Noveno libro de saga colores.
El reino se tambalea con la llegada de la nueva reina proveniente de una tierra desconocida, Sir Levi, ayudante del rey, emprenderá un viaje para hacer un trato con el gobernante, Eudora, la aspirante espía, insistirá en acompañarle, una tentación a la que el sir no podrá resistirse.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
12. El juego del amo
...EUDORA:...
Un juego perverso y atrayente, eso era lo que Levi proyectaba, yo era como su instrumento, me tocaba a su manera y quería atormentarme. Cada trazo activaba esa parte prohibida de mi cuerpo, en mi interior se enroscaba el placer y las ansias de ser tomaba, de ser profanada por sus fantasías prohibidas.
Allí, sentada en su regazo, inmóvil con las manos atadas y quietas en su cuello, mi cuerpo iba a estallar, mis caderas querían agitar contra esa dureza bajo mi trasero.
Sir Levi tenía escondida la fusta en su bota, estiró el brazo un poco y la sacó.
Me tensé.
— Amo mío ¿Por qué me castiga? — Jadeé, cuestionando.
Me sostuvo de la mandíbula.
— ¿Qué rayos dije sobre abrir la boca?
Acercó a la fusta a mis muslos y golpeó primero en uno y luego en el otro.
El cosquilleo me atravesó con fuerza, dejó mi piel en llamas.
Esto era insoportable, una tortura deliciosa que amenazaba con hacerme delirar.
Sentía una gran molestia entre las piernas, necesitaba aliviarla.
Volvió a azotar en mis muslos.
Quise cerrar las piernas, pero estiró las suyas para abrirlas más.
— A mí no me desafías — Parecía enojado, su voz gutural atravesaba mi ser, tenía su boca cerca de mi oído y no me dejaba girar mi rostro, mantenía su mano rodeando mi mandíbula.
— Espere...
Recibí un azote en mi vientre.
Cerré mis ojos.
— Aprenderás a obedecer sin cuestionar.
— No soy sumisa...
Gemí con fuerza cuando rozó la fusta entre mis piernas, dió un pequeño azote y me recorrió un espasmo.
Me cayó con los dedos en mi boca.
Trazó la fusta hacia arriba y dió pequeños azotes, tambien en mis frutos, rozando con cuidado.
Volvió a azotar repentinamente entre mis piernas, con más fuerza.
Mordí sus dedos.
— Esto lo querías, así que no te quejes.
Mi ropa me estorbaba, pero si la terminaba de quitar vería mis marcas, la calentura es más fuerte que el miedo por mi cuerpo.
Dejó la fusta a un lado y empezó a desatar mi cinturón.
Los botones de los pantalones también.
Metió su mano.
Con solo un toque de su dedo, estallé, mi cuerpo se sacudió estrepitosamente, alcanzando una sensación única que no conocía y que me dejó débil, que hizo sacudirse mi interior.
— Eso era de esperarse.
Liberó mi boca y respiré agitada, temblando.
Siguió tocando y estaba tan sensible que no quería más.
— Por favor, ya estoy...
Grité cuando introdujo un dedo en mí, acarició con lentitud y profundidad.
Me sentía tan débil.
No sabía que mi cuerpo volvería a despertar, se inquietó nuevamente, muy sensible al tacto.
Acarició frenéticamente mi interior.
Volví a sacudirme en su regazo, fue tan fuerte que derramé lágrimas.
Levi me soltó y yo solo podía sentir el corazón en mi boca.
Alejo mis brazos y pude bajarlos, pero aún seguían atadas mis muñecas.
— Eudora, ya eres mi felina.
— No he aceptado.
— Ya lo hiciste, al permitir hacerte mía, no puedes escapar de mí — Dijo y giré mi rostro para observarlo, su expresión era hambrienta.
— No me ha hecho suya.
Me enseñó sus dedos, estaban mojados.
— Esto ya significa que eres mía.
— Pensé que era cuando se hace el amor.
— ¿Quieres más castigo? — Siseó, sus ojos estaban como los de un animal queriendo atacar.
Cerré mis piernas, colocándome de lado en su regazo.
— No se moleste.
— Una señorita como usted no sabe nada sobre este mundo — Gruñó, apoyando los brazos de la silla — hacer el amor me parece un termino un tanto romántico para lo que nosotros dos tenemos.
¿Por qué lucía tan disgustado? Al parecer no le gustaba nada que tuviera que ver con amor, parejas de matrimonio y todo lo que se suponía que era normal en las personas.
Siempre debía tomar eso en cuenta y mantener este juego de seducción.
Era una doncella y jamás pensé en casarme, no tenía una reputación que cuidar y era libre.
