Lecciones De Amor

—¿Sabes que? —dijo Andrea dibujando una sonrisa amplia y en cierta forma picaresca, Gabriela podía verla a través del espejo que tenían frente a ellas donde ambas se retocaban el maquillaje —Creo que Leonardo está más interesado en ti de lo que tú crees. 

—Andy, en serio vas a seguir con eso. 

Gabriela bajó los brazos mostrándose cansada por la insistencia de su amiga sobre el mismo tema. Cansada de negarlo una y otra vez a pesar de ser un deseo guardado celosamente en su interior. 

—Es que si Gaby. Tampoco es como que sean muy buenos ocultandolo, porque te digo de una vez que tú tampoco engañas a nadie. Se te nota que estás loquita por él. 

—Bueno, ¿¡quieres que lo diga de una vez!? —dijo Gabriela tomando valor de algún lugar con la inocente idea de que al ella reconocerlo, Andrea al fin la dejaría en paz —. Pues bien, me parece un hombre muy apuesto y es cierto que me hace sentir cosas cuando lo veo o está cerca de mí. Pero eso no quiere decir que tenga que haber algo más entre nosotros. Además no es posible ya te lo he dicho. 

—Ves como no me engañas, me di cuenta desde el principio —dijo volviendo su rostro al espejo para terminar de colocar el lápiz labial. Gabriela suspiró aliviada, pensando que se había terminado —Yo no sé qué te detiene, después de todo ya conoces al hombre. 

De manera inevitable el rostro de Gabriela terminó de enrojecer era como si hubiera estado expuesta bajo la luz de una lámpara de interrogatorio, sabía muy bien a qué se refería Andrea al decir que ya lo conocía lo había dado a entender con su modo de decirlo. 

—Andy, dejemos este asunto así, quieres. 

Gabriela se apresuró a guardar las pocas cosas que había sacado pasó sus manos por su ropa, no estaba tan mojada y eso fue gracias a él. Leonardo había estado esperándola en el estacionamiento para disculparse con ella. Cuando la lluvia empezó ellos estaban ahí juntos y quizás fue por sentirse culpable por retenerla un tiempo pero no podía negar que él gesto que tuvo el joven maestro al quitarse la chaqueta para cubrirla de la lluvia la hizo sentir flotar sobre las nubes, a pesar de ser tan joven podía ser un caballero. 

—Amiga, no te enojes —dijo Andrea adoptando un tono serio y condescendiente por un momento Gabriela sintió que Andrea entendía muy bien lo que ella sentía —. No pienses que tengo la intención de divertirme con esto, si te lo digo es porque te quiero y me gustaría que seas feliz; Leonardo parece provocar ese brillo en tu mirada, ese brillo que desde que te conozco, nunca había visto en ti Gabriela no supo qué decir, ella nunca pensó que Andrea se fijará tanto en los detalles, no porque creyera que ella fuera una persona fría o superficial, de hecho ella misma había notado esa sensibilidad y empatía, quizás era solo que al querer negarse a ella misma sus nacientes sentimientos, negaba también el que las personas cercanas a ella pudieran tener la capacidad de notarlo e incluso comprenderlo. 

—Gaby, date una oportunidad y no permitas que la inseguridad o el miedo a lo que pensarán los demás te límite porque al final tu eres la que va a vivir con las decisiones que tomes. Si te gusta ese hombre y tú le gustas porque no darte la oportunidad por lo menos de intentarlo. 

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—¡Mamá! —el gritó de Omar le hizo pegar un pequeño salto y despertar de sus recuerdos para darse cuenta que el pan que estaba por sacar del horno había comenzado a quemarse —. No has visto mi camisa azul.

—¡Demonios! —exclamó Gabriela soltando el recipiente sobre la barra al tiempo que sacudía su mano, el guante no había sido suficiente para soportar el calor. 

—¿Qué pasa, mamá?¿Por qué estás tan distraída?—preguntó Omar mientras se apresuraba a sacar de la nevera un poco de hielo. 

—No es nada, no te preocupes. ¿Qué me decías hijo? 

Omar entrecerró los ojos sin creer en lo que su madre le decía, era obvio que había algo que la tenía preocupada pero tampoco podía indagar más, si ella no quería decirle no podía hacer nada, quizás y solo era algo de su trabajo o tal vez y solo tal vez comenzaba a extrañar a su padre. 

—¿Qué si has visto mi camisa azul? —preguntó de nuevo dejando de lado lo que pudiera estar preocupando a su madre. 

—Debe estar en el cuarto de lavado, no he tenido tiempo de planchar —dijo ella con su voz apagada a Omar le dió pesar el que su madre pudiera soltarse a llorar de un momento a otro pero no pasó —Ahorita te la planchó. 

—No te preocupes, yo lo hago —dijo Omar esfumándose de la cocina y escapando de su madre. Quizás en un principio quería poder ayudarla, decir algo que pudiera hacerla sentir mejor pero mientras más lo pensaba no sabía qué hacer o decir para hacerla sentir mejor le aterraba el tener que consolarla y no hacerlo bien. 

El timbre de la puerta sonó y Omar se detuvo en su trayecto tras la búsqueda de su camisa, Danna adoraba esa camisa y quería ponérsela para darle una buena impresión, hacía días que la notaba distante. Quizás era ella la que iba para que pasaran la tarde juntos. 

Al abrir la puerta su ilusión se esfumó dando lugar a la indiferencia, sería un vendedor de seguros o algún acreedor.

—Buenas tardes —saludó el sujeto en la puerta. Vestía bien para ser un acreedor o un vendedor, podría ser solo alguien buscando indicaciones —¿Está en casa Gabriela? 

—¡Mamá, te buscan! —llamó Omar saliendo de el ligero titubeó que le generó la curiosidad de saber quién era ese hombre. 

—¿Quién es hijo? 

Gabriela se acercó a la puerta sacudiendo un poco el delantal que llevaba puesto sin prestar mucha atención a su aspecto en general, si hubiera imaginado quién era él que llamaba a la puerta quizás hubiera arrojado la prenda muy lejos de ella y hubiera cambiado su blusa quizás hubiera corrido al espejo más cercano para arreglar su cabello que tenía sujeto en un moño alto mal hecho pero cómo podía imaginar que sería él.