Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Casería
No estaba segura si era afortunada o no. Solo quería demostrarme a mi misma que se podía amar. Que podía abrazarlo, y en algún momento llegar a extrañarlo, como se extraña a aquellos amores que te hacen ver el mundo de otra manera.
Si en algún momento el mundo se terminara; con la única persona que me gustaría estar es, con mi hijo.
—También te ves bien— le dije mirándolo de arriba abajo.
—Está noche no te permito que me engañes con ninguna zorra— le comenté suavemente al oído.
Él sintió un pequeño cosquilleo en la oreja y me tomó de la mano antes de dar un paso para alejarme de él.
—Vos tampoco tenés permitido engañarme esta noche, esposa mía.— respondió.
Una gran alegría fingida emanaba en el rostro de Mandy, al vernos bajar del coche.
—¿Qué hace tu amiguita aquí?— pregunté a Aidan, al ver que Mandy se nos acercaba.
—Seguramente su padre la trajo.
—Estás muy guapo Aidan — comentó Mandy lanzándose entre sus brazos.
—Vos también estás hermosa— Aidan le contestó.
—Con ese vestido tan ajustado, vas a matar a tu bebé— comenta Mandy al verme más hermosa que ella.
—Primero te mataré a vos. Así callas esa boquita mal pintada que tenés— le respondí y me le alejó de ella.
Mandy queda dolida con mi comentario y cambia su rostro angelical a lo que realmente es, una arpía.
Tomé la mano de mi esposo y lo llevé conmigo.
—No tenías por qué ser tan dura con Mandy— me reclamó Aidan.
—¿Aún la quieres? Seguro que la extrañas. No hace mucho que terminaste con ella.
—Tengo afecto por ella.
—Mira, no quiero arruinar tu noche, que la mía ya está arruinada. Mejor vete con ella.— le dije soltando su mano para adelantar mi paso.
En la entrada, me esperaba Edison, un empresario español de unos 30 años, a quien no había visto en mucho tiempo.
—Mi deseo más grande se hizo realidad— comentó al verme.
—¡No has cambiado nada, sigues de hermoso como la última vez que te vi!— le respondí, dándole un beso en la mejilla.
—¿Quién es él?— dice señalando a mi esposo.
—Es Aidan, mi esposo.
—¿Hablas enserió?
—Si, pero eso no va a impedir lo que vos y yo tenemos de pendiente.
—Si es así, no pregunto nada más.
Le tomé del brazo y ambos entramos al evento, antes de que Aidan me alcance.
"¿Irina, por qué me haces esto?", se cuestiona mi esposo, al verme con otro hombre entrando al evento.
—Fue un error dejarme por ella.— Mandy argumenta.
—No, no fue un error.
—Te trata como si fueras nada. ¿Por qué lo permites?
—Porque Irina está esperando un hijo mío, y entiendo sus cambios hormonales.
—Su forma de ser no tiene nada que ver con lo hormonal. Si no te pones las pilas esa mujer te usara como su tapete.
—No seas exagerada.
—Extraño nuestras noches de pasión— dijo Mandy sonriendo mientras le acariciaba el brazo a mi esposo—Muy pocos nos conocen en esta ciudad... ¿Por qué no le sacamos provecho?— sugirió insinuándose.
—Mandy, no vuelvas a sugerirme eso.
—Si un día te sientes solo y necesitas compañía, no dudes en llamarme.
Dos horas después de saludar a los invitados y hacer mi trabajo, me fui a la barra a pedir algo para tomar.
—Te prohíbo que pidas algo con alcohol— protesta mi esposo algo molesto por dejarlo solo.
—No te preocupes Aidan, solo pedía un jugo de naranja.
—¿Sigues enojada?— pregunta.
—No mi amor. Pero esta noche no me esperes el en hotel. Y no preguntes por qué.
—No me hagas esto por favor Mandy.
—Lo siento, pero es necesario.
—¿Por qué es necesario?.
—Porque no quiero lastimarte.
—De todas formas me lastimas.
No quería escucharlo más. Con un beso logré que se callará por unos segundos. Él me tomó suavemente de la cintura. Sus besos eran sinceros, me costaba sentir lo que el sentía por mí.
Sus besos golpeaban parte de mi corazón. Era fácil amarlo, pero difícil sería la despedida. Era evidente que tarde o temprano se daría cuenta que había algo que me perseguía y llegaría a odiarme tanto, que no podría resistir su odio.
Prefería ganarme su odio que su amor, porque eso haría que salve su vida.
La música empezó a sonar lentamente, un ritmo tranquilo. Le tomé de la mano y lo llevé al centro del salón. Él me miraba confundido, con señas le decía que baile conmigo, él me sonrió y bailamos. Mi esposo se veía feliz. Mientras su cuerpo se movía, le miraba atentamente, quería guardar este recuerdo. Recordar su felicidad, ese brillo en sus ojos bellos, la sensación de sus manos y recordar que su felicidad era la felicidad de mi hijo.
Tarde o temprano me tocaría delatarme, pero no era el momento aún, silenciosamente me despedí de mi esposo. Le di un beso en sus labios y me perdí ante la multitud de la gente en la gala.
En la salida me esperaba Edison. Me subí a su auto y me llevo a un barrio donde la gente miserable pedía a gritos ser salvada, donde los crímenes y la droga se apoderaban de las calles.
Era un sitio donde la muerte hacia su trabajo cada que podía, sin aviso ni permiso.
—¿Por qué te gusta traerme a estos lugares?— preguntó Edison con ganas de salir corriendo.
—Porque me gusta tenerte de cómplice cada que se puede. ¿Te acordas cuando eramos niños todas las cosas que hacíamos?
—Prefiero no recordarlo.
No me daba miedo caminar por esos lugares, porque a pesar de todo, la muerte y la maldad del mundo estaba en todos lados.
Baje del auto, observé de un lugar a otro buscando a mi víctima. Hasta que escuche el grito de una niña. Tomé un hierro del basurero, con una punta muy afilada, me dirigí al sitio de donde provenía el grito de auxilio. Un hombre asqueroso de mal aspecto intentaba violar a una niña de unos trece años. Con mucha fuerza levanté el hierro y lo golpeé en la cabeza, el hombre grito, intento defenderse, pero antes que reaccionará le di otro golpe en el estómago y cayó al suelo. La niña cerró los ojos y se encogió para no ver lo que haría luego.
Puta, el hombre tendido me gritó, era momento de hacer limpieza. Clave el hierro en su ojo, el hombre empezó a sangrar, aproveche su vulnerabilidad y una vez más le clavé, hasta dejarlo casi sin vida.
Esos arranques lo llamaba salir de casería. Yo ya era una completa asesina. Matar a Axel, me costó un poco, porque había sentimientos de por medio.