A los 18 años, Aurora Conti, una joven rebelde, es forzada por su familia a casarse con el enigmático magnate Salvatore Romano, para saldar una deuda millonaria. Tras el rechazo de su hermanastra
Valeria, Aurora es ofrecida como sustituta, manipulada con la vida de su madre enferma. Golpeada por su padre y humillada por Valeria, jura sobrevivir al "Rey de Hielo", un hombre frío y temido cuya reputación oculta su verdadera naturaleza: un mafioso. Atrapada en un matrimonio marcado por la pasión y la obsesión, Aurora desafía a Salvatore mientras descubre los secretos oscuros detrás de su fachada de CEO, luchando por su independencia en un mundo de intriga y peligro.
¿Podrá Aurora mantener su espíritu rebeldefrente al control obsesivo de Salvatore?
¿Es el amor de Salvatore por Aurora una salvación o una trampa mortal?
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CAPÍTULO 12
Sus manos, que estaban listas para empujarlo, se detuvieron en el aire. Había algo en su tono, una vulnerabilidad tan sutil que la desarmó. Lentamente bajo las manos, dejándolas descansar en sus hombros, y se permitió quedarse allí, con el peso de su cuerpo contra el suyo. Pasaron segundos, tal vez minutos en silencio y ambos permanecían igual sin pronunciar palabra.
Entonces, Salvatore movió la cabeza, su nariz rozando la curva de su cuello. Inhaló profundamente, como si quisiera absorber cada partícula de su aroma, y Aurora sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sus manos, todavía se apretaron un poco más, tirando de ella para acercarla aún más, hasta que no quedó espacio entre sus cuerpos.
—¿Qué... qué haces? —preguntó ella, con voz temblorosa. Un rubor cálido le subió por las mejillas mientras sentía su corazón latir desbocado.
—Hueles jodidamente bien—murmuró él contra su piel, su voz sonó en un susurró ronco que le erizó cada vello del cuerpo. Sus labios rozaron su cuello, un contacto tan ligero que era casi una caricia, pero tan cargado de intensión que Aurora sintió que el aire se volvía denso, pesado. Él no se detuvo, sus labios trazaron un camino lento, deliberado, desde la base de su cuello hasta justo debajo de su oreja, dónde dejó un beso suave, pero firme que la hizo soltar un jadeo incontrolable.
—O-oye... —susurró, con una voz apenas audible, atrapada entre el deseo y la vergüenza. Intentó moverse, pero sus manos la mantuvieron en su lugar, una de ellas se deslizo por su espalda, subiendo hasta enredarse en su cabello. Él inclinó la cabeza hacia atrás, mirándola con esos ojos que parecían arder, y la atrajo aún más cerca, hasta que sus pechos se presionaron contra su torso.
—Créeme. Ahora mismo me estoy conteniendo, para no arrancarte la ropa y acerté mía en este momento.... Así que dejame sentirte —pidió, sus palabras eran como un murmullo seductor y antes de que ella pudiera responder, el volvió a su cuello, esta vez dejando un rastro de besos más audaces, cada uno más lento, más húmedo, como si estuviera saboreandola.
Ella no pudo evitar cerrar los ojos dejando que se le escapara un gemido, sus manos apretaron los hombros de Salvatore mientras su cuerpo se rendía al calor que él encendía en ella.
—Podríamos parar si quisieras— susurró él contra su oido, pero su tono dejaba claro que no quería hacerlo. Sus manos se deslizaron por sus costados, rozando la curva de su cintura, deteniéndose justo en la línea donde su ropa se encontraba con su piel. —Pero no creo que quieras, ¿verdad?
Aurora no respondió, no podía. Estaba perdida en la sensación de sus labios, en el modo en que su aliento cálido le hacía cosquillas, en la presión de sus manos que parecían saber exactamente dónde tocar para hacerla temblar. Su mente gritaba que debía detenerlo, pero su cuerpo… su cuerpo quería más. Quería que él no parara, que siguiera explorándola con esa intensidad que la hacía sentir deseada.
Un golpe suave en la puerta los hizo congelarse por un instante. —¡Aurora, querida, no te olvides de la cena de esta noche!—llamó Amanda desde el otro lado.
