El Traidor

La noche de la cena de compromiso entre Rómulo y Katherine, el ambiente estaba cargado de expectativas, pero lo que nadie podía prever era que cada interacción marcaría un antes y un después.

Cuando Katherine conoció a Verónica, una vivaz y hermosa adolescente de 15 años, notó que había algo en su energía que era difícil de descifrar. Sus palabras tenían una dulzura medida, pero a los oídos de Katherine, sonaban manipuladoras.

Así que cuando Verónica le hizo una pregunta aparentemente inocente, Katherine reaccionó antes de pensarlo demasiado.

—¿Por qué me preguntas eso?

Su tono fue más frío de lo necesario, su mirada más directa, menos contenida, y en el instante en que las palabras salieron, la tensión se hizo palpable.

Verónica parpadeó, sorprendida por la dureza de la respuesta, y Natalia se mantuvo neutral, pero su postura se endureció, porque siempre había sido protectora con su hermana menor.

—Solo era curiosidad, Katherine. —respondió Verónica con calma.

Katherine sintió el peso de su propia reacción, pero en lugar de suavizarla, dobló la apuesta sin pensarlo demasiado.

—Si de verdad quisieras saber algo, ya lo habrías preguntado antes.

La respuesta fue cortante, con un filo que no debía estar allí, pero que ahora era imposible de ignorar. La presencia inquietante de Natalia, no obstante, lo que más descolocó a Katherine, y que en verdad la perturbó, no fue su actitud con Verónica, ni siquiera el cambio en la atmósfera, fue Natalia.

Desde el momento en que la conoció, desde la primera vez que la vio moverse con esa seguridad impecable, Katherine se sintió impresionada.

Natalia no solo era hermosa, sino que tenía un aire de inteligencia refinada, una elegancia que parecía innata, una forma de comportarse que hacía que cada movimiento pareciera ensayado sin ser forzado, y lo peor de todo, lo que realmente hizo que todo se sintiera aún más incómodo, fue cómo reaccionaba Rómulo ante ella.

Cada vez que Natalia hablaba, o aportaba algo a la conversación, Rómulo la observaba con una admiración poco disimulada, no era solo cortesía, ni respeto familiar, era genuina fascinación. Sus ojos se quedaban en ella más tiempo del necesario, su expresión cambiaba, y su postura se inclinaba sutilmente hacia donde estaba Natalia, como si escucharla fuera algo inevitable, como si no pudiera evitarlo, aunque lo intentara.

Katherine intentó convencerse de que era solo percepción, intentó pensar que quizá estaba exagerando, intentó decirse a sí misma que no debía dejarse llevar por la incomodidad. Pero la sensación seguía ahí, instalada en su pecho, recordándole que Natalia tenía un efecto sobre Rómulo.

Natalia, sin parecer notar la incomodidad, intentó acercarse a Katherine con un gesto de cortesía genuina.

—Me dijeron que eres diseñadora de interiores.

El tono era amable, pero Katherine se mantuvo alerta, sin saber cómo quería manejar la situación.

—Un poco, sí.

Natalia inclinó la cabeza con interés.

—Es un campo fascinante. La manera en que los espacios pueden transformar la percepción de quienes los habitan… dice mucho sobre la psicología del entorno.

Era una observación neutra, una conversación trivial en cualquier otro contexto, pero en Katherine, no tuvo el efecto esperado. Porque Mireya había hecho bien su trabajo, y ahora, cada palabra de Natalia parecía tener una intención oculta, cada gesto parecía estar diseñado para demostrar algo.

Así que, en lugar de responder con curiosidad, Katherine optó por una respuesta cortante.

—Supongo que depende de la perspectiva. A veces la gente solo quiere que un lugar se vea bonito, sin pensar demasiado en ello.

Natalia notó el tono, pero no reaccionó de inmediato,  solo le sostuvo la mirada de Katherine por un instante, como si quisiera entender lo que estaba ocurriendo.

—Tal vez, aunque creo que siempre hay una intención detrás de cada elección. Incluso la simplicidad refleja algo sobre la persona que habita el espacio.

Katherine sintió el peso de la conversación, como si estuviera atrapada en una dinámica que no sabía cómo manejar, como si quedarse allí le hiciera perder control sobre algo que no comprendía del todo. Así que cerró la conversación.

—Es posible, pero realmente no he pensado mucho en eso.

Natalia captó el mensaje, y aunque podría haber insistido, y aunque podría haber buscado otro tema, finalmente solo sonrió con cortesía y dejó el tema atrás.

—Está muy ruidosa esta cena. —dijo Carmelo, con una sonrisa tajante.

Katherine guardó silencio, porque en ese instante se dio cuenta de lo que había hecho, había perdido el control, y le había seguido el juego a Mireya, y su actitud hacia Natalia y Verónica había sido innecesariamente dura.

Pero lo peor no fue solo es, sino darse cuenta de que Carmelo estaba disfrutándolo. El presidente no hizo nada para evitar los comentarios mordaces de Katherine, por el contrario, los alentó, observó la tensión con satisfacción, como si ver el conflicto entre ellas fuera un espectáculo digno de apreciar.