Aunque nuestras ambiciones eran diferentes, teníamos eso en común.
— ¿Y cómo puede llamarse?
— Soy tu amo y tu mi felina, podemos llamarle posesión — Tocó mi mejilla — Lo que hice es posesión y lo que seguiré haciendo lo será también — Sentí una punzada en mi abdomen — Llegaremos a unirnos cuando te rindas ante mí.
— Me he rendido, usted logró hacerme su felina.
— Hablo de rendirse completamente, aún me desafías y cuestionas, así no puedo ser un buen amo — Sostuvo mi barbilla y chasqueó la lengua.
— No debió elegirme entonces — Me zafé de su agarre.
— No me equivoqué en elegirte, me siento más complacido cuando te empeñas en llevarme la contraria — Rodeó mi cuerpo con sus brazos y me atrajo a él — Eres todo un desafío.
— ¿Eso significa que no me va a poseer completamente?
Elevó una comisura — ¿Quieres que te posea completamente?
Me sonrojé.
— No... Es que... Era solo una pregunta.
— ¿Cuándo aprenderás que cada pregunta atrevida solo me hace imaginar más castigos para ti? — Me presionó contra él y besó mi boca, me observó a los ojos — Lo primero que me atrajo fueron tus ojos.
— Parezco una cosa rara.
— Muchos desearían tu aspecto, tienes dos miradas en un solo rostro, es como mirar a dos almas atrapadas dentro de ti, el azul y el café, cada uno brilla a su manera — Tocó mi rostro y mi corazón se aceleró — Eudora, me fascina tenerte, gracias por toparte en mi camino y ser mi felina.
Solo por eso estaba tan agradecido, era tan extraño.
Me quedé callada.
Me removí incómoda al recordar que traía la camisa y el abrigo desabotonado.
— Desate esto.
— ¿Más órdenes? — Arqueó las cejas.
— Por favor.
Tomó mis muñecas y las desató.
Empecé a abotonar la camisa.
Apartó mis manos.
— Déjame ver.
— No...
Abrió el abrigo y se quedó observando mi torso.
Lo cerré rápidamente y me levanté de su regazo.
— Eudora...
Contuve las lágrimas.
— Ya, déjeme en paz, no quiero que diga nada al respecto y entiendo si ya no quiere tocarme, pero por favor, no diga nada al respecto — Dije, alejándome, sin observarlo.
— Eudora...
— Esas manchas crecen lentamente, alcanzarán mi rostro en unos años o tal vez meses, están en todo mi cuerpo, un poco en el brazo que no me corté.
— Eudora... Ya había visto un poco cuando te ayudé con el vendaje.
Lo observé — No creo que sea contagioso, es algo raro, pero de todas formas no le obligaré a permanecer con nuestro trato si ya no le apetece.
— Te toqué a pesar de que lo había visto, ni siquiera comenté nada al respecto, no me pasó nada por la mente cuando las ví — Dijo, despreocupado.
— ¿Ah no?
— No me das asco — Se aproximó y apartó mis manos, observó mi piel — Tus manchas son parte de ti, no me molestan, se ven hermosas.
— No se ven hermosas y no son una decoración.
— Lo sé, pero no te voy a rechazar por las manchas en tu cuerpo.
— Me transformé en una cosa rara, aunque ya era diferente cuando nací, mi cabello y mi piel no tenían este aspecto, tenía el cabello negro, fue con el tiempo que me convertí en esto.
— ¿Por qué te tratas así? — Puso los ojos en blanco — Eres hermosa.
— Mi madre no opinaba eso.
— La opinión de los demás no cuenta y cuando se trata de tu madre y es negativa, mucho menos — Me tomó del rostro.
— Ser doncella me salvó de las atenciones.
— Yo también tengo marcas, están en todo mi cuerpo.
— Esos son tatuajes — Arqueé las cejas.
— No los tengo por gusto o por elección.
— ¿Quién se los hizo? — Pregunté, con más curiosidad, quería saber más de Levi.
Las aguas profundas en las que estaba sumergido me llamaban para nadar en ellas.
— Ya no importa — Cortó y trazó sus dedos por mis manchas — Eres arte y eso no tiene discusión ¿Este era el motivo por el tomaste esa absurda decisión de permanecer pura?
Asentí con la cabeza.
— Me da vergüenza.
— Conmigo no pasará.
Suspiré.
— Estoy agotada, necesito descansar — Me vestí y subí a la cama de arriba.
Levi se cruzó de brazos.
— ¿No hay espacio para mí allá arriba?
— No está hecho para obedecer mis demandas, así que se quedará de todos modos — Dije, acomodando mi almohada.
Se quitó las botas y trepó con agilidad.