Aurora abrió los ojos de golpe, el rubor en sus mejillas se intensificó. Intentó moverse, pero Salvatore la sostuvo con firmeza, sus labios todavía seguían en su cuello, dejando un último beso lento antes de alzar la cabeza.
—Responde — susurró, con diversión mientras sus dedos jugaban con un mechón de su cabello. —Pero no hagas tanto ruido… o tendré que callarte yo.
—¡E-está bien, Amanda, lo sé!—gritó Aurora, y Salvatore rio bajito.
De repente, él se puso de pie y levantó Aurora en sus brazos con mucha facilidad, dejándola sin aliento. Sus músculos se notaban bajo la camisa mientras la sostenía, y sus ojos oscuros la miraban con intensidad, haciendo que su corazón latiera más rápido de lo normal. Sin decir nada, la puso suavemente sobre la cama, y antes de que Aurora pudiera reaccionar, él ya estaba encima de ella; su cuerpo grande y cálido la cubría y la mantenía contra el colchón. Aurora tragó saliva, sintiendo su corazón latirle fuerte en el pecho. Sus manos temblorosas se apoyaron en los hombros de Salvatore, como si quisiera detenerlo, pero no lo hizo. En cambio, sus dedos se aferraron a él, mostrando el torbellino de emociones que sentía: nervios, emoción, y deseo. Su voz salió entrecortada, casi en un susurro, mientras intentaba controlarse.
—E-eh... —dijo, con un poco de nervios—¿No crees que te estás apresurando? Cuando dije que debíamos conocernos, no me refería a esto...
Salvatore la miró desde arriba, sonriendo de manera un poco divertida. Se acercó a ella, su cara estaba tan cerca que Aurora podía sentir el calor de su aliento. Sus ojos no se apartaban de los de ella, atrapándola en su mirada.
—Eso es justo lo que estoy haciendo—respondió él,con una voz profunda y áspera—¿Y que mejor manera de empezar que esta?
Antes de que ella pudiera replicar, Salvatore atacó sus labios con una ferocidad que la dejó sin defensas. El beso fue salvaje, apasionado, un choque de bocas que parecía consumir todo el oxígeno de la habitación. Sus lenguas se encontraron en un duelo frenético, explorandose con hambre, mientras las manos de Salvatore se deslizaban por los costados de Aurora, apretandola contra él. Ella gimió contra su boca, un sonido que él devoró con avidez, profundizando aún más el beso. Sus dientes rozaron el labio inferior de Aurora, arrancándole un jadeo, y el calor entre ellos se volvió casi insoportable.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban agitados, y sus respiraciones eran entrecortadas. Salvatore apoyó su frente contra la de ella con los ojos entre cerrados por un instante. Pero luego alzó la cabeza y la miró fijamente, con una intensidad que la hizo estremecer.
—No soporto que otros hombres te miren —gruñó, en voz baja y cargada de algo oscuro, casi primal— Ni que te toquen. Me saca de quicio.
Aurora parpadeó, aturdida, aún perdida. Sus palabras resonaron en su mente, y un torbellino de pensamientos comenzó a formarse. ¿Qué le pasa? —se preguntó ¿Acaso… es por lo de esta mañana? ¿Por cómo me miró Michael? ¿Está… celoso? La idea la golpeó como una ola, y aunque una parte de ella quería reír ante lo absurdo, otra parte —la que aún sentía el calor de sus labios y el peso de su cuerpo— se excitó aún más ante la posibilidad.
Él no le dio tiempo a responder. Bajó la cabeza de nuevo, sus labios encontrando el cuello de Aurora, mordisqueando la piel sensible justo debajo de su oreja. Ella arqueó la espalda sin poder evitarlo, sus manos se enredaron en el cabello oscuro de Salvatore mientras un gemido escapaba de sus labios. El calor entre ellos crecía, el aire se volvía más denso, y por un momento, Aurora olvidó todo lo demás: las dudas, las preguntas, el mundo fuera de esa cama. Solo existía él, su toque, su voz, su deseo.
espero que este no diga ahora que está perra regresa y ese hermano o primero no se que es pero algo trama y no es nada bueno que el la traiga de regreso
Les salió el tiro por la culata 🤭🤭
Ya era hora de poner el freno de mano