Y lo que Katherine no esperaba, y que no había previsto, fue que esta actitud la llevaría a cometer un error que casi le costó todo.

Porque influenciada por las palabras de Mireya, se dejó llevar por una actitud déspota, las trató con desprecio, y con una frialdad innecesaria, como si fueran inferiores a ella, como si su nueva posición le diera derecho a pisarlas, sin embargo, lo que no esperaba era la reacción de Rómulo.

Él se tensó al instante, y su expresión se endureció, y por un momento, pareció que la boda estaba a punto de cancelarse.

—Katherine, si te quieres casar conmigo, te advierto que jamás vuelvas a tratar a mis primas de esa manera.

Su voz no era un grito, pero la ira disimulada en su tono era imposible de ignorar.

Katherine se sintió expuesta, incómoda, pero en lugar de retroceder, respondió con una actitud desafiante.

—Me parece que eres demasiado protector con esas chicas y, sin embargo, eres completamente indiferente con tu propia hermana.

Rómulo la miró con frialdad, su mandíbula tensa.

—Ella no necesita de mi protección.

La tensión en la mesa era palpable, pero Katherine no entendía del todo lo que acababa de provocar.

Rómulo no tenía buenos sentimientos hacia Mireya, y ahora estaba furioso con Katherine, porque ya era bastante difícil para él haber lastimado a Natalia, y haberla empujado lejos para que se olvidara de sus sentimientos hacia él. Pero lo que no iba a permitir era que su prometida intentara humillarla aún más.

—En esta casa, los únicos que considero familia son mi tía Margarita y mis primas.

Su mirada se clavó en Katherine, con una advertencia clara.

—Y si quieres estar bien conmigo, entonces jamás les vuelvas a hablar de esa manera.

El silencio se extendió, y aunque los planes de boda continuaron, la tensión entre ellos no desapareció, sin embargo, Katherine aún no había aprendido la lección y Karin se aseguró de que lo hiciera.

Esa misma noche, Karin la interceptó en su habitación, cerrando la puerta detrás de ella con calma calculada.

Katherine se giró, aún molesta por lo ocurrido, pero su hermana no le dio oportunidad de hablar.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Karin, con una frialdad que cortaba el aire.

Katherine frunció el ceño, cruzándose de brazos.

—Solo estaba poniendo a esas chicas en su lugar.

Karin soltó una leve risa, pero no había diversión en ella.

—¿En su lugar? —repitió, con una mirada afilada—. No, querida. Lo que hiciste fue demostrar que no entiendes en qué lugar estás tú.

Katherine se tensó, pero Karin no retrocedió.

—¿Crees que porque vas a casarte con Rómulo tienes poder?

Se inclinó levemente hacia ella, con una sonrisa enigmática.

—Déjame enseñarte una lección de ubicación.

Katherine mantuvo la mirada desafiante, pero su hermana continuó con una calma implacable.

—Rómulo no te ama.

—Rómulo no te eligió.

—Rómulo no está contigo porque quiere estar contigo.

Katherine apretó los labios, sintiendo el golpe de cada palabra.

—Pero hay algo que sí es cierto —continuó Karin, con una sonrisa medida—. Él sí ama a sus primas.

Se enderezó, cruzando los brazos con elegancia.

—Así que, si quieres que este matrimonio funcione, más te vale aprender a respetarlas.

Katherine quiso responder, quiso defenderse, pero sabía que su hermana tenía razón.

Y aunque no lo admitiría en voz alta, esa noche comprendió que, si quería sobrevivir en esta familia, tendría que jugar sus cartas con más inteligencia.

Natalia fue a la facultad de derecho temprano, y estaba enfocada en culminar algunos trámites antes de que comenzaran sus clases la próxima semana, no quería distracciones ni pensar en Rómulo. Pero cuando caminaba hacia el estacionamiento, vio a Rómulo esperándola.

Su postura era tensa, y su expresión cargada de algo que ella no quería descifrar.

—Natty, ¿podemos tomarnos un café y conversar un momento? —preguntó Rómulo, con un tono que intentaba sonar tranquilo.

Natalia se detuvo en seco, su mirada fría, distante.

—Rómulo, no creo que sea conveniente.

—Es que te debo una explicación, por favor, Natty, hablemos.

—No es necesario, Rómulo, porque no quiero escuchar tus explicaciones.

Su voz no tenía ira, solo una firmeza que él no estaba acostumbrado a escuchar en ella.

Sin embargo, Natalia, debido a que no quería llamar la atención de los presentes, aceptó acompañarlo hasta la cafetería de la facultad.

El ambiente era incómodo, cargado de palabras no dichas, y cuando se sentaron, Rómulo intentó romper el silencio.

—Natty, quiero que sepas que no te mentí cuando te dije…

—Llámame Natalia.

La interrupción fue seca, cortante y Rómulo frunció el ceño, confundido.