una historia llena de Romance, amor a primera vista con mucha complicidad emocional
NovelToon tiene autorización de Venney Mary para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Soñé que un príncipe me rescató del malvado monstruo.
CAPÍTULO DOCE: SOÑÉ QUE UN PRÍNCIPE ME RESCATÓ DEL MALVADO MONSTRUO.
Antonella Salvatore.
Después de que Emiliano me trajo, me adentro en casa y no veo a nadie. Voy directo a mi habitación.
Quito mi traje, busco mi pijama y me cambio de ropa. Caigo en mi cama, cansada, pensando y pensando, sin poder creer todavía lo que hicimos Emiliano y yo. Fue increíble; me entregué a él. Tapé mi rostro, cubriendo una sonrisa. ¿Quién iba a imaginar todo lo que me hizo? Cada toque lo sentí en cada fibra de mi cuerpo. Y lo que me atreví a hacer en el baño… vi todo de él: su ancha espalda, sus gruesos brazos, sus piernas largas y, no sé cómo decirlo, su larguísimo pene. No sé cómo entró todo eso en mi vagina y en mi boca. Se me hizo agua la boca y no pude quedarme con la duda, ni con las ganas de probarlo. Se siente satisfactorio y placentero. Sí, era virgen, pero no soy tonta; he leído cosas sobre el sexo.
Suelto un suspiro. Estoy locamente y perdidamente enamorada, me siento muy feliz.
Pienso en mis padres; seguro mañana tendré un interrogatorio. Es mi oportunidad de hablarles, de contarles sobre mi relación con Emiliano.
SÁBADO
Bajé al comedor y encontré a mis padres desayunando. Me acerco a mi padre y le doy un beso en la mejilla, lo mismo hago con mi madre, y me siento junto a ellos.
—¡Buenos días, mamá, papá! —saludo. Observo la mesa, sirvo pan tostado en mi plato, le unto un poco de mermelada y sirvo un vaso de zumo de naranja.
—¡Buenos días, hija! ¡Llegaste un poco tarde anoche! ¿Quién es la persona que te trajo a casa? —pregunta mi padre, directo y sin preámbulos. Mi madre interviene.
—Sí, hija, cuéntanos, te escuchamos.
No termino de pasar el jugo por mi garganta cuando comienza el interrogatorio. Me animo, porque siempre les he contado mis cosas a mis padres. La confianza entre nosotros es primordial, pero es la primera vez que estoy por confesarles que tengo un novio.
—Bu… bueno, papá, mamá, me trajo mi… mi novio —digo, mirándolos para ver su reacción. Hay unos segundos de silencio que me parecen una eternidad.
—Ambos dicen: ¡novio!
—Eh, sí. No había tenido la oportunidad de decirles que tengo un novio y, antes que digan algo más, quiero que sepan que es un buen hombre.
Aunque llevamos poco tiempo siendo novios, también quiero que sepan que he pasado tiempo con él y lo conozco como es.
Quiero que lo conozcan; él desea conocerlos a ustedes y lo invitaré a casa. Solo debo llamarlo y vendrá.
Suelto el aire que tenía retenido; he soltado todo de un sopetón y ahora puedo respirar con calma. Joder, no sabía que estar en esta posición sería tan difícil para mí.
Veo a mi mamá y ella no dice nada. Desvío la vista hacia mi papá, que está analizando o asimilando lo que acabo de decir. Regreso mi mirada a mi madre cuando la escucho hablar.
—Solo me queda decirte, Antonella, que tengas cuidado. Eres adulta, siempre has sido sensata y responsable. Solo espero que no sufras. Tu felicidad es la mía. Algún día tenía que suceder y ya llegó la hora. Acepto que lo traiga a casa, para saber quién es el afortunado de tenerte.
—Gracias, mamá, me alegra escuchar eso. Te amo.
—Y yo a ti, mi vida.
—¿Y tu papá? ¡No vas a decir nada!
—Solo deseo tu felicidad. Si eres feliz, soy feliz. Antonella, hubiera deseado que no crecieras, pero es imposible. Tarde o temprano tenías que crecer, como también sabía que este momento llegaría. Solo quiero que tomes las mejores decisiones para que seas completamente feliz, que sigas siendo nuestra pequeña.
No puedo evitar las lágrimas al escuchar las hermosas palabras de mis padres, el apoyo que me brindan.
—Los amo, son perfectos. Lo digo en serio, gracias por confiar en mí.
Me levanto y voy hacia ellos, los abrazo, sintiendo el amor que me dan y el que les doy.
Regreso a mi silla en el comedor.
Pregunto cómo va el negocio, porque mis padres son dueños de una pequeña empresa de sastrería. De eso dependemos todos, aunque no trabaje con ellos ahora. Tuve un tiempo que lo hice. Es lo que nos ha sostenido por años, con altos y bajos, pero siempre salimos adelante. Puedo decir que vivimos cómodamente, sin lujos, pero con lo necesario en casa. Se llama “SASTRERÍA NELLA”. Mi padre recibió una indemnización de su empleo anterior, decidió invertir en unas pocas máquinas y, con la ayuda de mi madre, emprendieron el negocio poco a poco. Yo ya había nacido cuando mi padre inició el emprendimiento. El motivo del nombre "Nella" es como me llama mi papá.
