Que pasa cuando la rivalidad y los problemas empieza por una herencia? Fabián pensaba casarse con Tania pero está huye un día antes de la boda no quedandole otra alternativa que tomar a la hermana de Tiana. Diana una chiquilla que tenía muchos planes pero en ningúna de ellas estaba casarse con un CEO cruel y calculador, poco a poco se va dando cuenta que su hermana no era lo que ella creía, hay solución? claro que sí, un hijo esa en la condición para que ella pueda ser libre antes del año, pero todo toma un giro inesperado.Esta novela no es para todo público, sobre todo leerla como lo que es UNA NOVELA.
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Como buen samaritano
—Es de un amigo —vuelve a hablar Damián.
—¿Tú crees que es un juego? —le dice su padre, enojado—. Esmeralda, llama a tu padre, yo hablaré con Fabián —agrega, yéndose.
—Sin amigos —me dice Damián—. Tu padre y el mío.
—Pues qué amigo, para ese amigo mejor nada.
—¿Quién crees que convenció a Fabián para que no les hiciera nada a tu familia? Tu padre ayuda al mío. Toda la tecnología que hay en la empresa de mi padre, tu papá la ha proporcionado.
—¿Cómo supo Fabián lo del carro? Se suponía que lo devolverías —le digo—. ¿Tu padre le dijo?
—Fue tu hermana —responde—. Comentó algo del carro, que era de tu novio.
Camino adentro, donde ella está tomando el té con mi suegra.
—El carro es de Dilan, no de mi novio, como dijiste —le digo.
—Lo siento, yo sabía que eran novios —me responde.
—Si no sabes, no hables —le grito—. Haces cosas sin saber ni importarte las consecuencias.
—¿Es por eso que salió enojado Fabián? —me pregunta mi suegra.
Salgo de la casa y paro un taxi para que me lleve al departamento. No quiero preocupar a mis padres.
Cuando llego, reviso la nevera. Cuando estoy preocupada o triste, me gusta cocinar. Saco camarones y busco espaguetis. Comienzo a preparar la comida y hago un agua natural de fruta. Me gusta esta cocina porque hay de todo.
Estoy por servir cuando escucho que abren la puerta.
Fabián entra con su padre, sube a su despacho, y su padre se acerca a mí.
—¿Ya hablaste con tu padre? —me pregunta.
—No —le respondo, sirviendo.
—¿Por qué?
—¿Por qué? ¿Qué más pueden hacerme? —le digo—. Una vez creí que los estaba salvando, pero lo que hacía era ayudar a que mi hermana regresara como la buena y yo quedara como la mala. Así que mejor piensen lo que quieran de mí, yo no moveré ni un dedo por nadie.
Me sirvo comida y me siento a comer. Fabián baja y sale con su padre.
Le marco a Dilan.
—Oye, Diana, ¿qué está ocurriendo, eh? ¿Con qué tipo de gente estás involucrada? Mis padres me mandaron con mis abuelos, lejos.
—El tipo que te amenazó... Estamos casados, y se pone así cada vez que se meten con su imagen.
—¿Pero qué hice, según?
—Es una persona controladora.
—Diana, ese hombre es muy peligroso. Escuché hablar a mis padres de él. Sabes que hace cosas fuera de la ley, y no digo cosas pequeñas.
—Ya, no me digas.
—Solo quería avisarte, ya que mi padre me pidió que me deshiciera de este celular. Cuídate, y espero que pronto nos volvamos a ver.
La llamada termina y vuelve a sonar. Contesto.
—Quería saber cómo estás —es mi padre.
—Estoy cenando, ¿qué necesitan? —le digo.
—Solo quería saber cómo estás. Tu suegro me comentó lo que pasó.
—No es mi suegro. Este no es un matrimonio real y no creo que les interese. ¿Quieren ayudarme? Hagan que Fabián acepte a Tania otra vez.
—Te queremos mucho, hija —me dice.
Se me va el hambre y me voy a acostar. A la mañana siguiente no hay rastro de Fabián. Mejor para mí.
Me arreglo para ir a la escuela, pido un taxi. Todo parece ir muy bien. Llegarán personas importantes que ayudan económicamente a la escuela.
No veo a Damián, le marco.
—Ya voy, se me hizo tarde. Oye, ¿tu hermana no tiene casa? —me dice—. Creo que durmió en mi casa.
—Apúrate que te estoy esperando —le digo.
Finjo que no me dolió. Sé que esta unión es por conveniencia, pero eso no evita que mi supuesto esposo duerma con mi hermana. Tan fácil sería divorciarnos y que él se casara con ella. Cuando recuerdo lo que pasó hace unas noches en la cocina, me recorren escalofríos por el cuerpo.
Le hago señas a Damián y subimos al tercer piso para ver a las personas que llegarán.
—No te cansas de ver a mi hermano, que ahora también quieres verlo aquí —me dice.
—¿De qué hablas?
—Mi hermano es uno de los principales inversionistas que apoya a la escuela, ya sabes, para tenerlos controlados —me dice.
Busco con la mirada y sí, ahí está Fabián, serio como siempre, con una expresión de superioridad, sin ver a nadie, pero con la cabeza en alto, mirando al frente.
Las jóvenes suspiran y otras se codean. No creo que hicieran eso si supieran la clase de hombre que es.