Dejó caer su cuerpo a mi lado y giró su rostro hacia mí.
Lo observé de vuelta.
— Buenas noches, Eudora.
— Buenas noches, amo.
Su expresión cambió.
Atrapó mi boca y me abrazó contra su pecho.
Me quedé desconcertada ante el gesto.
...****************...
Los meses en el mar corrían.
Volví a mis prácticas en la cubierta, sir Levi me mostró otras técnicas de ataque y también me explicó muchas estrategias para espiar, me colocaba pruebas complejas y me ordenaba repetirlas si no las llevaba a cabo correctamente.
Era un maestro rotundo.
En lo otro no habíamos avanzado mucho.
Tuve que compartir mi camarote con un marinero que cayó en fiebre, pronto Albert también cayó en fiebre y Sir Levi tuvo que reemplazaron para dirigir el barco.
Yo tenía que ayudar a atenderlos, trataba de bajar sus fiebres, pero la enfermedad era resistente y recaían a cada instante.
Tenía miedo de que fuese algo contagioso.
Me tocó cocinar cuando el cocinero enfermó también y pronto estuvieron casi todos en cama.
No sabíamos como resolverlo, cuando se curaban volvían a recaer.
— ¿Qué les estará dando la fiebre? — Gruñó Levi, harto de tantas responsabilidades, estaba estresado, tenía que hacer el trabajo de diez hombres y yo tenía que hacer el de los otros diez.
Además, tenía que atender a los enfermos, algo que se me facilitó con mi experiencia cuidando a la duquesa Pepper.
— Nosotros dos no hemos tenido fiebre.
— No podemos enfermarnos — Dijo, observando a todos los hombres que estaban en las hamacas de la bodega, la mayoría dormía ahí por falta de habitaciones.
— Si eso pasa, nuestra tripulación estará en peligro y si alguno perece será un riesgo.
— No puede ser un virus, tú y yo ya estaríamos en cama también — Sopesó, acariciando su barbilla. — Tenemos que averiguarlo.
Seguí atendiendo a los hombres, vaciando los orinales, los baldes llenos de vómito y lavando la ropa.
Pregunté a todos si comieron algo raro.
Solo carne seca.
Me acerqué a Albert, apostado en el catre de su camarote.
— ¿Cómo va el curso? — Jadeó, después de humedecer el pañuelo que coloqué en su frente.
— Sir Levi lo mantiene en orden.
— Mierda... No puedo morir... Soy el capitán...
— No morirá.
Estaba sudando.
Cerró sus ojos, temblando.
Marché a la cocina, revisé la comida, todo estaba fresco y se mantenía conservado.
Los peces nadaban saludables en el estanque.
Al revisar la carne seca, me pareció un tanto extraño y de mal aspecto.
Levi estaba en el camarote de Albert cuando volví.
— Ya sé lo que es.
— ¿En serio? — Preguntó él.
— La carne seca está pasada, por eso les ha caído mal a la mayoría, Levi y yo no sufrimos lo mismo porque comimos del pescado fresco que está en los estanques de la cocina — Dije y Albert entre abrió los ojos.
Levi insistió tanto en que solo comiera pescado y vegetales.
No lo cuestioné porque se puso muy serio cuando le pregunté.
Ahora agradecía por su insistencia.
— Mierda... Morir por una carne mal curada... — Gruñó Albert.
— No vuelvan a comer de esa carne, hay que echarla al mar — Dijo Levi, saliendo del camarote, lo seguí.
— Bien hecho, Eudora, así actúa una Escucha, presta atención a las señales.
— Gracias — Me sentí orgullosa de mi logro — Por eso recayeron, volvieron a comer lo mismo — Marchando hacia la cocina nuevamente.
Levi buscó en los frascos de las especias mientras yo metía la carne pasada en un balde.
— ¿Qué hace? — Me sentí curiosa cuando echó algunas especias en una olla.
— Una infusión para la intoxicación.
— ¿Cómo sabe sobre esas cosas?
— Eudora, deje las preguntas y pongamos manos a la obra — Gruñó y asentí con la cabeza.
Le gustaba comer sano, no le gustaba la carne seca ni roja, sabía sobre remedios naturales.
Tal vez era una costumbre de Hilaria o se crió de esa forma.
Lo ayudé con la infusión.
Tomé varias tazas y las llevé con una bandeja a cada uno de los hombres.
Bebieron a duras penas.
— Hay que esperar, es cuestión de horas — Dijo Levi, volviendo a la cubierta para volver a tomar el timón.
Estaba tan agotada que me quedé en un sillón del camarote de Albert, mientras él se quedaba dormido después de tomar la infusión.
Al amanecer, estaba de pie y el resto de los hombres también.