La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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La renuncia de Linda
Qué bueno que ahora sí llegaste temprano, pasemos al comedor, pareciera que Carolina ya la estaba esperando.
Mamá, me asustas.
Darío y Joseph llegaron después, ellos trabajaban de medio tiempo y estudiaban por la tarde.
Al poco rato, estaban reunidos en el comedor como una gran familia.
Y, ¿cómo es tu novio?, ¿por qué no lo invitas a comer?, dijo Joseph.
No molestes a Jimena, la abuela intervino.
Es verdad lo que dice Joseph. ¿Por qué no invitas a tu novio a comer un día de estos?, solo lo hemos visto cuando llega por ti y así.
Mamá, ¿por qué a fuerzas me quieres comprometer?, Marcelo y yo somos novios, por el momento no hemos pensado en casarnos. Ambos tenemos muchos compromisos y no podemos faltar a ellos.
Hija, tienes 25 años y, por lo tanto, es necesario que pienses en casarte, ¿o te quieres quedar para vestir santos?
Mamá, ¿qué empeño tienes en que me case?, así estoy bien por lo pronto, dijo Jimena, ya no estaba a gusto con esa conversación. Y, por favor, cambiemos de tema.
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Los días vida pasando inexorables...
Linda, es necesario que vengas, por favor, le dijo Laura.
Linda fue de mala manera.
Hay algunos papeles mal acomodados, por favor, revisa que estén en el lugar correcto.
Pues si no estás conforme con mi trabajo hazlo tú, entonces.
¿Qué te pasa, por qué me contestas así?, soy tu superior, no lo olvides.
Sí, aquí todos son mis superiores y hacen conmigo lo que les da su gana, pero yo estoy harta; en este mismo momento renuncio.
Si es lo que quieres adelante, ve a RH, pero si sigues aquí haz lo que te estoy ordenando.
Laura salió dando un portazo.
Fue directo al despacho de Jimena.
¿Qué pasa, Laura?
Que ya no aguanto a Linda es tan insoportable e insolente. Deberías de cambiarla de departamento.
Y, ¿a dónde más la puedo mandar?, nadie la soporta, no sé por qué vinieron a traérmela de vuelta.
Tú eres la gerente general, prácticamente la dueña, sabrás qué hacer.
Jimena se quedó pensando en lo que le dijera Laura. Ella siempre había sido justa y no quería actuar mal en contra de un empleado, pero linda no quería obedecer y era muy rebelde.
Así que solicitó la presencia de Linda en su despacho.
¿Qué pasa, Jimena?, ¿para que me has llamado?
Tu actitud deja mucho que desear, ¿por qué te comportas de esa manera?, ¿acaso quieres quedarte sin trabajo?
No me digas que ya te fue con el chisme Laura, ella se comporta conmigo de una manera muy pedante.
Y no es chisme, solamente son aclaraciones que yo le pido, ella necesita darme informes de todo lo que pasa en su área de trabajo.
Yo quiero mi carta de renuncia, ya estoy fastidiada de trabajar en este lugar.
Está bien, te la daré, pero no quiero que vuelvas a poner un pie aquí, si te sales es en definitiva.
Sí, me quiero ir no creas que estoy muy contenta.
Jimena llamó a Pascual.
Por favor, ve a recursos humanos y que te preparen una carta de renuncia.
¿A poco te vas a ir, Linda?, preguntó Pascual sin poder ocultar su gozo.
Te da gusto, ¿verdad?
Pascual solo se encogió de hombros y fue a cumplir lo que le ordenó Jimena.
Rato después regresó con la carta de renuncia.
Estaba perfectamente mecanografiada a nombre de Linda Ortiz.
Jimena tomó la carta de renuncia, la firmó y se la dio a Linda para que fuera a recursos humanos.
Adiós, Jimena, espero no volverte a ver en mi vida.
Éxito, adiós, dijo Jimena sin emoción alguna en su rostro.
Linda ya no quiso hablar más con Jimena y se fue.
"Te haré ver tu suerte, ya lo verás", pensó Linda.
Y cuando Linda justo iba a abrir la puerta...
Espera, le dijo Jimena.
Linda se detuvo y la vio sobre su hombro.
Entrégame la llave, dijo extendiéndole la mano.
Linda hurgó en su bolsa y sacó un juego de llaves de la empresa.
En vez de dárselas en la mano las dejó caer al suelo.
Hasta nunca.
Linda se fue contoneándose jubilosa. En su rostro llevaba una sonrisa se triunfo.
En RH le dieron su liquidación y una carta de recomendación. A pesar de todo era buena trabajadora. Su carácter la perdía, además de su ambición.
Jimena dejó ese caso atrás. Por fin se había quitado de encima a esa mujer odiosa.
Linda se topó con Marcelo afuera de la tienda.
Hola, ¿vienes por Jimena?
Sí, ahora saliste más temprano, ¿eh?
Bueno, con permiso.
Espera, ¿podríamos hablar?
Lo siento, llevo prisa, Jimena me está esperando.
Ay, ya deja de escudarte en ella, sé muy bien que te gusto, lo veo en tu cara.
No sé de qué hablas. Deja de molestar.
Claro que sabes, ¿crees que no me doy cuenta de la forma en que me miras?
Esta es mi dirección, mi padre tuvo que viajar, no vendrá hasta el sábado. Te espero a las 8 de la noche. Te aseguro que no te arrepentirás.
Marcelo entró sin contestarle nada.
Se guardó el papel sin pensar. Jimena ya lo estaba esperando.
Hola, amor, ¿nos vamos?
Sí, Jimena tomó su bolsa y salió del brazo de Marcelo.
Linda los observó, estaba escondida en un pequeño callejón.
Esperó hasta que ellos se perdieran de vista en su coche, y luego se fue a su casa.
Estaba segura que Marcelo la visitaría.
Así que preparó una cena romántica, velas, música y champaña.
Se puso una lencería muy sexy que tenía guardada para un momento como ese.
Se perfumó y se sentó en el sofá a esperar a Marcelo.
Mañana vengo temprano para llevarte al trabajo.
Oye, mi vida, ¿podrías venir a cenar mañana?
Claro que sí, amor. Y ahora, entra, no se vayan a molestar tus padres.
Hasta mañana, amor. Jimena le dio un beso.
Él le correspondió muy apasionado.
La observó hasta que entró a su casa.
Luego, se subió a su coche. Al meter la mano en la bolsa para sacar las llaves del carro, un papelito cayó al suelo.
Lo levantó y vio la dirección de Linda.
Se pasó dos dedos por la barbilla, indeciso.
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Linda estaba cabeceando en el sofá cuando oyó el timbre de la puerta.
Inmediatamente, se levantó, se acomodó la ropa, y fue a ver quien tocaba la puerta.
Al abrir, se llevó la sorpresa de su vida.