encontró. Un cuaderno envuelto en un bordado de flores, gastado, con una mancha oscura en la esquina que parecía sangre seca. Tenía el nombre “Esmeralda” escrito en la portada con tinta negra.
Olga lo abrió con manos temblorosas, ningún recuerdo de aquello en su memoria. Las primeras páginas eran listas de cosas por hacer, recetas, pensamientos dispersos. Pero más adelante, la caligrafía cambiaba. Se volvía irregular, ansiosa, como si esa tal Esmeralda lo hubiera escrito a escondidas, apurada, sintiéndose vigilada.
..."No confío en nadie. Ni siquiera en mí. Hay días en que no sé si estoy despierta o dormida. Felipe me da té cada noche. Dice que es para mi ansiedad, pero cada vez que lo tomo, me olvido de cosas....
...Anoche soñé que alguien más vivía en mi cuerpo. Una mujer que no conocía. Que me observaba desde adentro....
...Si muero, no quiero que me entierren sin nombre. Quiero que alguien sepa la verdad. Estoy aquí. Estoy atrapada.”...
Olga sintió la garganta cerrarse; como si estuviera repitiendo la historia de esa Esmeralda, como si estuviese viviendo lo que alguien más ya vivió.
Siguió leyendo.
...“Él me dijo que me ayudaría. Pero Felipe sospecha. Dijo que si volvía a verlo a solas, tomaría medidas....
...Hoy vi una sombra junto al espejo. Me miró con ojos de pena. Tal vez ya esté muerta y no me haya dado cuenta.”...
Un sonido la hizo girar bruscamente. Alguien había cerrado una puerta abajo. Olga se congeló. No había escuchado a nadie entrar. ¿Felipe había vuelto? ¿O era otra cosa?
Apagó la linterna. Contuvo la respiración. Se sintieron los pasos. Eran suaves y lentos. Alguien caminaba por la casa. Olga se arrastró en silencio hasta la trampilla del altillo. Abrió con cuidado apenas una rendija para mirar. Nada. Todo en silencio.
Pero entonces lo escuchó. Un susurro, muy cerca, para sentir que era producto de su imaginación
- "¿Olga o Karina?", dijo la voz, era masculina, fría y burlona.
Olga cerró la trampilla de golpe y retrocedió, pegada a la pared. El corazón le martillaba fuertemente en el pecho. No era Felipe. Era otra cosa.
De pronto, las paredes del desván comenzaron a vibrar. Un susurro múltiple, como decenas de voces hablando al mismo tiempo, llenó el espacio.
"No estás sola… No estás sola… No estás sola…", muchísimas veces repetida.
El cuaderno con tejido de flores cayó de sus manos. Las páginas se abrieron solas con el viento que no debía estar allí, deteniéndose en una frase escrita con letras temblorosas:
...“La verdad no está en lo que recuerdas, sino en lo que enterraron por ti.”...
Olga tomó el cuaderno, bajó del desván corriendo, y cerró la trampilla tras de sí. El susurro se desvaneció.
Pero algo había cambiado. La casa había despertado de su sueño. Y con ella, todo lo terrible que Felipe había tratado de enterrar.