—Vamos bien, lo mismo de siempre. Hemos tenido pequeños pedidos de trajes, con eso hemos estado pagando facturas y esas cosas, y uno que otro detalle con las máquinas que se dañan.
Solicitaré un préstamo al banco para invertir en materiales y más máquinas de coser.
—Me parece bien, papá, cuentan conmigo. Sé que no dispongo de mucho tiempo, pero puedo salir del trabajo y echarles una mano.
—No te preocupes, por ahora estamos bien.
Cambiando de tema, invita a almorzar a tu novio. Por cierto, ¿cómo se llama? No nos has dicho.
—Eh, sí, lo voy a llamar, mamá. Emiliano Alexandro Ferrer Sposti.
—EMILIANO ALEXANDRO FERRER SPOTI —dijeron ambos alzando la voz.
—Él… el CEO de FERRER & ASOCIADOS, ¿tu jefe, Antonella?
—Sí, él mismo —dijo.
—Te das cuenta de que ambos son de mundos muy distintos. Digo, son de clase social diferentes.
¿Él es un millonario dueño de esa empresa y quién sabe de cuántas más? Me preocupa que no te tome en serio, hija, que sea un capricho y juegue con tus sentimientos, que te lastime y, después de obtener lo que busca, te eche de su lado.
—Mamá, mamá, cálmate. Eso no va a pasar. Él me ha demostrado ser un caballero y no le importa de dónde vengo. Me quiere, me lo demuestra. Todos los días tiene un corazón enorme y, sobre todo, sabe que somos seres humanos y que el dinero no nos cambia de especie; seguimos siendo humanos. Me respeta y lo nuestro va en serio. Entiendo tus miedos, pero confía en mí, por favor.
Después de la conversación con mis padres, ayudo a recoger la mesa y en la cocina. Acordamos lo del almuerzo; todavía estoy a tiempo.
Llegué a mi habitación, busqué mi teléfono y encontré un mensaje de il mio cuore (mi corazón).
MENSAJES…
IL MÍO CUORE: Buenos días, principessa hermosa. Dime qué pensaste de mí y si soñaste con mis sueños.
También quiero recordarte la cita de hoy; quiero conocer a mis suegros.
PRINCIPESSA: Amore mío (mi amor), siempre estoy pensando en ti. Buenos días. Y sí, soñé que un príncipe me rescataba del malvado monstruo; ese príncipe tenía tu rostro. Río divertido.
Ya hablé con mis padres, te quieren conocer. Ven al mediodía a un almuerzo; espero que no tengas inconvenientes.
IL MÍO CUORE: Me alegro de haberte rescatado de ese malvado monstruo. Así será; mientras yo exista, te protegeré de todos los malvados en tus sueños, y en la vida real también, porque tú eres mi principessa.
Ok, nos vemos allá a las doce en punto.
Amore mio, ti amo (Mi amor, te amo).
PRINCIPESSA: Ti amo (Te amo).
Termino la conversación y decido ir de nuevo a la cocina a preparar el almuerzo junto a mi mamá. Son apenas las diez de la mañana y estamos con el tiempo justo.
Mi madre y yo terminamos de cocinar; dejamos todo listo, solo falta servir.
Salgo disparada a mi habitación para darme un baño. No paso tanto tiempo bajo el agua, salgo de la ducha y busco entre mi ropa. Elijo un vestido color rojo, suelto, sin mangas, con un cuello abierto sencillo, pero acorde para la ocasión.
Coloco un labial claro en mis labios, me retoco las cejas y observo cómo quedé; me gusta el maquillaje natural. Suelto mi cabello y veo cómo caen los bucles en mi hombro. Doy unos retoques y lo dejo perfecto.
Busco unas sandalias bajas color negro que me combinen con el vestido. Me miro en el espejo de pies a cabeza y me siento bien con lo que veo. Rocíe el perfume por todos lados.
Busco mi teléfono y veo la hora: faltan cinco minutos para las doce. Emiliano ya debe estar llegando y, de repente, suena el timbre. Salgo corriendo escaleras abajo, me paro frente a la puerta, suelto un suspiro, abro y ahí está él.
Al verme, se le ensancha una sonrisa, al igual que a mí.
—Hola, eres puntual. Pasa adelante, bienvenido a mi casa, amor.
Lo veo llegar hacia mí; está mirándome con ojos brillosos y se aproxima más a mi boca para darme un beso corto.
—Hola, principessa, estás… estás preciosa.
Cierro la puerta, tomo su mano y lo guío a la sala donde ya están mis padres.
Me encuentro un poco nerviosa porque no sé cómo terminará este almuerzo.